El pasado lunes 4 de noviembre de 2013, una pequeña delegación de dirigentes sindicales de las agrupaciones Frente Interno de Trabajadores y de Trabajadoras del Instituto Costarricense de Electricidad (FIT-ICE) y de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP), hicimos una visita, en formato de mitín, a las “modernas” instalaciones de la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep), ubicadas en la exclusiva zona de Guachipelín de Escazú, ocupando parte de un gran edificio muy a tono con la lógica globalizadora neoliberal de los entornos de negocios, altamente cerrados y herméticos, con seguridad humana y tecnológica.
No habíamos tenido el “placer” de conocer el nuevo edificio de la Aresep (para darnos cuenta luego de que colinda, prácticamente, con las instalaciones, no menos “modernas”, de la Superintendencia de Telecomunicaciones Sutel).
Ambas entidades, de inobjetable carácter de servicio público, se ubican compartiendo espacio (globalizado) con entes de negocios financieros privados de altos quilates y en diversas manifestaciones. ¡Ay carajo!
Nuestra visita se dio en el marco del evento de calle que las mencionadas agrupaciones sindicales y otras entidades sociales, venimos convocando para este próximo lunes 11 de noviembre de 2013.
Como ya sabemos, hay un clamor generalizado de rechazo a la pretensión que la Aresep tramita, para que pasen a aumentar los recibos de luz de nuestras casas, en porcentajes del 11% o más; pues se tiene que reponer la astronómica cantidad de 65 mil millones de colones que los grandes consumidores de electricidad no quieren seguir pagando, dado que están pidiendo que les rebajen sus corporativos recibos de luz hasta en un 39%, pese a que ya vienen disfrutando de tarifas “preferenciales” desde hace bastante tiempo.
Según los entendidos en la materia y por esas tarifas “preferenciales”, proporcionalmente hablando, el kilovatio-hora que se nos cobra en el recibo de la luz, le sale más barato a uno de esos grandes consorcios corporativo-empresariales, que lo que vale para los vecinos de Hatillo o de otras populosas comunidades urbanas y rurales.
La visita a la Aresep, que inútilmente se pretendió que no la materializáramos al impedírsenos el acceso grupal, fue para dejar muestra cívica de esa gran molestia ciudadana que esperamos sea apoyada por usted.
Tomemos en cuenta que la desigualdad tiene muchas manifestaciones y dentro de éstas, la posibilidad de que el pueblo tenga acceso a los diversos servicios públicos, viene deteriorándose al punto de que, es bien cierto que en los hogares de la clase trabajadora, en el día a día, se generan controversias familiares para recudir el alto costo de la luz.
Discusiones por un bombillo que quedó encendido, por la ducha de agua caliente, por encender dos discos o solamente uno en vez de que usen los tres de la cocina a la vez, por la luz del corredor que quedó prendida, etc., etc.
Usted sabe de qué estamos hablando al mencionar estas circunstancias, pues hay preocupación constante de que no se gaste más en luz.
En verdad, la Aresep no debería estar en Guachipelín de Escazú, hoy por hoy una zona que refleja el crecimiento de la desigualdad en el país y donde personas y entidades adineradas han venido perfilando un estilo de vida que muestra el camino de la exclusión que el país viene transitando, por el proceso sistemático de concentración de la riqueza en desarrollo.
Tómese en cuenta que las decisiones de la Aresep producen serios impactos económicos y financieros en los hogares de toda la clase trabajadora, asalariada y no asalariada, de ingresos medios y bajos y de cero ingresos.
Cuando la Aresep aumenta el agua, la luz, el pasaje de bus, los combustibles, golpea los bolsillos de la inmensa mayoría de la población, cuyos ingresos no crecen en proporciones reales como para no sentir impactos negativos en las finanzas hogareñas.
La Aresep debería estar en un lugar de fácil acceso a los sectores populares y a sus representantes civiles.
La han ubicado en un lugar de “high class”, como para que la gente pobre desista de ir hasta su sede y acepte dócilmente los aumentos de tarifas que la Aresep continuamente nos receta.
La visita que realizamos a la Aresep se concibe dentro del concepto de la Democracia de la Calle. Hoy por hoy, ante el descrédito ciudadano creciente por una institucionalidad pervertida debido a las políticas de ataque a las mayorías, la Calle, así en mayúscula, viene a ser un escenario más que perfecto y legítimo para encontrar alternativas democráticas de participación ciudadana activa en pro de la recuperación estratégica de la cosa pública para el bien común.
Este lunes 11 de noviembre, no importa que en la Calle estemos diez, que estemos cien, que estemos mil, que estemos diez mil… En la Calle nos hemos sentir en una verdadera audiencia pública de cara a la Aresep y su lejanía, física e institucional, del sentir del pueblo; más que exhausto por lo cara que está la luz y otros servicios públicos que la Aresep “regula” (más bien, aumenta) todo el tiempo.
En este caso de las tarifas de luz que nos quieren subir, tenemos este lunes 11 nuestra propia audiencia, la audiencia de la Calle, para que la Aresep nos escuche allá, desde el Olimpo de su ubicación selecta.