Con esta frase, “Revolución Tributaria”, calificamos nosotros la envergadura, la profundidad y la imperiosa necesidad, ya impostergable, de que Costa Rica haga una TRANSFORMACIÓN TRIBUTARIA ESTRUCTURAL, así con mayúsculas.
Nosotros, desde nuestra acera social, una y otra vez, hemos insistido en el punto. Lo seguiremos haciendo. Sí, parecemos disco rayado pero para atajar el mayor flagelo nacional de la actualidad, el crecimiento de la desigualdad y el ensanchamiento de la brecha social, no hay mayor desafío que entrarle al tema.
A lo largo de los últimos años hemos formulado diversos tipos de propuestas y hemos participado en episodios de diálogo político y social que se han dado en las últimas administraciones.
Particularmente, destacamos que en la de don Abel Pacheco de la Espriella, hubo un proceso interesante, en sede parlamentaria, en dos fases: una primera para generar un acuerdo sobre un proyecto de contingencia, de emergencia fiscal que le permitió a ese gobierno tener ingresos frescos de hasta un 2% de Producto Interno Bruto (PIB), si mal no recordamos; y otro, más profundo, para cambios tributarios de mayor alcance que, incluso, fueron avalados por el mayor gremio empresarial del país. En ambos casos se trabajó para sacarle más plata a los de mayores ingresos.
Aquí, lamentablemente, el extremismo de derecha disparó contra esos acuerdos impidiendo su concreción en ley. Hoy vemos las consecuencias “libertarias” de semejante ataque a la ciudadanía.
Bien se sabe que, proporcionalmente hablando, en Costa Rica paga más impuestos quien tiene menos ingresos; mientras que quienes tienen más riqueza pagan menos de lo que debieran. A eso le llaman un sistema tributario de corte regresivo. Por el contrario, sociedades de gran integración y justicia social, con fuertes y consolidadas clases medias, como las nórdicas, tienen sistemas tributarios a la inversa, de corte progresivo.
Costa Rica debe cambiar la naturaleza impositiva que está atrofiando el desarrollo de diversas políticas sociales sumamente urgentes en escenarios de desigualdad y de alta conflictividad, corrupción y violencia. Por ejemplo, la crisis carcelaria a punto de estallar, en parte, se debe al desfinanciamiento sistemático y a la carencia de ingresos frescos para atenderla. La niñez en riesgo social que se atiende en los CEN-CINAI, debería tener a su favor más recursos públicos para elevar su impacto y no tener la política pública que andarle mendigando al empresariado que le financie las tales “redes de cuido” que no es más que una forma de privatización de este estratégico servicio público.
Como vemos, la imperiosa necesidad de esa “Revolución Tributaria”, de la Transformación Tributaria Estructural que ocupa nuestra Patria, es más que evidente con tan solo los dos ejemplos mencionados.