La destitución del Presidente Ejecutivo de Japdeva nos muestra a las claras que la naturaleza de la esencia política de la hegemonía en el seno del actual Gobierno de la República está ya más que ideológicamente definida… si es que alguien tenía dudas al respecto.
La “lealtad” política de la línea dominante al interior del Poder Ejecutivo es aquella que facilita la realización de los meganegocios, especialmente los que se materializan a través de la operación mercantil de las empresas transnacionales.
Ejemplos sobran y citemos este otro: el “error administrativo” del Ministerio de Hacienda que le evitó a la Standard Fruit Company pagar al fisco una enorme cantidad de millones de colones en impuestos que debía honrar.
La entronización de la actividad portuaria en los puertos del Atlántico del país, en manos de APM Terminals, ha sido, desde que fue pensada, una finalidad estratégica del proceso sostenido de la transición impuesta a la sociedad para que el “todo mercado”, finalmente, se imponga como regulador supremo de la convivencia nacional.
Seamos más claros todavía. El proyecto neoliberal para Costa Rica está recibiendo un fuerte impulso a partir de la colusión política de la tríada gobiernista actual, compuesta por los “propietarios” de los partidos del bipartidismo tradicional, Liberación y Unidad, más el recién llegado a la santa cruzada contra el Estado Social de Derecho, Acción Ciudadana (PAC).
Hace tan solamente un año, la ingenuidad del inconsciente colectivo de la sociedad creía que el PAC sería el nuevo albergue de la Socialdemocracia traicionada por los renegados y apóstatas del pensamiento de sus padres fundadores en Costa Rica.
La constatación de una de las mayores equivocaciones electorales de los últimos tiempos tiene en lo que acontece con Japdeva una flagrante realidad con todas sus negativas consecuencias.
El pueblo de Limón merece mejor suerte. Esto lo hemos afirmado en otros espacios y circunstancias.
Se puede sostener que el pueblo de Limón está, en los actuales momentos, totalmente huérfano en cuanto a que sus intereses sean, realmente, tutelados por algún partido político.
Pese a contadas excepciones, la realidad es que el electorado caribeño solamente ha sido escalera de ascenso para todo tipo de oportunismos inmediatistas, los cuales priorizaron en el beneficio personal-familiar inmediato, más que en el de la colectividad porteña y, en general, de toda la provincia.
Nada extraño tiene que haya personas y grupos cívicos que estén planteando proyectos autonomistas y hasta independentistas de Limón con respecto al resto del país.
Esto debería de servir de alarma a la cúpula hegemónica de los meganegocios que controla toda la acción política del país en estos momentos; en cuanto a que la percepción y constatación del abandono de Limón puede estar llegando a un punto muy álgido que luego podría ser difícil de manejar.
Recientemente, se hizo pública la conformación de un nuevo esfuerzo de articulación de las diferentes instancias que aglutinan a la sociedad civil limonense, a propósito del ataque gobiernista a Japdeva, esfuerzo que también cuenta con parte de la institucionalidad pública de la provincia y del cantón central de esta.
De manera modesta nos atrevemos a plantear que, si ese notable esfuerzo articulador no expresa una conducta activa de carácter militante, de gran y sensible expresión cívica del enojo acumulado por tanto engaño político, manipulación electoral y expoliación económica; a la cúpula gobiernista neoliberal actual, la suerte del pueblo limonense no les merecerá atención real alguna; tan solo para repartir alguna que otra migaja de asistencialismo social de cortísimo plazo, mientras todo vuelve a su nivel.
Pareciera que estamos de cara a las oportunidades de que la representación parlamentaria de origen limonense asumiera un rol protagónico en aras de la defensa de los intereses sociales y económicos del electorado caribeño que los puso en una curul legislativa.
Sin embargo, debemos confesar nuestro pesimismo si nos atenemos a las primeras declaradas dadas por esos señores diputados ante la humillación que sufre Japdeva.
La soberbia neoliberal es de tal calibre como para que el jerarca ministerial del MOPT plantee, con un escalofriante cinismo, que lo que iba a pasar en Limón no solamente ya se sabía, sino que no se previó.
Como si él no fuese parte de esa estructura política sórdida del bipartidismo neoliberal PLUSC-PAC que fraguó con gran premeditación el asalto de Japdeva.
Tal parece que el pueblo limonense está en la encrucijada más difícil desde la fundación de Japdeva, hace 56 años.