Albino Vargas Barrantes, Secretario General ANEP
Poco más de millón y medio de compatriotas, con pleno derecho cívico a votar en las pasadas elecciones presidenciales de segunda ronda, no fueron a votar: el 44%, la cifra más alta de abstencionismo de las últimas seis décadas.
Aunque el candidato ganador, ahora Presidente electo, don Rodrigo Chaves Robles, obtuvo un millón de votos, el “partido abstencionista” superó el caudal electoral del nuevo mandatario en un 50%. Es el abstencionismo, por tanto, el verdadero ganador de las elecciones presidenciales del 2022.
Es imposible que el fenómeno abstencionista no se aborde con la gravedad que reviste y deje de asumirse como un dato meramente estadístico de preocupación coyuntural.
El abstencionismo tiene diversas explicaciones sociopolíticas y hasta económicas, sin duda alguna.
El alto abstencionismo en las pasadas elecciones presidenciales de segunda ronda de este domingo 3 de abril, marca que sigue creciendo la distancia entre el estamento de la clase política gobernante y todos sus partidos, con la gente gobernada, los y las de abajo.
Dato más que relevante es que el abstencionismo se marca de manera más dramática en zonas geográficas del país mayormente afectadas por la exclusión económica y social, en sus distintas expresiones; tales como, alto desempleo, precariedad salarial, violaciones de Derechos Humanos, vivienda en condiciones indignas, deterioro de la calidad de los servicios públicos, altísimo costo de la vida por la transportación de mercancías, entre otros flagelos sociales de la otra Costa Rica; la que nos es la de la Gran Área Metropolitana (GAM), aunque dentro de ésta los males de esa otra Costa Rica se muestran, también de manera dolorosa, en la marginalidad urbana.
Al considerar el abstencionismo en crecimiento tenemos que asociarlo con la imposición de un modelo económico centrado en los valores del mercado como objetivo estratégico, de tal suerte que las políticas sociales de integración han venido siendo arrinconadas, desfinanciadas, segmentizadas, al punto de conceptuarlas como muy cercanas a una institucionalización de la caridad como política pública.
En tal sentido, el abstencionismo tiene un fuerte contenido ideológico pues el ejercicio democrático de la elección de las autoridades supremas del país, no le da tal posibilidad, en sentido real, a quien solamente está centrado en el día a día de la dura sobrevivencia de la pobreza y de la estrechez económica.
Ideológico pues el todo mercado–nada Estado solamente ocupa de las formalidades electorales para la elección de su nuevo cuerpo operador en la gestión ejecutivo-legislativa de la cosa pública, bastándole para ello una porción del padrón electoral para renovar su legitimación y seguir en la hegemonía económica de la acumulación de capital y de concentración de la riqueza.
En tal sentido podemos afirmar que el abstencionismo seguirá creciendo en la medida en que el modelo neoliberal del todo mercado-nada Estado siga avanzando, lanzando cada vez a más personas al abismo de la marginación de la distribución de los beneficios del crecimiento económico.
Otra parte del abstencionismo tiene que ver con las injustas reglas del juego electoral que facilita la participación en la medida en que se tenga respaldo financiero, de tal manera que, como lo acabamos de ver en esta elección, solamente avanzan aquellas propuestas partidarias que logren apoyo millonario. El sistema electoral costarricense no es verdaderamente democrático.
En síntesis, el abstencionismo va de la mano de un modelo económico que ha matado la movilidad social y de un sistema electoral donde es el gran capital el que determina la participación político-partidista.