Llover sobre mojado

Es por esa razón que en esta primera columna de 2007, cuando todavía palpitan los buenos propósitos de inicio de año, conviene reiterar algunos conceptos sobre la estrecha vinculación que debe existir entre las políticas económicas y las sociales, aunque resulte llover sobre mojado.

• Las políticas económicas y sociales, ya sea en forma directa o indirecta, tratan de alcanzar un mismo fin: el desarrollo de las potencialidades del ser humano y un mayor bienestar para las personas. Debe ser evidente, por lo tanto, que la política económica tiene implicaciones sociales y que la política social tiene repercusiones económicas de una profundidad que no puede desconocerse o minimizarse.

• Las políticas económicas son erróneamente consideradas como prioritarias, por lo que la formulación de la política social tiene que hacerse dentro de un marco macroeconómico preestablecido que presta poca atención a los problemas de distribución y bienestar. Esta situación es responsable de que los planteamientos monetarios, comerciales y fiscales no generen el adecuado apoyo social.

• La política social no debe verse solamente como una acción compensatoria y subsidiaria del crecimiento económico, sino que el esquema de desarrollo debe ser propicio y conducente a la solución integral de los problemas sociales. En ese sentido es necesario asegurar su compatibilidad con metas que beneficien a la mayoría de los ciudadanos.

• Los programas sociales específicos destinados a mejorar las condiciones de vida de los más necesitados no constituyen por sí solos respuestas definitivas para asegurar un desarrollo social sostenido. En consecuencia, es preciso vincular muy cuidadosamente los objetivos de bienestar social con los económicos, en lugar de provocar un enfrentamiento entre ellos.

• La visión de lo social no debe responder a criterios netamente asistencialistas, ni ser un conjunto de acciones focalizadas de carácter compensatorio y subsidiario. Debe ser más bien una visión que busque modificar los factores estructurales y alterar las relaciones de los diversos estratos socioeconómicos con la estructura productiva, a fin de lograr una distribución más equitativa del producto social.

De esta manera, la lucha contra la pobreza y la marginación social, así como la reducción de la desigualdad, deben ser parte integral de una estrategia de desarrollo donde se entrelacen, de manera indisoluble, lo económico y lo social.

El gasto público no es el único instrumento idóneo para hacer política social. Es indispensable que en los criterios que se adopten para fomentar la producción y el empleo, para establecer las cargas tributarias y para intervenir en los mercados imperfectos de bienes y factores, se tome en cuenta el impacto distributivo que esas medidas tienen sobre los distintos grupos de la población.

No debe perderse de vista que el desarrollo es mucho más que estabilidad y crecimiento. El concepto de desarrollo conlleva criterios de equidad en la sociedad y de calidad de vida para las personas. Implica también la posibilidad de la realización individual en un clima de paz, libertad y participación democrática.

1/5/2007

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