Texto escrito por: Cédric Durand, Razmig Keucheyan y Stathis Kouvelakis.
Con las elecciones griegas previstas para finales de enero y la posible llegada al poder de Syriza, el internacionalismo vuelve con fuerza a su tierra de origen, Europa. Durante la segunda mitad del siglo XX, la solidaridad internacional de la Izquierda se ha manifestado principalmente con países extra-europeos: Argelia, Cuba, Vietnam o Nicaragua. Entonces, las experiencias revolucionarias se multiplicaban en el Tercer Mundo, atrayendo el apoyo de las redes militantes del Viejo Continente, huérfanas de revolución en casa. De ahí la importancia del “Tercer Mundo” en el imaginario político del 68. La distancia geográfica le da a este internacionalismo a veces un carácter abstracto, incluso cuando implicó un admirable heroísmo, como experiencia formadora de toda una generación de activistas, los porteadores de maletas del FLN.
Debido a su ubicación en la periferia del capitalismo, los regímenes apoyados eran a menudo pobres y frágiles. El subdesarrollo, del que trataban de salir a base de voluntarismo político, hizo que esos modelos no fueran fácilmente reproducibles en el corazón del sistema.
Las elecciones griegas que se avecinan suponen un cambio radical de la situación. Porque ahora la solidaridad internacional podrá dirigirse hacia un país europeo. El más débil de los países europeos, por supuesto, pero un país europeo en cualquier caso. La geografía importa en política. Permite que las personas, los recursos y la información fluyan con facilidad. Después de un largo eclipse histórico, las condiciones para un internacionalismo concreto vuelven a converger en Europa. Un verdadero cambio de época.
Las clases dominantes europeas no se engañan. De Pierre Moscovici a Wolfgang Schäuble, pasando por Jean-Claude Juncker, no pasa un día sin que pidan acabar con Syriza. El FMI, por su parte, declara que las negociaciones sobre la concesión de una línea de crédito de10 mil millones de dólares se “reanudará una vez que el nuevo gobierno haya tomado posesión en Grecia.” No hay fórmula más indignante de interferir en un proceso democrático.
Estas declaraciones demuestran que el único internacionalismo operativo hoy es el internacionalismo del capital. A diferencia de los oprimidos, los opresores se coordinan más allá de las fronteras nacionales. En el Viejo Continente, su internacional aún tiene un nombre: “Unión Europea”, una entidad que desde los años 80, no ha dejado de trabajar un solo día a favor de los intereses del capital, incluso pasando por encima de la soberanía popular .
La llegada al poder de Syriza finalmente hace concebible el surgimiento frente a ese internacionalismo del capital, de un internacionalismo de las clases trabajadoras. Primer paso: la organización inmediata de redes de apoyo a la izquierda radical griega en todo el continente. Las necesitará, porque la presión de la Unión Europea y los “mercados financieros” inevitablemente se intensificará en las próximas semanas. La Bolsa de Atenas se desploma y las tasas de interés de la deuda griega se disparan. El día después de las elecciones, como lo ha hecho en el pasado con Chipre e Irlanda, el Banco Central Europeo dará al gobierno de Syriza un ultimátum ordenándole someterse a las políticas neoliberales de la Troika, o de lo contrario rechazará los títulos de la deuda griega como garantía, y cerrará el grifo que suministra liquidez de emergencia, cortando de facto el financiamiento del país. En este pulso, las reivindicaciones de las clases populares resuenan más allá del Peloponeso: ¡cancelación de la deuda! ¡Ningún sacrificio por el euro!
El impacto de la llegada al poder de Syriza se hará sentir incluso en el debate francés. El éxito del Frente Nacional y sus intelectuales orgánicos, tales como Eric Zemmour se alimenta de la ausencia de alternativas a las políticas neoliberales, de la pobreza y el racismo que radicalizan. Si aparece una alternativa, el equilibrio de poder cambiará de inmediato en todos los países del continente. Contrarrestar el avance actual de la derecha radical pasa por Atenas.
El filósofo griego Nicos Poulantzas, que se estableció en Francia – uno de los inspiradores de la estrategia política de Syriza – llamaba en los años 70 a explorar una “vía democrática al socialismo”. Casi medio siglo después, la posibilidad de tal vía se abre de nuevo en Europa. Si el pueblo griego hace la primera ruptura con el neoliberalismo, y tiene la audacia de iniciar un proceso de transformación social radical, los demás pueblos de Europa tendrán la oportunidad histórica de hacer suya su causa.