Albino Vargas Barrantes, Secretario General ANEP
El tripartidismo gobiernista, Liberación, Unidad y PAC, ha sufrido una gran derrota en las pasadas elecciones municipales del domingo 2 de febrero. Los discursos y las interpretaciones triunfalistas que sus respectivas dirigencias se esfuerzan en remarcar no son más que un vano intento por desconocer que para gran parte de la población electora ha dejado de significar lo que en determinado momento representó su principal soporte: ilusión y esperanza. Sin duda alguna, el combo fiscal-ley 9635 pesó en muchas conciencias y mentes ciudadanas.
Liberación viene cayendo desde hace una década. Eso es inobjetable. Desde que los hermanos Arias Sánchez lo neoliberalizaron desterrando de él su esencia socialdemócrata, vienen siendo derrotados en elecciones presidenciales, mermando sus fracciones parlamentarias y perdiendo alcaldías. En esta ocasión, al pasar de 50 alcaldías y quedarse con 42, es un 16% lo que cedieron en materia de gobiernos locales. Y, casi un 30% menos de lo que controlaban hace una década.
Es muy notorio que varias alcaldías que siguen controlando responden a esfuerzos más aislados, muy individuales, producto de motivaciones clientelares locales y no de militancia política. El PLN ya no es más el partido de inspiración ideológica de sus orígenes. Además, quienes le pregonan hoy como el partido “más grande”, es porque solamente contabilizó en esta elección el 10% del padrón electoral de la actualidad. El gane que pregonan es con más sabor a hiel que a miel. Sin duda alguna, mucha ciudadanía electora le pasó la factura votando contra el PLN y ni se diga la que se abstuvo de ir a las urnas el pasado domingo.
Para el PAC, ya de por sí con presencia municipal raquítica, quedarse con 4 alcaldías de las 6 que ya tenía es un bajonazo de 33%. Muy mal augurio para una colectividad que pretendió ser el relevo socialdemócrata y levantar la bandera de los sueños y de las aspiraciones de la otrora pujante clase media, abandonada por el PLN al neoliberalizarse. El PAC, consumido por los vicios y las prácticas indecorosas que le criticaba al bipartidismo tradicional, el PLUSC, hoy paga duramente ser el furgón de cola de éstos, el pone-votos parlamentarios, para el desmontaje final del Estado Social de Derecho. Aquí también podemos afirmar que le pasaron una fuerte factura una buena cantidad de su electorado original, y también el abstencionista.
En relación con el tercer pilar que está sosteniendo al gobierno actual (cuya hegemonía política la tiene el periodismo violento, el del odio, en binomio político con el sindicato patronal-empresarial más connotado del país), el Partido Unidad Social Cristiana, los cánticos de victoria por dos alcaldías adicionales son de poca sustentación política; es decir, no hace más que fortalecer la visión que tenemos de que la clase política tradicional, la de ese tripartidismo, se mueve en arenas movedizas y su hundimiento podría ser cuestión de tiempo para que tan solo quedara algún vestigio simbólico.
Con respecto a otros partidos que entraron a la contienda municipal, sus respectivos resultados palidecen al contrastarlos con los logros muy visibles de las fuerzas electorales vecinales, los partidos cantonales que, cada cual a su manera y con sus voluntades más consecuentes, han generado fuerte remezón para el orden establecido e impuesto por el bipartidismo tradicional PLUSC y ahora tripartidismo, PLUSC-PAC. La verdadera estrella de las elecciones municipales pasadas son los partidos cantonales y un eventual accionar coaligado, con perspectiva nacional electoral para el 2022, podría ser un terremoto político insospechado.
Con ojo sindical y perspectiva social, nos atrevemos a decir lo siguiente: Pareciera ser que a tres colectividades partidarias con mínima representación parlamentaria en la actualidad pero que han mostrado gran consecuencia con la herencia que nos dejaron los padres y las madres fundadoras y gestoras del Estado Social de Derecho (hoy en ruta a su sustitución por el Estado Neoliberal), les debería haber tocado mejor suerte en estas elecciones municipales. O, por lo menos, a lo mejor les faltó una mayor iniciativa de acercamiento con la multiplicidad de sectores sociales muchos de los cuales andan en busca de “algo”.
Los partidos Integración Nacional (PIN, excluyendo a sus desertores excretados, por supuesto), Republicano Social Cristiano (calderonismo que reclama para sí ser el auténtico), y Frente Amplio (una izquierda progresista de corte socialdemócrata) han mandado fuertes señales de que, de un modo u otro, están confrontados con la hegemonía neoliberal del capital que controla el PLUSC-PAC; sin embargo, esas conductas político-parlamentarias tan cercanas a la gente, a la ciudadanía, no se concatenan, por ejemplo, con ese gran conglomerado cívico que ya no vota en este tipo de elecciones.
Particularmente, al Frente Amplio no pocas gentes de amplia conciencia social y consecuente militancia para con las aspiraciones de una democracia real no le perdonan la dilapidación del capital político que representó el período constitucional 2014-2018, cuando lograron 9 curules legislativas. Para estas elecciones la única alcaldía que tenían la perdieron y redujeron en un 50% la cantidad de regidurías que tenían en 2016.
En cuanto a los partidos Restauración y Nueva República (avendañistas y fabricistas), gran “sensación” juntos en el 2018, pero ahora separados parecen haber sido “borrados” del escenario electoral, pagando el precio de su división, por una parte; por otra, ¿será flor de un día…? A lo mejor, ya hay gran cantidad de electores que ya no se están comprando el discurso original que les dio un gran boom.
Las anteriores consideraciones son parte del conjunto de lecturas y de interpretaciones político-ciudadanas que se están formulando, desde distintas visiones, al conocerse parte (falta todo lo concerniente a las regidurías), de los resultados de estas elecciones municipales. Los duros tiempos que ha empezado a vivir el pueblo trabajador, los tenemos ya encima; y, por tanto, la lucha social está más vigente que nunca.