Que sea desde ese lado de la acera que se reconozca tal situación, es porque, en verdad, la gente, el pueblo, la ciudadanía, está como “agua para chocolate”.
Esos dos costarricenses (repetimos, de cada 3), que perciben al país “sin rumbo”, son compatriotas que, o ya están en la pobreza o están viajando hacia ella; viven en condiciones de gran estrechez económica, en escenarios de diversas manifestaciones de violencia, enojados con el sistema político, hastiados de tanto engaño electoral y, prácticamente, no quieren saber nada de política (aunque pareciera que ansían algo totalmente nuevo en este ámbito de la cosa pública).
Con los primeros datos del Informe del Estado de la Nación en su versión No. 18, que acaba de ser dado a conocer, se confirman tales apreciaciones de la mayoría ciudadana costarricense. El país viaja, peligrosamente, hacia la desigualdad y la misma creencia de la gente en el propio sistema democrático está cayendo en picada.
Además, las violaciones a las leyes laborales está a la orden del día y la cantidad de personas pobres crece todos los días: ahora hay un millón doscientos mil costarricenses pasándola mal. Igualmente, en hogares de sectores medios, la cosa no anda bien: la estrechez salarial y los raquíticos reajustes, el alto endeudamiento, la constante subida en las tarifas de servicios básicos, el marchamo y los impuestos indirectos, así como el tránsito que lleva a la Caja hacia su privatización; tienen en alto grado de vulnerabilidad de pobreza a otra mucho mayor cifra grande de costarricenses.
El prestigioso Informe del Estado de la Nación nos indicó de que en el año pasado 2011, hubo dos protestas al día, lo que se explica por este estado mal de las cosas que tiene a dos de cada tres costarricenses con el “agua hasta el cuello”.
Cuando este estado de cosas haría pensar que las soluciones compartidas es el mejor camino, que el diálogo debería ser instrumento de pacificación y de búsqueda de acuerdos entre gobernantes y gobernados; emerge la “política del garrote” ante el creciente poder que la calle está cogiendo para mostrar tan grande enojo popular.
Los deplorables sucesos violentos del pasado jueves 8 de noviembre, más allá de los detalles adjuntos que no cambian la esencia del enfrentamiento policial con la gente en protesta, nos estarían indicando que a los sectores hegemónicos dentro del actual Gobierno se les “ha acabado la paciencia” y se ha dado orden de garrote para los y las manifestantes de ahora en adelante. El plumífero y amanuense columnista de los oligarcas, así lo reconoció en su más reciente publicación.
Esto nos lo confirmó una persona integrante del propio gabinete ministerial de la Presidenta Chinchilla Miranda, quien nos indicó que el tema se abordó en Consejo de Gobierno, y ahí quedó establecido que los antimotines y otras élites policiales especializadas saldrán a enfrentar manifestaciones.
Nosotros, que hemos acuñado el concepto de “Democracia de la Calle” no podemos más que condenar esta horrorosa, equivocada y provocadora decisión gubernamental. La protesta callejera, más que legitimada, muestra a las claras que la gente siente que sus gobernantes no les representan ya, que no atienden debidamente su clamor, que se han alejado de la promoción del bien común y que están gobernando para reducidos grupos de poder que acumulan demasiadas riquezas.
Nosotros creemos que en tal escenario de previsibles enfrentamientos ciudadanos con la policía, a ésta debe llamársele a pasarse del lado del campo popular, a pasarse al lado de los sectores sociales, a unirse al pueblo trabajador del cual ella misma sale; y que la policía no debe agredir, no debe garrotear, no debe gasear a sus iguales de clase.
En tal sentido, cobrarán enorme importancia los mensajes que podamos brindar a la policía desde la perspectiva ciudadana, para que ésta vea que desobedecer una orden para agredir a un manifestante civilista y en actitud pacifista, tiene un gran contenido moral y una profunda naturaleza ética. Tal y como lo indicó, en su momento y con ocasión de la guerra civil salvadoreña, el mártir monseñor Oscar Arnulfo Romero, asesinado precisamente por abrazar la causa del pueblo.
Así que debemos informar a los cuerpos policiales sobre lo que significa la “Objeción de Conciencia” en estados de conmoción social, cuando los de arriba ya no pueden gobernar a los de abajo; precisamente porque su egoísmo y su codicia es de tal calibre que, de manera abusiva, siguen concentrando la riqueza, en vez de hacer más justa su distribución; y ante la sublevación popular quieren que sean los policías, gente que viene del campo de “los de abajo”, los que les defiendan.
Como si todo esto no bastase, los sectores más retrógrados de la clase gobernante, han impuesto una ley de la República que va a mandar a la cárcel a toda aquella persona, incluidos los y las periodistas, que “osen” revelar cuestiones que se dan en la cosa pública y que muestran ante la opinión pública casos de eventuales corruptelas, pues de ahora en adelante serían “secretos políticos”. La “ley mordaza”, como atinadamente se le ha llamado, viene a ser un complemento de la _“política del garrote” _que ahora se le pretende imponer a la gente que protesta.
Es evidentísimo que estamos viviendo momentos cruciales de la vida republicana costarricense. El modelo neoliberal, altamente fracasado en notables países de la Unión Europea (UE), no termina de imponerse definitivamente en Costa Rica, gracias a la amplia resistencia del campo popular organizado, pese al imprudente estado de desarticulización que ahora está mostrando.
Pese a ello, con voluntades sinceras de desprendimiento, sí hay posibilidades de construcción social opuesta a los sectores hegemónicos dominantes para, al menos, hacerle frente a éstos en condiciones de “tú a tú”, tal y como se hizo en el pasado reciente. Este es el gran reto que tenemos por delante.
Finalmente, hoy, miércoles 14 de noviembre, con profunda emoción nos “quitamos el sombrero” y rendimos honor y brindamos admiración a los millones de hombres y de mujeres de la clase trabajadora europea que han salido por las calles de países como el Estado Español, Portugal, Grecia, Italia, Irlanda y otros; utilizando la Democracia de la Calle y desafiando el “poder del garrote”; peleando por las mismas causas que a nosotros, “los de abajo” de Costa Rica, también nos inspiran.
Sabemos, por tanto, cuál es nuestro camino y qué nos espera; cuál es la naturaleza de nuestros sueños y qué hemos propuesto. Solamente nos falta lo esencial: unirnos en la diversidad; algo en lo que “los de arriba” ni piensan porque no nos creen capaces de lograrlo… de nuevo.