Sin duda alguna, ocurrió un terremoto político en las elecciones presidenciales y diputadiles del pasado domingo 4 de febrero. La nueva configuración del escenario político-partidista del país y su expresión concreta en el futuro Parlamento plantea un gigantesco desafío para la multiplicidad de sectores y organizaciones de lo que se conoce como la sociedad civil organizada, especialmente las agrupaciones populares de diverso orden y ejes temáticos de lucha, como los sindicatos, pero no las únicas.
Con el abstencionismo más alto de las últimas votaciones y con elecciones de segunda ronda que prometen, lamentablemente, mayor intensidad polarizante; los llamados de acuerdo nacional, de unidad nacional, se están multiplicando en las últimas horas.
La apuesta por un gabinete multipartidista que se está ofertando en estos momentos se promueve como solución mágica para un sistema de partidos políticos en tránsito de lo desprestigiadamente viejo a lo incógnito de lo nuevo; considerando que las principales filosofías ideológico-políticas de nuestra tradición histórica como nacionalidad costarricense prácticamente se quedaron sin albergues partidarios realmente legítimos y con autoridad para reivindicar para sí mismos esos diversos pensamientos de visión de mundo.
La socialdemocracia busca sitio en dónde acomodarse, luego de su desalojo de su histórica casa y ahora arrimada a otra que no termina de decidirse a albergarle en serio.
El Humanismo Cristiano quedó en la calle por las duras pugnas personalistas que le dejaron al garete, pese a todo el potencial revitalizador que está generando el pensamiento social del papa Francisco y que podría haberles catapultado como opción sincera en pro del bien común.
La expresión política contemporánea de la izquierda, al dispararse en el pie con sus trifulcas parlamentarias de estos últimos cuatro años legislativos, queda en un limbo existencial, pendiente del éxito de una gestión diputadil individual en un entorno de altísima adversidad política.
Y, hasta las tiendas de eso que llaman liberalismo-libertario quedaron en ruinas político-partidistas, quebrado por deudas morales y financieras.
Mientras pasan los procesos “mea culpa”, refundaciones, revisiones ideológicas, congresos autoflagelantes para retoma de principios y similares; los grandes temas pendientes del ideario neoliberal parecen, ahora sí, tener casi vía libre para materializarse luego de muchos años de no poder derribar el valladar de la resistencia cívico-popular.
La conformación de la nueva Asamblea Legislativa muestra un potencial decisorio y de mayoría casi que aplastante en favor de tesis políticas y de iniciativas de ley que, no necesariamente, van a favor del interés común, de la inclusión social y de combate frontal a la creciente desigualdad.
Evidentemente, el impulso de un acuerdo nacional y/o a un Gobierno “multipartidista” esencialmente se está conceptuando entre las entidades conocidas como partidos políticos: los viejos, los no tan viejos y los de reciente inserción prácticamente abrupta que están conmocionando al país.
Y es aquí donde emerge la realidad adversa para los sectores sociales de diverso orden que tenemos en nuestras agendas de lucha muchos ejes temáticos precisamente centrados en la defensa de la institucionalidad heredada del llamado Estado Social de Derecho; en el tema de la desigualdad, la exclusión y el desempleo; en el tema fiscal-tributario, tan intoxicante por estos tiempos; entre otros.
¿Cómo responderemos los sectores sociales y populares a esta nueva configuración político-partidista de tanta complejidad, pero de tanta oportunidad política para hacer avanzar las agendas macroeconómico-fiscalistas que potencian el desarrollo del capital y debilitan la dignificación del trabajo…?
¿Cómo quedaremos en la eventualidad de un acuerdo nacional y/o un gabinete multipartidista, si es que lo uno o lo otro se impone a partir del próximo 1 de mayo, y conociendo ya cómo quedó la segunda ronda de elección presidencial? ¿Podemos sentarnos, juntarnos para la construcción de un acuerdo de sectores sociales y populares y visibilizarnos ante el sistema político-partidista ya reconfigurado para la gestión parlamentaria-ejecutiva que se nos viene encima y que no es tan adversa…?
Al respecto, tan solo este dato debe motivarnos para pensar seriamente en ello.
Si bien es cierto, la opción presidencial para segunda ronda que quedó ubicada en el primer lugar, en términos absolutos, es únicamente el 15% del total nacional del padrón electoral, hay un hecho real que no podemos desconocer y es que, de los 30 cantones con menor índice de progreso social, ocupó el primer lugar de la votación válidamente emitida en 27 de ellos.
Parecen ser los cantones que más están dramatizando la desigualdad y la exclusión. Los más olvidados de las políticas públicas, especialmente las obrero-sociales. Más allá de la cuestión religiosa, la opción presidencial hasta ahora más favorecida, fue la que se hizo eco del “grito de los excluidos” en esos 30 cantones. Nos preguntamos: ¿Hay en estos 30 cantones organización civil distinta a la evangélica tan inteligentemente aprovechada electoralmente hablando? ¿Hay en ellos agenda civil-popular en temas de empleo y desempleo, de trabajo decente, de protección a los microemprendimientos agropecuarios, salarios mínimos, fuentes de agua, economía social y similares…? En realidad, son descomunales las tareas que desde la perspectiva de la organización popular se ven en el horizonte, que ya nos dieron en la cara…