Una sociedad que se precie de democrática no puede prescindir de los sindicatos. Una sociedad sin sindicatos no es democrática. Tan es así que la actual Constitución Política de Costa Rica, vigente desde el 7 de noviembre de 1949, lo entendió a plenitud y lo consagró en nuestra carta magna cuando estableció en su artículo 60 que “Tanto los patronos como los trabajadores podrán sindicalizarse libremente, con el fin exclusivo de obtener y conservar beneficios económicos, sociales o profesionales…”.
Esta concepción de que hay una relación intrínseca entre Democracia y Sindicatos y entre Sindicatos y Democracia, es de tal profundidad que tanto la parte obrera como la parte patronal pueden organizarse en este tipo de agrupaciones.
Es decir, que la gente del capital y la gente del trabajo tienen el mismo derecho constitucional a la hora de defender sus respectivos intereses de clase; aunque como es lógico suponer, es la parte obrera la más débil en una sociedad como la nuestra en que la prevalencia del capital es más que notoria.
En un escenario como el de la Costa Rica de hoy, marcado por el crecimiento de la desigualdad como su problema número uno; la organización sindical de la clase trabajadora debe evolucionar desde su naturaleza tradicional (agrupamiento de personas asalariadas con empleo formal y salario fijo); extendiendo su cobertura hacia otros sectores laborales que luchan, en el día a día, para sobrevivir en los espacios de la informalidad, del cuentapropismo, del micro y pequeño empresariado.
El proceso que nos ha sido impuesto por medio del cual se pretende la destrucción de lo que se ha dado en llamar “Estado Social de Derecho” para sustituirlo por el “Estado Neoliberal de Mercado”; tiene como esencia la exclusión social y la concentración de la riqueza, de modo que, día con día, más personas de los sectores populares y de la propia clase trabajadora en su concepción más amplia, sienten que van quedando por fuera de los beneficios del crecimiento económico.
Como en una democracia, aunque sea formal, la diversidad es la tónica; en el sindicalismo tico también hay diversas formas de entenderlo y de practicarlo. La que nosotros practicamos dista mucho de pretender ser la “verdadera”, pero sí trata de entender cuál podría ser una respuesta sindical ante el desafío de la desigualdad creciente en el país que, por supuesto, es la “gente de abajo” a la que perjudica, excluye, relega y hace sufrir.
La reciente experiencia del Movimiento de Motociclistas le permitió a la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP), en la cual laboramos, llevar a la práctica un planteamiento organizacional de nuevo tipo que hemos denominado “Sindicalismo Ciudadano”; es decir, el trabajo de proyección sindical fuera de sus muros tradicionales, para llevar el mensaje, la orientación, el análisis, la organización, la conducción y la negociación, en la resolución de problemas socioeconómicos que afectan a grupos de personas trabajadoras que no tienen, no han tenido, se les ha impedido y/o no han sentido la necesidad de la organización para la defensa de sus derechos.
Esto ha sido posible gracias a la comprensión de la abrumadora mayoría de los miles de personas trabajadoras afiliadas a la organización, que han entendido que su propio destino no dista mucho de lo que le está tocando vivir a esos grupos sociales excluidos y/o a punto de serlo de los beneficios del crecimiento económico.
Junto a los motociclistas, están en desarrollo bajo esta concepción de “Sindicalismo Ciudadano”, experiencias de reivindicación en grupos sociales como los exoreros del Parque Nacional de Corcovado y Piedras Blancas; las personas trabajadoras vendedoras de lotería amenazadas por la privatización de esta actividad; la extraordinaria experiencia de los saloneros y de las saloneras víctimas de una flexibilización laboral a mansalva a punto de ser corregida; microempresarios unitarios traileros amenazados por una competencia desleal a nivel centroamericano; entre otros grupos de sectores laborales de población costarricense que, de una manera u otra, ante ese indetenible crecimiento de la desigualdad, van quedando como víctimas humanas de la misma, con rostro identificable y ya no como simple estadística.
No tenemos noción exacta de si una concepción de práctica sindical “hacia afuera”, extramuros del concepto clásico de sindicalismo (el puro corporativismo); se haya o se esté practicando en otras latitudes. No sabemos si el concepto de Sindicalismo Ciudadano esté “patentado” en otras tierras con este específico nombre o con otra denominación parecida o equivalente.
Podríamos hablar mucho más de esta temática de lo que consideramos como Sindicalismo Ciudadano. Solamente indicaremos que partimos del criterio de que las personas trabajadoras son diversas y tienen distintas dimensiones: asalariadas, no asalariadas, renumeradas, no remuneradas, públicas y privadas, del sector formal y del sector informal. Estamos hablando del grueso de lo que denominamos “los y las de abajo”.
El Sindicalismo Ciudadano parte de los intereses, necesidades y aspiraciones económicas y sociales de esta diversidad trabajadora que, ante todo, es ciudadanía; y que, por tanto, no se agota en sus relaciones laborales, sino que se expresa multidimensionalmente en muy diversos aspectos de sus vidas pero siempre luchando por un nivel de vida de mayor dignidad; y, ahora, en escenarios de creciente desigualdad, defendiéndose de las diversas formas de exclusión social que lleva en su génesis el perverso neoliberalismo. Todas estas personas forman el amplísimo conglomerado civil de “los y las de abajo”.
Nosotros pensamos que le corresponde a “los y las de abajo” ser la gente del nuevo protagonismo histórico que ocupa la Costa Rica de hoy, más necesitada que nunca de una “Revolución Ciudadana”. Nosotros queremos aportar con nuestra concepción de Sindicalismo Ciudadano en tal sentido. El agotamiento del actual sistema de partidos políticos, la decepción popular con la clase gobernante tradicional y la exclusión social en desarrollo, muestran a las claras la necesidad de que haya otra hegemonía política en el país. Ésta ha de surgir desde “los y las de abajo” cuando se vean, se sientan y expresen vocación de poder como el nuevo sujeto histórico transformador de la democracia costarricense.
Específicamente, queremos agradecer por este medio a los miles y miles de motociclistas que han apoyado el reciente movimiento; especialmente, a quienes tienen en la moto, su herramienta de trabajo, su machete, con el cual llevan comida a sus hogares; así como a quienes tienen en la moto su idóneo medio de transportación desde su casa hacia su empleo y viceversa.