Don Esteban Calvo Rodríguez, notable especialista en Derecho Laboral y muy amigo de la causa social que inspira nuestro cotidiano quehacer, nos recomendó la lectura de una entrevista de prensa que le fue realizada por el diario español El País, a la psicoanalista chilena Constanza Michelson, muy reconocida en el campo del análisis político del acontecer de ese país latinoamericano hermano; entrevista que fue titulada así: “La coalición de Bachelet se desconectó de la clase media”. Al momento de escribir este artículo, sábado 18 de noviembre anterior, no se habían dado las elecciones en ese país y dicha entrevista se hizo en tal marco de coyuntura de la sociedad chilena.
Ante la pregunta periodística “¿Cómo llega Chile a estas elecciones?”, la indicada analista respondió así: “Como está pasando en todos los países occidentales, hay una caída abrupta del centroizquierda. Algo ocurrió, dejó de representar a la clase media, al pueblo. Es lo que sucedió en EE UU con los demócratas”.
Al leer esa entrevista (https://elpais.com/internacional/2017/11/18/america/1510959879_737734.html()), se nos ocurrió hacer un intento de relacionar el moderno concepto sociológico y político de “progresismo” con el tema de la clase media, de las capas medias, en una sociedad como la costarricense y en el marco de las elecciones de febrero próximo.
En nuestro país todo el mundo quiere vivir bien. Pero vivir bien no es vivir en opulencia. Por otra parte, el vivir bien no es lo mismo que el buen vivir, concepto éste también sociológico y político, además de antropológico, adoptado en esos ámbitos de la actual política latinoamericana más hacia la izquierda de ese “progresismo”.
En las mejores épocas del vivir bien costarricense, la integración, la igualdad y la movilidad sociales estaban al alcance del mayor número de la población. Fueron los tiempos del impulso socialdemócrata clásico a la convivencia en sociedad: la época dorada de la clase media, de las capas medidas costarricenses, hoy totalmente olvidadas de la política pública de los últimos gobiernos, incluido el actual. ¿Qué pasó, entonces?
Imposible formular un juicio contundente al respecto. Pero intentemos algunas aproximaciones. Si las capas medidas, si la clase media, fue olvidada, entonces ¿qué sectores y/o políticas públicas ocuparon su lugar en los tiempos del ajuste estructural, de la apertura comercial fundamentalista y de los TLC?:
UNO: Prioridad a la concentración de la riqueza y a la facilitación de los negocios privados del alto corporativismo, mediando la cosa pública con apropiación privada de ésta, vía diferentes mecanismos legales y administrativos. DOS: Prioridad de atención a la pobreza extrema, con institucionalización de la caridad y cuidando de no erradicarla, por los réditos electorales (clientelismo) a obtener de la misma en cada competencia electoral cuatrienal. TRES: Prioridad a políticas para segmentos sociales postergados y/o causas nobles, pero siempre de asidero minoritario en la sociedad: reivindicación de los pueblos indígenas, la población en diversidad sexual, las distintas expresiones del ambientalismo y del ecologismo, el combate al maltrato animal… Es en este ámbito donde ese “progresismo”, esa centroizquierda socialdemócrata ha enfatizado mucho de su trabajo de incidencia política sistémica.
Todo esto está bien. ¡Es acertadísimo! Pero, ¿y la lucha por la clase media dónde quedó? Lo que entendimos de la entrevista a la psicoanalista chilena es que el progresismo, el centroizquierda, la socialdemocracia han estado dando sus mejores esfuerzos, sus mejores planteamientos, lo mejor de su pensamiento en la visibilización, en la reivindicación, en la promoción e impulso de legislaciones y disposiciones administrativas para la atención de todas esas nobles causas, pero que, objetivamente hablando, no están en el centro de las preocupaciones de la sociedad, en general, cuyas clases trabajadoras solamente ansían vivir bien y nunca han pretendido la opulencia; y, esas causas nobles no son la centralidad de su lucha por la sobrevivencia diaria.
¿Qué quiere una persona trabajadora, en esencia y como preocupación primaria? ¡Vivir bien! Trabajo decente, salario bueno y justo, estabilidad, seguridad y dignidad en el empleo; casita propia, comodidades hogareñas (electrodomésticos, servicios públicos básicos); un carrito (aunque sea un “gajito”), salud y educación garantizadas; paz y tranquilidad en el barrio; la recreación (el paseo, el fútbol, la cervecita); y que los güilas vivan mejor que uno. ¡Eso es todo!
Las mayorías trabajadoras no ansían la opulencia, la banalidad, la frivolidad y el hedonismo que suele caracterizar las costumbres de las “altas esferas de la sociedad” o de quienes, medrando de sus migajas, quieren ingresar a esos mundos vía el farandulerismo, la corrupción, el delito económico-financiero y/o el arribismo politiquero servil.
La verdad es que en Costa Rica todos queremos ser clase media, así conceptuado como una aspiración muy generalizada que hoy no está al alcance de las mayorías, altamente endeudadas, precarizadas salarialmente, desempleadas, inseguras laboralmente hablando; y, por ende, decepcionadas de la política electoral, de los políticos tradicionales, del ofertismo hueco y estéril, estafador, de las promesas de campaña incumplidas una y otra vez.
Pero también, a lo mejor, decepcionadas también de las nuevas ofertas políticas más centradas en las nobles causas de las minorías y/o las de las élites del “progresismo” o de la centroizquierda de hoy, como lo explica la comentarista chilena señora Michelson.
Resulta provocador pensar en las razones por las cuales se da un amplísimo despliegue difusor por parte del latifundismo mediático neoliberal de la globalización hegemónica a esas nobles causas; radicalmente contrario a la ausente mención de lo que implica la difusión de las graves carencias de las clases medias, como las costarricenses, para mantenerse en cuanto tales, soportando sobre sus espaldas las cargas tributarias fundamentales de un sistema radicalmente regresivo y empobrecedor de esas mayorías que solamente quieren ser clase media.
¿Habrá caído nuestro “progresismo” centroizquierdista y socialdemócrata en el pecado de haberse olvidado de las aspiraciones y de los sueños de las capas medias costarricenses, abandonándolas a su suerte?… ¿Cuál es el fondo de la coincidencia que hay en esa agenda del impulso a ciertas causas nobles que desde sectores de la derecha y de la izquierda parecen promoverse al unísono?…