Surge actualmente en el seno de la sociedad costarricense un debate ideológico por la fuerte necesidad que tiene el Estado de sancionar los delitos, por la aplicación racional de las penas y por lograr los fines que se persigue con ella; de igual manera, la responsabilidad que recae sobre el país de darle solución al serio problema del hacinamiento carcelario. Estos factores y el temor del pueblo ante el incremento desmedido de la criminalidad, es lo que enriquece la disparidad de criterios.
El dilema presente nos refiere a una polarización de planteamientos, volviendo a una vieja discusión entre el “garantismo penal” y el “populismo punitivo”. Este último, se identifica plenamente con el derecho y el dolor de las víctimas, sostiene como postulados las altas penas, “cero tolerancia” y “mano dura” contra los delincuentes.
El populismo punitivo es utilizado en el discurso de algunos actores políticos como estrategia electoral, se aprovechan del temor que el pueblo siente hacia la inseguridad y dicen precisamente lo que la gente quiere escuchar para ganar aceptación, aunque estén lejos de resolver el problema. De igual manera, goza de la simpatía de ciertos medios de comunicación que necesitan vender sus productos “informativos”.
Por otra parte, el “garantismo” penal parece responder al Estado de Derecho, es de aceptación en el seno de los teóricos en materia penal ( no de todos) y defiende el uso limitado del Derecho penal, es decir, que la intervención punitiva sea racional, justa y proporcional.
Se le critica al “garantismo” ser muy permisivo, darle relevancia al derecho de los delincuentes y convertirse en una herramienta casi abolicionista de las leyes.
Más allá de ser partidario de una o de otra posición, considero prudente buscar un equilibrio en el que se pueda defender la inherente dignidad de todas las personas; es necesario pensar en alternativas penales que sean diferentes a las que tradicionalmente se han aplicado y que no son extrañas a nuestro ordenamiento jurídico.
Respecto de la pena privativa de libertad, ésta no ha conseguido los fines de reinserción propuestos, no se ha logrado con ella una adecuada prevención especial ni general, es decir, se están llevando más personas a la cárcel y la criminalidad sigue en aumento. De manera que, estamos en una encrucijada que demanda la búsqueda de nuevas alternativas y el trabajo en conjunto de diferentes actores de la sociedad.
La construcción de más y mejores espacios carcelarios nos lleva a pensar en una alternativa inmediata pero, esta opción no soluciona el problema de hacinamiento, por el contrario, si no se hace acompañar de una buena política social, si no se modernizan las bases legales y si no se legisla al respecto, seguiríamos llenando esos espacios. No obstante, es una posibilidad responsable, aunque reitero, no eficaz.
El hacinamiento carcelario es un problema serio, que afecta negativamente a las personas privadas de libertad y sus familias, al cuerpo de seguridad, al equipo técnico y profesional, y al grupo social al que pertenecen. Por eso, se debe pensar en alternativas que sean compatibles con el tipo y gravedad del delito, con la personalidad y los antecedentes del delincuente, sin que esto signifique, olvidar la protección de la sociedad.
En otras palabras, de acuerdo con el carácter universal de los Derechos Humanos y el grandioso Principio de Igualdad, toda decisión que se tome respecto del tema carcelario, debería considerar la necesidad de rehabilitar al delincuente, darle protección a la sociedad y defender también, los intereses de las víctimas.
Por otra parte y no menos importante, es poder incluir en el debate, el tema de los derechos humanos de los policías penitenciarios. Estos hombres y mujeres que ocupan los puestos de la eterna exclusión y que literalmente son escudos humanos en las cárceles. Humildes y sencillos servidores que arriesgan sus vidas por la seguridad de este país y a quienes se les retribuye con un salario que raya entre el mínimo y lo miserable.
No olvidemos a aquellos que trabajan entre muros y barrotes por nuestra seguridad, ellos también cuentan…