Flora Fernández | Julio 07, 2007
Las mujeres de blanco no nos desanimamos ante la adversidad, no claudicamos ante los errores ajenos ni ante los propios, somos fuertes aunque parezcamos frágiles, somos firmes y nada nos quebranta.
Nada ni nadie nos hará desistir o desaparecer, porque estamos hechas de tierra de nuestras montañas, de rocío de nuestros bosques, mezcladas con fuego de volcanes y moldeadas por el aire que sopla libre.
Las mujeres de blanco hemos elegido el Monumento Nacional, por ser símbolo de la primera lucha contra los filibusteros. Entonces, fueron cinco hermanas que expulsaron a Walker. Hoy somos miles y muchas más las mujeres de blanco las que exigimos a quienes ostentan altos cargos, que los honren o los abandonen. No es el cargo el que honra sino su desempeño.
Todo funcionario y funcionaria pública al jurar respetar la Constitución frente a Dios y la Patria, están en la obligación de cumplir con fidelidad y rectitud, de lo contrario, son Dios y la Patria quienes se lo demandarán y lo saben.
¡Estamos en derecho de exigir!
O que como Walker, se vayan tapándose el rostro.
Avanzamos tomadas de las manos, en señal de unión indisoluble. Con la mirada altiva porque no arrastramos vergüenzas, antes hacemos bajar la mirada a quienes traicionan a la patria o prefieren ocultarse.
En nuestras gestas, muchas prefieren vestir de negro si sienten luto por la patria, otras de blanco con un lazo negro y muchas de colores. Da igual, porque no es la vestimenta la que simboliza lo que es el decoro y la indignación.
Unidas con más fuerza que nunca, estamos prestas a unir un país que está dividido por la codicia. A integrar a quienes están excluidos. A cuidar la Patria herida, para evitar que se desangre. Desde siempre, las mujeres de blanco hemos enfrentado la prepotencia y la arrogancia de quienes han intentado ser nuestros amos.
Las mujeres de blanco nos mantendremos vigilantes para que no mancillen el honor de la patria. Cuando quieran poner cadenas, grilletes y espinas al pueblo. Cuando la codicia les lleve a querer apoderarse de la riqueza que es de todos, cuando intenten romper los sueños y anhelos de solidaridad.
A quienes cumplan con su deber, les reconoceremos con nuestros emblemas: Una rosa blanca de pureza y rectitud y una vela encendida para que sigan llevando luz donde hace falta.
Las mujeres de blanco no tenemos miedo, el miedo no es nuestro consejero. Somos libres y sólo respondemos a nuestra intuición y conciencia, pero sobre todo al amor en todas sus expresiones.
Maternalmente amamos a nuestros niños y jóvenes, con devoción a los hombres honestos y trabajadores que nos acompañan, fraternalmente a nuestras hermanas de lucha y con esperanza a los hijos e hijas de las futuras generaciones, que merecen como nosotras heredar una patria libre y soberana.
Fuente: Tribuna Democrática