Albino Vargas Barrantes, Secretario General ANEP
Al localizar en la internet al vocablo “malinchismo”, específicamente en el sitio web de la Real Academia Española de la Lengua (RAE), –https://dle.rae.es/malinchismo–, leemos la siguiente definición: “Actitud de quien muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio”.
Notemos, al respecto, estos dos enunciados confrontados en la anterior definición: “apego a lo extranjero” vs. “menosprecio de lo propio”.
Aunque no exactamente pudiera calzar, como anillo al dedo, a la circunstancia que de seguido pasamos a comentarles, sí creemos que lo que pasó el pasado 17 de diciembre de 2019, en el seno de la insípida comisión de “negociación” salarial para el sector Público, podría catalogarse como “malinchismo” sindical. ¿Por qué?
A 350 mil personas trabajadoras asalariadas del sector Público se les cambió, abruptamente, las reglas del juego en cuanto a cómo se decide la recuperación del poder adquisitivo del salario, mediando (hasta diciembre pasado), reajustes por costo de vida fijados semestralmente, es decir, dos veces año.
Y aunque tales reajustes semestrales, por lo general, han venido siendo poco sustanciales como para hablar de recuperación real de pérdida del poder adquisitivo; la verdad es que la oportunidad del reajuste semestral daba espacio para cuestionar el proceso de deterioro de la situación socioeconómica familiar en el sector Público y plantear las alternativas, de carácter integral, para abordar este grave problema.
Lastimosamente, con el beneplácito de varias entidades sindicales, presuntamente, esto “¡no va más!… (como suele decir un conocido narrador de futbol).
Las corrientes sindicales Confederación de Trabajadores Rerum Novarum (CTRN), Central del Movimiento de Trabajadores Costarricenses (CMTC) y Central General de Trabajadores (CGT), decidieron optar por el “apego a lo extranjero”, es decir, adoptaron el discurso gobiernista-oficialista, macroeconómico-fiscal de ideología neoliberal, legitimando esa política salarial que culpabiliza a las personas trabajadoras asalariadas del sector Público, por este asunto del llevado y traído déficit fiscal, de ser las responsables del mismo.
Si se analizan bien las declaraciones y proclamas de estas corrientes sindicales en cuanto a los graves perjuicios del neoliberalismo en lo que respecta a las condiciones socioeconómicas de las clases trabajadoras, no fueron consecuentes con las mismas a la hora en que decidieron legitimar con su firma, en convenio con el gobierno de Carlos Alvarado Quesada, un único reajuste salarial anual por costo de vida para todo el sector Público, imponiéndoselo a esas 350 mil familias trabajadoras asalariadas. Sin hablar de la cuestión numérica del pacto salarial que firmaron.
Es decir, hicieron un “menosprecio de lo propio”, de su propio pensamiento sindical y social, adoptando la visión “extranjera” de la cuestión macrofiscal, que es la del neoliberalismo. A esto es lo que llamamos “malinchismo” sindical.
Particularmente es de resaltar que ese “malinchismo” sindical es más grave aún en el caso de las las corrientes Rerum Novarum y CMTC, pues ambas pertenecen a y comulgan con los postulados de su entidad sindical matriz a nivel continental, como lo es la Confederación Sindical de Trabajadores y de Trabajadoras de las Américas (CSA), de notable posición crítica al neoliberalismo y por sus acertados planteamientos a favor de nuevas políticas de combate a la tormentosa desigualdad en nuestra región americana que, precisamente, está catalogada como las desigualdad del planeta; lo cual incluye otra política fiscal radicalmente distinta a la que fue legitimada por estos grupos sindicales en el “acuerdo” del 17 de diciembre de 2019.
Las personas dirigentes-firmantes y legitimadoras de tal “acuerdo” siguen sin dar la cara. La condena obrera a su desleal proceder debe ser constante. En los tiempos de la desigualdad, lo que corresponde es la rebeldía al sometimiento del empobrecimiento y de la exclusión social y económica. Argumentos sobran. Lo inaceptable es que desde “la acera de los mismos” le demos a los de la otra acera, la legitimación que han venido perdiendo, precisamente, por el grave ataque a las personas trabajadoras que, presuntamente, estamos representando.
Don Mario Rojas, de la CTRN (y del sindicato SEC); don Olman Chinchilla, de la CMTC (y del sindicato Sinconapro, del Consejo Nacional de Producción -CNP-); don Carlos Cabezas, de la CGT (y del sindicato SEPI, del Patronato Nacional de la Infancia -PANI-); y, don Mario Rodríguez, también de la CGT (y del sindicato SITRAA, de Acueductos y Alcantarillados -A y A-), deben más que una explicación.