La conquista democrática del Referéndum y el futuro del TLC

* Profesor asociado
Escuela de Ciencias Políticas
Universidad de Costa Rica

El referéndum sobre el TLC es un triunfo del movimiento social anti-TLC

Más allá del intento del presidente de la República de apropiarse de la iniciativa democrática del referéndum sobre el TLC, no se debe obviar que su realización es un triunfo del movimiento social, político y ciudadano anti-TLC y no de quienes apoyan el tratado.

Esa decisión no es una graciosa concesión de un político que repitió una y otra vez que el país tiene capitán, que ha dicho que no era necesario un nuevo referéndum porque ya había habido uno en las elecciones presidenciales y que, además, dijo que la instancia que tenía que aprobar el tratado era la asamblea legislativa donde contaba con una clara mayoría de 38 votos, la denominada coalición de la mayoría automática.

Estas son evidencias suficientes que demuestran que la convocatoria al
referendum no es resultado de la convicción democrática del gobierno sino un intento de ponerle al mal tiempo buena cara. Además, de muy mal gusto el intento oportunista del presidente de quitarle la iniciativa de convocar el referéndum a los grupso sociales y a la ciudadanía, pero esto no es nuevo, ha sido una actitud permanente del bipartidismo.

Lo que no se puede permitir es que la actitud oportunista gubernamental opaque lo fundamental: el triunfo popular y ciudadano que es que, a instancia de un grupo de ciudadanos encabezados por José Miguel Corrales, el Tribunal Supremo de Elecciones se haya visto obligado a convocar al referéndum para resolver una decisión tan fundamental como el TLC.

Dicho sea de paso, cabe recordar que fueron los grupos empresariales conservadores de este país los que repitieron, una y otra vez, que el tratado no se podía resolver por medio de un referéndum porque contenía tema fiscales, argumento que también fue utilizado por altos funcionarios del gobierno.

Una pregunta clave

Para que no nos arrebaten el significado de esta victoria popular tenemos que responder la siguiente pregunta: ¿por qué el gobierno del capitán Arias y sus 999 tripulantes se vió obligado a convocar al referéndum? Esta es la cuestión. En esa línea, tenemos que analizar la trayectoria de la lucha contra el TLC y contra el proyecto neoliberal-transnacional que empujan de manera desesperada los grupos de poder que Arias representa, tomar consciencia de cuál era nuestra situación y la de ellos al iniciar esta lucha nacional y dónde estamos ahora, para entender el cambio de estrategia del grupo dominante.

En ese sentido, un primer elemento a recordar es que, después de la derrota del Combo en el 2000, los grupos de poder dominantes aprendieron la lección y decidieron rearticular una alternativa que les permitiera imponer de manera definitiva sus intereses y su visión excluyente y polarizante del desarrollo nacional.

Coyunturalmente, enfrentaron la elección de 2002 impulsando la candidatura de Ábel Pacheco, una figura de transición que ellos imaginaron dócil y trataron como un títere hasta que les salió güero, particularmente a partir del momento en que don Ábel entendió la jugadita que le hicieron con una negociación del tratado que incluyó la entrega del ICE y del INS, cosa que él de manera explícita había dicho que no sucedería. A partir de ese momento, empezó a patear la pelota hacia adelante, con jugadas hábiles como la de la Junta de los Notables, para retrasar el envío del nefasto tratado a la asamblea. A esta altura del partido, se podría imaginar que la lógica de don Ábel fue la de aquél dicho popular que dice “quien quiere celeste, que le cueste”. Es decir, si el tratado le serviría de forma tan descarada a un grupito tan pequeño y poderoso en detrimento de las grandes mayorías y del Estado Social de Derecho, pues que fueran ellos los que pagaran el costo político de la aprobación de ese tratado. Por supuesto, hubiera sido más digno que don Ábel hubiera tenido el valor de decir que los negociadores incumplieron el mandato que él les dio y que, por tanto, no aceptaba el tratado, pero eso no es obstáculo para reconocer que el retraso en el envío permitió que el TLC se transformara en un tema de la campaña presidencial, lo cual cambió de manera sustancial la dinámica electoral y política del país.

La apuesta de los grupos dominantes

Sin embargo, los grupos dominantes siempre trabajan en la configuración de varios escenarios pues no están dispuestos a ceder sus privilegios por iniciativa propia o gratuitamente y, mucho menos, están dispuestos a ser derrotados por la gente común, por la ciudadanía, por lo popular.

Entonces, utilizando toda su capacidad de influencia, lograron que la Sala IV eliminara la prohibición de la reelección para permitir el lanzamiento del candidato perfecto, miembro de alcurnia de los grupos de poder, con un Nóbel de la Paz a sus espaldas, un gran prestigio internacional y una alta valoración positiva en los estudios de opinión nacionales. Es decir, un candidato invencible. Oscar Arias y el TLC eran el combo perfecto, una apuesta ganadora para lograr mesa gallega e imponer el triunfo definitivo de los grupos de poder en la orientación del desarrollo nacional.

Parafraseando al famoso Fukuyama, arribaríamos al fin de la historia costarricense pues de allí en adelante todo sería un para siempre más de lo mismo con un solo grupo de ganadores hasta el final de los tiempos.

Era tan evidente la sensación de triunfo ante tan magistral jugada que el periódico de los grupos de poder, La Nación, tituló una vez sí y otra también, que la ventaja de don Oscar era tan abrumadora, tan contundente, que la cosa ya estaba resuelta, el capitán ya estaba en Zapote aún cuando la campaña electoral ni siquiera había arrancado formalmente. Es más, para qué molestarse en ir a votar.

Que el triunfo anunciado se confirmaría el primer domingo de febrero de 2006 lo garantizaban dos campañas paralelas, la de Oscar Arias (Sí Costa Rica) y la del grupo Por Costa Rica (Sí al TLC), que parecían tener capacidad financiera ilimitada. En todo caso, desde la lógica de ellos valía la pena esa inversión porque la apuesta era muy alta; en realidad, no era una apuesta más, era la apuesta definitiva.

La respuesta ciudadana

Pero la manipulación mediática tiene límites y, afortunadamente, la gente tiene mucho más sabiduría política y sentido común que lo que los grupos de poder y la clase política tradicional imaginan. Afortunadamente, a los grupos de poder su prepotencia les ciega y les impide reconocer que el país cambió y que la gente ya no se deja manipular burdamente. Eso contribuye a explicar lo que sucedió en las elecciones presidenciales: poco a poco la campaña fue calentando, el tema del TLC se fue posicionando y las redes sociales contrarias al tratado se activaron, la voz se fue pasando, hubo un trabajo tipo celular, de hormiga, persona a persona, con los grupos juveniles utilizando medios novedosos vinculados a internet y las organizaciones sociales utilizando medios alternativos, miles de acciones y micro-movimientos que permitieron que se generara una creciente resistencia política contra Arias, que terminó siendo capitalizada electoralmente por el candidato Ottón Solís del PAC, quien fue el que mejor logró posicionar el tema del rechazo al TLC.

El resultado electoral sorprendió a muchos, incluyendo a los grupos de poder que apoyaron al candidato invencible y seguro que a él también. El resultado final fue una diferencia del uno por ciento, menos de tres votos por mesa electoral, ni más ni menos que el resultado más ajustado de las elecciones contemporáneas en un proceso que, además, generó suspicacias y serios cuestionamientos por las debilidades en la fiscalización por parte del TSE e inconsistencias en muchas urnas y que parecían favorecer al partido del candidato reeleccionista.

La metáfora de la casa dividida

Una vez consolidado el resultado, pareció que el presidente Arias había entendido que su victoria fue pírrica, pues al inicio utilizó la metáfora de la casa dividida. El reconocimiento de que el país estaba polarizado debió haber obligado al presidente, en buena ley, a retirar el factor de conflicto, el TLC, y a crear un espacio democrático de verdadera negociación sobre el futuro del desarrollo nacional. Sin embargo, hizo todo lo contrario e inició un discurso prepotente que señalaba que era indiferente ganar por un voto o por muchos, el presidente manda y hace lo que quiere; que el país ya eligió capitán; que el TLC debe aprobarse porque lo apoyó en campaña y punto; que para eso se tiene una coalición de 38 votos en la Asamblea Legislativa. Luego empezaron las descalificaciones y acusaciones contra los sectores opuestos al TLC, con la colaboración de los medios comerciales de siempre, algo que se convirtió en una suerte de campaña neo-machartista de intimidación y de criminalización de los grupos sociales opuestos al tratado, en particular, de las organizaciones estudiantiles y universitarias.

Es decir, empezaron a actuar como si hubieran ganado con el 60% de los votos y sin abstención; como si hubieran obtenido un mandato político tan fuerte y legítimo como para transformar radicalmente el país. En política, eso solo se puede cuando se hace una revolución (don Pepe en el 48) o cuando se gana por una mayoría contundente de votos (como la que obtuvo Calderón Guardia y el Bloque del Triunfo en el 40). Obviamente, este no es el caso de don Oscar, quien ganó con un porcentaje menor al que obtuvo en su primera elección 20 años atrás y en la elección más reñida de las últimas cuatro décadas.

La realidad del poder y el veto ciudadano

Pero la realidad del poder se impone, de tal suerte que las promesas y predicciones del gobierno de que el TLC y su agenda complementaria se iban a aprobar rápidamente (a más tardar en febrero de este año) se fueron desvaneciendo poco a poco. Por un lado, la prepotencia pronto les hizo cometer graves errores de procedimiento que fueron rechazados por la Sala IV, lo que les retrasó el ya de por sí lento avance en la discusión del tratado. A ello se suma la resistencia parlamentaria realizada por los partidos PAC, PASE y Frente Amplio, que terminaron por evidenciar que en el parlamento la aprobación del tratado iba para rato.

Sin embargo, el puntillazo más fuerte a la estrategia gubernamental de aprobación del tratado lo dio la movilización social con la gigantesca marcha del 26 de febrero. Esta impactante demostración de fuerza fue posible porque es resultado de un proceso que empezó a organizarse desde antes de que se negociara el TLC y que ha venido en un proceso ascendente de acumulación y articulación social. La marcha demostró, de forma contundente, que la oposición al tratado no era de un sector minoritario del país y que la causa contra el TLC tenía gran capacidad de organización y convocatoria. Este evento tuvo un efecto inmediato en el parlamento, con el endurecimiento de la oposición al TLC y el desánimo de la mayoría mecánica; posiblemente algo tuvo que ver con el pronto dictamen negativo de la Sala IV a la aplicación del artículo 41 bis al tratado, que intentaba la coalición parlamentaria pro TLC y, sobre todo, tuvo que haber generado en el gobierno la percepción de que la aprobación del tratado tendría un costo político muy alto.

Son estos factores los que explican el hecho de que el gobierno de Arias decidiera cambiar radicalmente de estrategia de la asamblea al referéndum y eso, tenemos que celebrarlo. También tenemos que celebrarlo porque estamos logrando una profundización de la democracia participativa.

Ningún país del resto de Centroamérica o de América Latina y menos Estados Unidos, ha tenido un movimiento social que, gracias a su resistencia, haya obligado al gobierno respectivo a consultar de manera directa a la ciudadanía para decidir sobre la aprobación de un tratado que compromete de forma definitiva y radical la orientación del desarrollo nacional.

Celebrar pero…

Celebrar no quiere decir que se asuma que la situación está resuelta favorablemente. Por supuesto que hay cabos sueltos que se tienen que amarrar. Menciono algunos en los que hay que insistir:

Primero, que se respete la iniciativa popular en la convocatoria al referéndum. Sino se respeta el orden de solicitud (primero en llegar, primero en derecho), el gobierno y la clase política siempre estarán en ventaja en la convocatoria al referéndum pues los mecanismos que ellos tienen son sumamente fáciles de cumplir, no así el de la iniciativa ciudadana.

Segundo, previo al referéndum debe hacerse la consulta sobre la constuticionalidad del tratado a la Sala IV. Si no se hace de previo, no habría cuando hacerlo y existe un mandato constitucional de que todo tratado internacional debe ser consultado antes de ser votado.

Tercero, debe haber financiamiento público y equitativo para la realización de las campañas del sí y del no al tratado. De hecho, debería prohibirse todo financiamiento privado, nacional o extranjero y realizarse solo con financiamiento estatal, para garantizar igualdad de condiciones.

Cuarto, debe suspenderse la discusión de la agenda complementaria del TLC mientras se hace el referéndum pues son proyectos derivados del tratado o, desde otro punto de vista, son parte del combo TLC.

Quinto, debe abrirse la fiscalización del proceso de votación a la participación ciudadana y no solo a los partidos políticos, sobre todo después de los problemas e inconsistencias que se presentaron con este tipo de fiscalización en la recién pasada campaña electoral.

Sexto, vigilar y exigir de manera estricta la no participación del gobierno en la campaña y en la movilización de votantes.

De David y Goliat; de Pinochet, el Sí y el No

Más allá de las condiciones mencionadas, muy posiblemente el referéndum se va a desarrollar en condiciones de desigualdad en acceso a recursos económicos y mediáticos que favorecerán a quienes apoyan el TLC. Sin embargo, de ninguna manera eso significa que el Sí ganará la batalla.

Creo lo contrario, que la perderá y de manera rotunda.

Esta batalla es más David contra Goliat que burro amarrado contra tigre suelto. Posiblemente se parece más al plebiscito a favor o en contra de la dictadura de Pinochet en la que el Sí tenía la plata, pero el No tenía la organización, la mística, la dignidad, los argumentos y la justicia a su
favor, haciendo que al final la verdad prevaleciera. Pienso que lo mismo
sucederá con el TLC.

Si bien ellos tienen la plata y los medios comerciales, ¿cuánto más pueden decir que no hayan dicho ya en estos años?

En cambio, el movimiento anti-TLC ha ido revirtiendo gradual pero consistentemente la ventaja que llevaba el Sí en las encuestas y hoy
prácticamente están empatados. Es más, si se analizan los indecisos, se
encontrará que tienden a inclinarse contra el TLC más que a favorecerlo,
un fenómeno similar al de las elecciones presidenciales en las que las
personas indecisas terminaron votando mayoritariamente contra Oscar Arias.

Otro elemento inédito favorable es que en el referéndum no habrá divisiones partidarias en el bloque anti-TLC y no pesarán tanto las lealtades personales. Por ejemplo, muchos liberacionistas contrarios al tratado que votaron por Arias podrían votar ahora contra el TLC sin problemas. Es decir, más allá de las diferencias sobre métodos, consignas, perspectivas políticas e ideológicas, todos los grupos sociales y partidos políticos contrarios al tratado podrán trabajar conjuntamente para derrotarlo.

Otro elemento importante es que, aunque con seguridad se establecerán
importantes niveles de coordinación político y social, es un proceso en
que cada ciudadano que se sienta activo y preocupado por la eventual
aprobación del tratado podrá movilizar a su entorno inmediato. El referéndum, a diferencia del proceso electoral partidario, no necesita los
niveles de centralismo que requiere la campaña electoral y, por el contrario, es un buen escenario para la movilización del enorme tejido
social anti-TLC que funciona como una efectiva red para la movilización
ciudadana.

El entierro democrático del TLC y el avance hacia un desarrollo solidario

En síntesis, ¿qué tiene el bloque del sí? Dinero y medios comerciales de comunicación. ¿Qué tiene el bloque del No? Mística, compromiso, gente y organización.

Como me dijo un amigo y excelente analista sobre la convocatoria del
referendum: tenemos que celebrarlo en grande. El referendum se ganará hablando con la gente, argumentándole, convenciéndole. El Sí tiene nada más que publicidad. Nosotros hace tres años talvez teníamos 20 personas que podían pararse ante un grupo a hablar contra el TLC, hoy tenemos muchos. Yo agregaría que posiblemente sean miles, si se entiende que la gran mayoría de personas que participaron el 26 de febrero en la marcha son gente consciente, con capacidad de argumentar y de convencer.

Todas estas razones me llevan a creer que en el referendum se enterrará
democráticamente al TLC y al neoliberalismo en Costa Rica y se iniciará
una nueva etapa del desarrollo nacional, más democrático, incluyente y
solidario.

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