No encuentra uno la palabra correcta o el concepto apropiado para calificar el siguiente dato que se hizo público recientemente: 23 mil es la cifra de deserción de estudiantes de primaria y de secundaria que se dio en el pasado año 2023. Con exactitud, 23.750 personitas de la niñez y de la adolescencia dejaron de ir a las aulas educativas del sistema público ese año.
Sin duda alguna esto es producto de una conjunción de factores que tiene al país en involución, en cuanto al otrora famoso desarrollo económico-social con altos niveles de inclusión que había alcanzado la sociedad costarricense. El país del “pura vida”, la “Suiza de América”, el “altar” de los Derechos Humanos (DD.HH.) ha dejado de existir. ¡Entendámoslo!
Según lo indica el propio Organismo de Investigación Judicial (OIJ), se trata de niños, niñas y de adolescentes en cuyos hogares priva la dificultad económica; combinada con baja escolaridad, algo que está detectado que priva en esa juventud que ya quedó inserta en las bandas criminales, que cayó presa e, incluso más doloroso, que murió en medio de la violencia de las balas.
Quiere decir esto, en consecuencia, que esas 23 mil 750 personas todavía en niñez y en adolescencia pasan a ser el “mercado humano” al cual acudirán esas bandas y esos grupos criminales, en pleno desarrollo, para reclutarles a fin de llevarles a integrar las respectivas redes delincuenciales y del crimen organizado.
Las 23 mil 750 nuevas personitas “listas” para ese perverso reclutamiento vienen, entre otros lugares, de zonas geográficas castigadas por la exclusión social y económica: zonas costeras de Limón y de Puntarenas, zonas fronterizas como la Norte. Por demás, “nada nuevo” si consideramos que las mismas han venido configurando la otra Costa Rica, la de la desigualdad sistemática que se ha vuelto sistémica.
Recientemente, los señores obispos integrantes de la Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR), atinadísimamente, señalaron que la Costa Rica de hoy día ocupa de otro modelo de organización económica. ¡Exacto!
Las 23.750 nuevas personitas potenciales integrantes de bandas criminales constituyen muestra inequívoca de que el actual modelo de organización económica, ha fracasado rotundamente. Les dejó por fuera, les lanzó a la calle, cuando sus estructuras de personalidad están en formación y cuando los valores positivos necesarios para una integración social y productiva se trastocan ante el espejismo del dinero fácil con el cual superar la exclusión económica de que han sido víctimas.
Y es que éste es el punto cardinal, central, medular del grave problema de la actual sociedad costarricense: se ocupa otro modelo de organización económica porque el actual ha convertido a la desigualdad en política de Estado.
El actual modelo de organización económica es tan perverso y tan amoral que, sin asco, el profundo recorte presupuestario que impone a diversos programas de política social, es la base para alegar mejoras en cifras macrofiscales, maquillándolas; pues sigue sin revolverse, por ejemplo, ni en lo más mínimo, el monstruosísimo pago diario de intereses obscenos de la deuda pública.
El narco y el crimen organizado están más que felices: el fracasado modelo actual de organización económica (según el manifiesto de la Iglesia Católica, que nosotros compartimos), todos los días les provee “mano de obra” más que barata. En el 2023, tuvieron por cada uno de los 200 días lectivos de ese año, prácticamente, 112 personitas a su disposición.