Albino Vargas Barrantes, Secretario General ANEP
La serie de colocación de artefactos explosivos en espacios públicos, en las últimas semanas, tuvo un notable episodio el pasado sábado 27 de julio de 2019, con lo acontecido en las afueras de las instalaciones de Televisora de Costa Rica (la empresa), junto a las instalaciones físicas del medio, Telenoticias de Canal 7.
Los otros dos ocurrieron en las afueras del bulevar de la Asamblea Legislativa, al pie de la ventana de una oficina diputadil; y el otro, en las afueras de la entrada principal de la sede central del Ministerio de Hacienda, en la Avenida Segunda de la capital.
Desde la corriente sindical en la cual militamos nos aprestamos a expresar nuestra condena por ese acto, indicando mediante un texto twitter lo siguiente: “Debemos condenar enérgicamente el lanzamiento del artefacto explosivo frente a las instalaciones de Canal 7. Las ideas se combaten con ideas. Ojalá las autoridades competentes sean contundentemente eficientes. ANEP”. ¡Lo sostenemos!
“Las ideas se combaten con ideas”. Es innegable que el actual debate sociopolítico y económico que se da en nuestra sociedad actual, está mostrando una confrontación entre ricos y pobres. ¡Duélale a quien le duela! Y se vienen definiendo posiciones en los más diversos ámbitos de la comunidad costarricense, según la ubicación de clase y/o la proximidad o afinidad, por oportunismo o por convicción, hacia un lado o hacia el otro.
Lo que hemos venido notando es que las ideas del campo popular están cogiendo más fuerza por estos meses; contrario a lo que sucede en el campo hegemónicamente dominante y su prensa afín, especialmente la del periodismo del odio y la que le chupa rueda a éste.
Con ocasión de otro episodio confrontacional fuerte vivido en los últimos tiempos, el asunto del tratado de “libre” comercio (TLC) con Estados Unidos (mismo que culminó con el “frauduréndum” del 7 de octubre de 2007); gran acontecimiento fue el Memorándum del Miedo, uno de cuyos autores fue el entonces Vicepresidente de la República, señor Kevin Casas Zamora, quien tuvo que renunciar a ese cargo, de manera humillante.
En aquel momento se descubrió que el documento que defenestró para siempre al señor Casas Zamora, (por cierto, hoy “refugiado” en un importante cargo internacional pues su futuro político en el país se castró dado el indicado acontecimiento), resultó producto de una planificada conjura urdida en los ámbitos del real poder, ante la inminente derrota que sufrirían los abanderados de ese TLC, quienes venían perdiendo la lucha en el campo de las ideas.
Acudir al expediente del miedo fue lo que se les ocurrió para evitar perder su apuesta política máxima en ese entonces por dicho tratado que, por cierto, y a poco más de una década de su imposición, salta a la vista que más bien perjudicó al país.
En esta ocasión, la del explosivo que estalló en las afueras de Canal 7, el director del medio de comunicación colectiva impreso más fervientemente partidario del gobierno de don Carlos Alvarado Quesada, al comentar lo acontecido espetó, sin pelos en la lengua y sin conectar la misma al cerebro, que ello tiene explicación en la “retórica violenta” de los líderes sindicales; mostrando así su orientación ideológica que ha convertido a su periódico, no solamente en la vocería oficial gubernamental, sino en militante del periodismo de odio que se ha venido imponiendo en nuestro país por parte de la prensa de ese señor y de quienes le chupan rueda.
Cualquiera puede argumentar, entonces, siguiendo la línea de odio confrontativa de dicho director de ese medio llorentino, que los artefactos explosivos de los últimos días, son montajes por parte de personas o grupos pagados por los dueños del poder real en nuestra sociedad, con la intención de meter miedo a la ciudadanía a fin de que ésta no exprese su descontento de manera militante; y, por el contrario, se apiade de la integridad de los atacados y de lo que ellos representan y significan en el confronto de clase que está ocurriendo en nuestra sociedad en estos momentos.
Es decir, que estaríamos ante una especie de estrategia de conjura del miedo por parte de los sectores dominantes, para que los dominados, cuya movilización y cuestionamiento está in crescendo estratégico, no atiendan más llamados convocantes para el ejercicio libre de la Democracia de la Calle.
La irresponsable temeridad de lengua floja del periodista-director llorentino estimula la construcción popular de la conjura del miedo que impulsarían los sectores dominantes que él representa con su práctica del periodismo de odio, con sus presuntos auto-atentados.