Mediando un gasto de casi 5 millones de colones en campos pagados, los máximos representantes corporativistas de dos gremios laborales con funcionamiento al interior de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), expresaron su furia irracional (para decir lo menos), ante el planteamiento que formulara el destacado ciudadano de gran respeto y prestigio, don Roberto Mora Salazar, conocido como “El Cobrador de la Caja”, de que esta debe ser intervenida por el Gobierno ante la perpetuación perniciosa en su interior y pese a las sucesivas administraciones, de un círculo de poder político con ropaje tecnocrático y con cargos intercambiables entre sí según las coyunturas de esos “cambios” de Gobierno.
Hablamos de un selecto grupo de jerarcas a los cuales, de un modo u otro, les competen grandes responsabilidades por la situación actual de deterioro en diversos ámbitos que presenta la institución más querida del pueblo costarricense, la CCSS. La Fiscalía General de la República tiene en proceso de valoración fuertes y delicadas denuncias contra este grupo por presuntas ilegalidades de varia naturaleza.
Don Roberto, “El Cobrador de la Caja”, tiene ya 13 años de una cruzada solitaria pero de gran contenido e impacto cívico, dejando en evidencia a toda clase de patronos y de empresas inescrupulosas que evaden sus responsabilidades de aporte a la Seguridad Social; misión político-humanitaria que ha logrado llevar a las arcas de la Caja unos 30 mil millones de colones de deudas empresariales-corporativas con la institución.
La labor de “El Cobrador de la Caja”, es completamente ad honórem, no media paga alguna, no pertenece él a la Caja y su quehacer es motivado por el profundo amor que le tiene a la institución. Él ejerce lo que todas las personas deberíamos hacer con patriotismo, disciplina y seriedad: una auditoría ciudadana.
La noble misión de “El Cobrador de la Caja” que se interpuso para sí mismo pero a favor de toda la comunidad asegurada del país, no solamente ha dejado en evidencia importantes debilidades del sistema de cobro patronal de la institución.
Además, y sin quererlo, desnudó una especie de inoperancia sindical, rayana en la complicidad, que debió haber asumido con carácter estratégico la tarea que él se impuso como suya; labor de gran impacto y prestigio que le han dado una autoridad moral enorme, reconocida y temida, en el ambiente político y empresarial del país.
En su planteamiento, “El Cobrador de la Caja” recibió el respaldo activo de las organizaciones Sindicato Nacional de Enfermería (Sinae), así como de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP); dos sindicatos que han venido, en un ejercicio autocrítico, propositivo y positivo, reconociendo la gran tarea histórica que le compete al movimiento laboral institucional de aportar a la no menos gigante operación cívico-patriota de salvar a la Caja, para beneficio de la actual y de la futura generación.
La gritería del gremialismo sindical corporativista a raíz del planteamiento de intervención para la Caja, muestra, precisamente, la imperiosa necesidad de que emerja, con potencia, otro sindicalismo en la institución que concatene su lógico y natural quehacer de protección obrera, con las aspiraciones de la población asegurada para recibir oportuna y eficaz atención lo más rápidamente posible; amén de incorporar como tarea estratégica de ese otro sindicalismo, el combate activo y militante contra la corrupción, lejos del galimatías demagógico de ese sindicalismo corporativista de profunda raigambre gremial que quiere que nada cambie.