A propósito de la reelección de Correa

Nosotros estamos muy emocionados con el triunfo electoral, rotundo y contundente, del actual Presidente de la hermana república latinoamericana de Ecuador, Rafael Correa Delgado, quien fue reelecto para un nuevo período al mando de dicho país hasta el año 2017.

Y como si tal triunfo presidencial no fuera ya de por sí abrumador, 60%, obtuvo él una calificada mayoría parlamentaria, lo cual le permitirá seguir impulsando políticas públicas y leyes que, definitivamente, terminarán cambiando, radicalmente, a la sociedad ecuatoriana. Desde esta columna, saludamos al pueblo hermano de Ecuador y felicitamos a su distinguido presidente Correa.

¿Por qué nuestra emoción y nuestra alegría? El triunfo del Presidente Rafael Correa Delgado, potencia, reafirma, consolida una tendencia política a nivel latinoamericano (marcadamente en la parte sur del continente), que ha abandonado como ejes rectores de las decisiones de política pública, los dictados del tristemente célebre “Consenso de Washington”; conjunto de recetas de inspiración neoliberal que le fueron impuestas a nuestros países latinoamericanos por organismos financieros internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y más recientemente la Organización Mundial de Comercio (OMC); y, a nivel regional, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

El movimiento político que ha venido liderando en Ecuador, su prestigioso Presidente, don Rafael Correa, tiene los mismos valores inspiradores, en términos generales, que motivan el accionar de otros presidentes latinoamericanos de los actuales momentos de la historia de nuestra Patria Grande. Hugo Chávez Frías, en Venezuela; Evo Morales Ayma, en Bolivia; Daniel Ortega Saavedra, en Nicaragua; José (“Pepe”) Mujica Cordano, en Uruguay; Cristina Fernández, en Argentina; y hasta Dilma Rousseff, en Brasil; están promoviendo un conjunto de políticas públicas que fomentan la integración, la equidad y la movilidad sociales; que impulsan la integración de la América Latina; que plantean acciones en política internacional sin “pedirle” permiso a los Estados Unidos; que luchan por un nuevo orden internacional; y que, potencian conceptos como la soberanía y la seguridad alimentarias, amén de que estos gobernantes luchan para que las riquezas naturales de sus países (como las minerales, gasíferas, petrolíferas), generen dividendos para su distribución con base en la promoción del bien común y en la reivindicación plena de “los y las de abajo” de sus respectivos pueblos.

Uno de los aspectos más interesantes y de mayor relevancia de estos procesos de cambio en los indicados países hermanos latinoamericanos, tiene que ver con las estrategias seguidas por sus nuevos líderes políticos y los movimientos que los han respaldado.

Han logrado la construcción de una articulación de fuerzas político-partidistas, sociales y cívico-ciudadanas de nuevo tipo; impulsándose procesos desde abajo, desde la base social misma que había venido soportando la exclusión, para avanzar hacia arriba; derribando las estructuras sistémicas tradicionales, en todo o en parte, pero que desplazaron las viejas estructuras hasta ese entonces vigentes, de todo tinte ideológico.

No sabemos si estamos en lo correcto cuando hablamos de que todos estos mandatarios y mandatarias y sus correspondientes soportes políticos sustentadores de los procesos de cambio que están impulsando, podría darnos fundamento para hablar de una nueva izquierda latinoamericana; pero de lo que sí estamos convencido es de que, con honrosísimas excepciones, la vieja izquierda de este continente (la “jurásica”, de la cual en nuestro país todavía quedan ciertos espernibles especímenes), quedó rebasada con estos nuevos aires de cambio de los procesos como los de Correa, en Ecuador; de Chávez, en Venezuela, de Morales, en Bolivia, para citar tres de los más paradigmáticos que estamos presenciando en la Latinoamérica de hoy.

Una de las claves parece ser que encontraron la fórmula de generar ilusión en grandes segmentos de sus propios pueblos que habían venido siendo totalmente excluidos y ya no solamente explotados; ilusión que les llevó a la movilización social primero y luego electoral, como para instaurar nuevas hegemonías políticas distintas a la de corte neoliberal y profundamente amplias con gran respeto para la diversidad.

Con lo poco que hemos conocido y leído de esos procesos, nos queda claro que los esquematismos de la añeja izquierda “clásica”, hundida en el lodazal del sectarismo aunque completamente asimilada sistémicamente hablando, a la vieja estructura de poder; jamás hubiera posibilitado el surgimiento de fenómenos sociopolíticos como pueden conceptuarse varios de esos procesos latinoamericanistas de nuevas estrategias para la integración y la inclusión sociales, con posiciones soberanistas hacia la obtención de la segunda y real independencia.

Llama la atención que la propiedad privada no ha sido abolida en estos países, a excepción de ciertas nacionalizaciones que se consideran estratégicas para desarrollos económicos y sociales de nuevo tipo; y la actividad empresarial privada ha quedado sujeta a fuertes controles fiscales y nuevas obligaciones tributarias.

Por otra parte y en el orden de los valores culturales de estos pueblos en procesos de cambio, también llama poderosamente la atención la incorporación de orientaciones de política pública que se fundamentan en el Humanismo Cristiano, como en el caso de Nicaragua y la nueva experiencia revolucionaria que están viviendo, a la cual conceptúan como “Cristiana, Socialista, Solidaria” (algo que los dinosaurios catacúmbicos de cierta “izquierda” tica jamás entenderían).

Para nosotros, como creyentes en Dios, Nuestro Señor, Cristo Jesús, queda claro que la lucha por la justicia social inspirada en valores socialistas en nada está reñida con los más eternos valores de las enseñanzas de Jesucristo en su paso por la tierra, y en escenarios de libertad y de democracia directa y participativa.

Pareciera que aquí, en Tiquicia, y en el seno de los diversos pensamientos progresistas mucho nos falta por aprender de tales procesos de cambio que vemos desarrollarse en esos países.

Somos del criterio de que si bien es cierto en nuestro país está el potencial, la “materia prima” para impulsar un movimiento político-estratégico que nos abra el camino hacia una nueva hegemonía (la de la inclusión y la integración sociales y la del retorno total de la política del bien común); muchas actitudes electoralistas de corto plazo con fuerte ingrediente personalista, impiden la construcción de las bases para impulsar un real movimiento de largo alcance que cambie las actuales estructuras sistémicas centradas en los negativos valores asumidos por una minoría que potencia, elección tras elección, el crecimiento de la desigualdad y la exclusión. Y nada pareciera indicar que con las elecciones presidenciales y diputadiles del 2014, las cosas serán diferentes. Así estamos… Por ahora, ¡a seguir luchando!

Un comentario en «A propósito de la reelección de Correa»

  • Me parece muy bien. Desgraciadamente nos falta mucho más pensar en «país» no como lo usa la politica tradicional para llegar al poder, si no bajo el consenso de intereses que agrupen las mayorias de este país, pero somos tan de «cultura personalista» que los que se meten en política con gran capacidad de hacer cambios y ser opción política caen en el mal de defender los intereses personales volviendose ante la sociedad «no creibles» y es cuando la politiqueria tradicional retoma fuerza…hay que superar este mal por Dios, bien lo resume don Albino en el párrafo «muchas actitudes electoralistas de corto plazo con fuerte ingrediente personalista, impiden la construcción de las bases para impulsar un real movimiento de largo alcance que cambie las actuales estructuras sistémicas centradas en los negativos valores asumidos por una minoría que potencia, elección tras elección, el crecimiento de la desigualdad y la exclusión.

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