El comentario siguiente es el pronunciamiento oficial de la Seccional ANEP-JOVEN y de la Secretaría de Juventud de la Junta Directiva Nacional (JDN), de la ANEP, en el Marco del Día Internacional de las Juventudes.
El Día Internacional de las Juventudes surgió en el año 1999, cuando la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), siguiendo las recomendaciones de la Conferencia Mundial de Ministros de la Juventud (Lisboa, 1998), designó el 12 de agosto como el Día Internacional de la Juventud.
La fecha busca resaltar el esfuerzo de los gobiernos y de las sociedades en promover el papel de las juventudes como actores sociales en los procesos de cambio; y generar un espacio de análisis, debate y concientización sobre los desafíos y problemas a los que éstos se enfrentan.
Este día, adicionalmente, busca celebrar y dar voz a las juventudes, a sus acciones y a sus iniciativas. Además, destaca el compromiso de las personas jóvenes en la vida y en los procesos políticos, culturales, económicos y sociales de nuestros países.
Actualmente la participación de las personas jóvenes se convierte, desde las diferentes formas de organización, en un instrumento capaz de fortalecer la democracia y buscar la justicia social.
La sociedad actual nos marca una serie de preocupaciones y desafíos, destacándose la circunstancia de que, justo las personas jóvenes se convierten en uno de los sectores vulnerables no sólo en el acceso a derechos, sino en el ejercicio pleno de sus deberes.
El desempleo juvenil, el aumento de la informalidad y la precarización laboral, así como la violación tácita de los derechos laborales, hacen que el acceso a oportunidades reales de trabajos decentes, estén siendo amenazados por la transformación de los modelos económicos que se han venido implementando en nuestra región.
La lucha contra la desigualdad, así como el creciente aumento de las brechas sociales, incluyendo la violación a los derechos humanos, coloca sobre el escenario sociopolítico el debate respecto del modelo de sociedad que queremos las personas jóvenes.
En ese sentido, la efervescencia de los malestares sobre el derecho de trabajo, la protección de la seguridad social, la defensa de los servicios públicos y los derechos humanos integrales; así como, la protección del ambiente, la reactivación económica solidaria, la justicia tributaria y la construcción de un modelo educativo bajo un enfoque crítico, plantea la necesidad del diálogo social, realmente efectivo y verificable, por encima del lucro.
Las personas jóvenes somos agentes de cambio, por ende, no sólo basta con alzar la voz; sino con ejercer nuestro derecho real de participación y marcar la diferencia, desde la construcción no sólo de alianzas y de unidad, sino en la incidencia sobre la política pública.
Las juventudes somos el presente, y en ese sentido, tenemos una responsabilidad para, por un lado, fortalecer nuestras democracias; por otro, defender las conquistas y legados que durante la historia nos han heredado.