Albino Vargas Barrantes, Secretario General ANEP
De hoy en ocho, miércoles 15 de setiembre, Costa Rica (y nuestras hermanas naciones centroamericanas de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua), llegan a los 200 años de vida “independiente” con respecto al entonces decadente, por esos años (1821), del imperio español. Hablamos del llevado y traído Bicentenario.
Pero, ¿y cómo nos tienen, aquí, en Costa Rica, los sectores hegemónicamente dominantes, a la llegada del Bicentenario? Creemos que conviene puntualizar, con el fin de que nos hagan reflexionar, de manera crítica, en el marco de la conmemoración del Bicentenario, cuáles son los aspectos políticos, socioeconómicos, ecológicos y culturales que muestra la realidad de nuestro país en estos momentos.
Los citaremos como se nos vienen a la mente al momento de escribir este comentario, pero es que sentimos una enorme obligación ético-moral de disentir de la fanfarria patriotera, de falso civismo, que ha venido vendiéndosenos por estos días como si estuvieran en un paraíso terrenal de felicidad total.
Llega el Bicentenario y nos encuentra con una Costa Rica en proceso acelerado de polarización desde el punto de vista de concentración de la riqueza: cada vez son menos los que tienen más, por un lado; por otro, cada vez son más los que tienen menos. La clase media, sostén de la democracia en los mejores tiempos de ésta, está en desaparición.
Llega el Bicentenario y nos encuentra con un sistema tributario perversamente corrupto. Su naturaleza de profunda injusticia, se ha hecho más crónica desde que en la actual gestión gubernativa se impuso un ajuste fiscal en contra de los y las de abajo, para favorecer a los y las de arriba; acostumbrados éstos a evadir sus responsabilidades tributarias, a eludirlas, a escamotear su pago y a mantener mucho capital fuera de nuestras fronteras, en paraísos fiscales.
La anterior circunstancia ha venido consolidando el peso político de la plutocracia (el grupo de los más ricos dentro del segmento de los ricos), al punto de imponerle a la sociedad una ideología fanática en materia de fiscalidad; llevándonos al extremismo peligroso de, por ejemplo, la preponderancia absoluta del pago abusivo y extorsionante de los intereses de una deuda pública impagable, contra toda racionalidad de salvaguardar programas sociales que con gran necesidad ocupan grandes segmentos de la población afectados, de un modo u otro, precisamente por esa ideología fanática en materia de fiscalidad.
Dentro de este tétrico escenario de la institucionalidad que fuera diseñada, en otro momento de nuestra historia, para la inclusión y la movilidad sociales, hoy emerge con terrorífico poder destructivo la tal regla fiscal, misma que fuera aprobada con la ley del combo fiscal, en 2018, por parte de la actual Asamblea Legislativa: la más anti-obrera y desde la fundación de la denominada “Segunda República”, en 1949, dado su arrodillamiento ante el poder de la plutocracia.
Esta circunstancia se conecta con la dura realidad sufrida por los sectores mayoritarios de la población costarricense, al tener el mandatorio más impopular y más detestado desde que se tienen registros de opinión; criterios ciudadanos desdeñados con la grotesca frase de que él no gobierna para las encuestas. ¡Cierto! Ha venido gobernando para la plutocracia y en acuerdo con los partidos políticos operativo-funcionales a la misma: Liberación, Unidad, PAC y los religiosos.
Llega el Bicentenario con una amplia presencia político-delictiva del crimen organizado y del negocio del narcotráfico avanzando en el control social-territorial de una manera espeluznante; y, por el contrario, unos cuerpos policiales debilitados, mal pagados, agredidos salariales con dramáticos casos de hambre familiar y gran precariedad de existencia.
Llega el Bicentenario que tiene a la clase trabajadora con “suerte” de tener empleo formal y salario fijo, con su ingreso congelado, precarizado y altamente endeudado. Además, con un fuerte ataque empresarial al salario mínimo, al que se le quiere imponer una reducción de, al menos, el 10%, para así incrementar los niveles de explotación obrera, por una parte; y, por otra, la orgía de acumulación desenfrenada de capital en que está la plutocracia gobernante.
Llega el Bicentenario con, prácticamente, la mitad de la Población Económicamente Activa (PEA), en el desempleo, en la informalidad, en el cuenta-propismo, en el “come cuando hay”, al margen de la Seguridad Social.
Llega el Bicentenario con la crisis educativa más profunda desde la promulgación de la Constitución Política de 1949, con un deterioro sistemático que ya venía dando señales perversas desde antes de la llegada de la pandemia; tratando de justificar la plutocracia ese magno retroceso, echándole la culpa a los movimientos sociales de los años 2018, 2019 y 2020, por una parte; y, por otra, con lo del covid. Tendremos una generación de gran pobreza intelectual en el futuro inmediato.
Llega el Bicentenario a la tierra que proclamó ante el mundo tener el 25% de su geografía como áreas de conservación; pero, hoy, sus parques nacionales son guarida al narco y del crimen organizado, coto de la caza furtiva, con un equipo humano de protección al borde de la extinción para facilitar la privatización de nuestra herencia ecológica.
Llega el Bicentenario con ausencia total de políticas urgentes y visionarias en materia de soberanía y seguridad alimentarias, las cuales se supone que deben tener un carácter estratégico ante riesgos de hambrunas en medio del severo proceso de deterioro del planeta producto del cambio climático para el cual, tampoco, hemos tomado previsiones como nación y como sociedad. Entonces, ¿podemos conmemorar este Bicentenario como si todo estuviera “normal”?…