La política exterior costarricense y la parte más importante de la misma, la cuestión comercial, amerita en la nueva administración por iniciarse, mayor creatividad, autonomía y diversificación.
Recordemos que el hoy Presidente electo, don Luis Guillermo Solís Rivera, en su condición de ciudadano consciente de los desafíos nacionales que ha provocado el neoliberalismo en el país, estuvo identificado en aquel momento con el “No al TLC”; y hoy, en su nueva situación, habla de que esos TLC’s neoliberales, han estado “mal administrados”.
En el caso específico del TLC que nos fuera impuesto con los Estados Unidos, su entrada en vigencia llegó en el momento más crítico de la economía gringa de las últimas décadas, cuando se dio la quiebra del banco Lehman Brothers y el estallido de la burbuja inmobiliaria; iniciándose así una catástrofe económica en ese país de la cual todavía no se repone y que ha arrojado consecuencias sociales devastadoras de las cuales en nuestro país solamente hemos podido tener noción a través de “pinceladas” mediáticas. Y vean ustedes que por ese tipo de TLC’s (entre otras razones), hoy somos una sociedad más desigual que la que había antes del 2007.
Al respecto, nos llamó la atención la realización en nuestro país, los pasados días 10 y 11 de abril, de una reunión de los ministros de Economía, de Comercio y de Industrias de los países que conforman la recientemente fundada Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC); entidad continental de la cual Costa Rica ostenta en estos momentos su presidencia rotativa. La CELAC, como su nombre lo indica, no incluye a países como Estados Unidos y Canadá.
En tal evento (que no tuvo mayor cobertura mediática), se planteó la idea de la conformación de un mercado común integrado por los estados integrantes de la CELAC, de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA), los del Mercado Común del Sur (Mercosur); así como los estados conformantes de la entidad regional de energía Petrocaribe, y de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). La propuesta la hizo Venezuela.
A nosotros nos parece que el nuevo Gobierno debe mirar con buenos ojos, liberándose de los prehistóricos atavismos ideológicos, esta iniciativa; y considerar que ese mercado común, de materializarse, sería una extraordinaria posibilidad de posicionamiento de varios de los más importantes sectores productivos nacionales con vocación exportadora, pequeños y medianos, para aumentar las posibilidades de empleo en nuestro país ante la eventual seguridad de esos nuevos mercados, en situación de integración regional latinoamericana que ofrecen otras condiciones para el intercambio de productos y de servicios.
Estaríamos generando así una reducción de una dependencia exportadora de alcance restringido y de posibilidades cada vez más inciertas, pues (como indicamos arriba), Estados Unidos no sale del hueco en que está sumido desde el 2008-2009; y la Unión Europea (UE), se acerca a algo parecido, sino no lo está ya del todo.
Mantener abierta la posibilidad de “mirar al Sur”, con sentido estratégico y con nuevos ojos que posibiliten una visión más amplia, debe ser parte del “cambio” que se ha venido ofreciendo. Es más, resultaría un contrasentido quedarse fuera de un ámbito de comercio tan grande como podría ser ese mercado común, a sabiendas que los tradicionales consorcios transnacionales no renunciarían a él al verlo como una nueva “oportunidad de negocios”.