Nuevos tiempos políticos

Pocos minutos después de las 8 de la noche del pasado domingo 2 de febrero de 2014, prácticamente el país se quedó atónito: a uno de los pilares fundamentales de la hegemonía política del capital (en lo que fue convertido el otrora socialdemócrata Partido Liberación Nacional y que ha estado controlando los destinos del país en los últimos años), se le daba sino el más, uno de los tragos más amargos de toda su historia.

La primera cifra dio el campanazo: no alcanzó el 40% de la votación presidencial efectiva, pese a que durante toda la jornada electoral estuvieron fanfarroneando de que lograrían, al menos, el millón de votos.

Luego, al avanzar las horas: lo inesperado: No llegaron ni al 30% del voto presidencial válido; y, horas después recibían el segundo “leñazo”: algo así como “al que no quiere caldo, dos tazas”: tendrán la fracción parlamentaria más pequeña de toda su historia; y, muy probablemente, como bancada de oposición legislativa.

A nivel presidencial, tendrán que vérselas en segunda ronda con la sorpresa de las sorpresas que nos reparó la jornada electoral del pasado domingo 2 de febrero. Porque sí, hubo varias sorpresas, la mayoría agradables para la lucha social en perspectiva.

El Partido Liberación Nacional (PLN), recibió el castigo más que merecido por años de abandono, de renuncia, de renegar de los fundamentos ideológico-filosóficos que le dieron origen y que le dieron grandes glorias de políticas públicas centradas en el bien común.

Desde el más allá, don Pepe, don Rodrigo Facio Brenes y hasta el propio Daniel Oduber Quirós, deben sentirse reivindicados pues sus desvelos de muchísimos años, en sus respectivas épocas, por la construcción de una sociedad relativamente justa y con la menor desigualdad posible, le han reventado en la cara a don Johnny Araya Monge y a su más cercano equipo de campaña. Les han cobrado la factura pendiente por haberse vendido al neoliberalismo.

¡Claro!, después de la “tunda” popular que recibieron, ya nos hablan de “rectificaciones” para la campaña electoral de segunda ronda. Pero, sinceramente, les será muy difícil que una mayoría les crea como para dejarlos en Zapote cuatro años más.

Ya en el 2002 y en la histórica segunda ronda que por primera vez se daba en el país, el hermano de don Johnny, don Rolando Araya Monge (por demás, un extraordinario ciudadano), perdió las elecciones presidenciales. Esto podría ser premonitorio pues del 2002 a hoy, el PLN se hizo todavía más neoliberal.

La sorpresa de las sorpresas, es el primer lugar de la votación presidencial que recibió don Luis Guillermo Solís Rivera, del Partido Acción Ciudadana (PAC), figura salida del PLN. Lamentablemente esto hay que recordárselo a él, pues si gana el 6 de abril y el 8 de mayo venidero asume la Presidencia de la República, deberá estar dando a todas horas y todos los días, señales claras de que su gestión gubernativa es distinta, diferente; y que la misma estará marcada por el más decidido combate a la desigualdad, por la máxima transparencia en la gestión pública, por el bien común y por la justicia social.

Deberá ejercer un liderazgo todavía más firme del que exhibió en esta campaña electoral de primera ronda, para que un eventual gobierno suyo sea en pro de las mayorías que parece le apostarán como para llevarlo a la Casa Presidencial; considerando que dentro de su propia colectividad partidaria no serán pocas las zancadillas conservadoras que, por ejemplo, le generarán problemas cuando se decida a impulsar la imperiosa progresividad tributaria que ocupa nuestra sociedad para empezar a atajar el crecimiento de la desigualdad que hoy parece indetenible.

Desde la perspectiva de los sectores sindicales y sociales en los cuales se da nuestro diario quehacer, nos alegra muchísimo el éxito del Partido Frente Amplio. Esta es otra de las sorpresas más gratas que nos deja el actual proceso electoral.

Sus próximos representantes populares en el parlamento, en términos generales, forjaron su presente visión de mundo y su compromiso social acudiendo en diversas circunstancias y momentos, a la “Democracia de la Calle”, como mecanismo más que legitimado para enfrentar el ataque neoliberal que desde los últimos gobiernos se ejerció contra nuestra institucionalidad republicana heredada desde la gloriosa década de los años 40 del siglo pasado y a partir de la fundación de la Segunda República.

Parece también ser sorpresivo el hecho de que el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), no se “extinguió”, como se pensaba luego del bufonesco episodio del “doctorcito”.

Su nueva fracción parlamentaria tendrá un gigantesco reto para que se les dé la oportunidad de demostrar que, ahora, en verdad, son “social” y son “cristiana”. Y pudieran relanzarse con una “refundación ideológica” si estructuran una alianza parlamentaria de trabajo con las mejores iniciativas de ley que pudieran surgir desde los sectores populares; materializando una operatividad legislativa coordinada con esos y esas congresistas provenientes “de la calle” y que tienen muchas cosas que proponer para poner los pilares de una “nueva Costa Rica inclusiva y solidaria”.

Otra grata sorpresa es la reducción de la presencia y de la incidencia en el escenario de estos “nuevos tiempos políticos”, de la oportunista transmutación de la derecha extrema libertaria que dijo que se había vuelto “cristiana” y que por más poses de espiritualidad que teatralizó (por supuesto que falsas), perdió lo suficiente como para quedar reducida a una posición de francotiradora del gran capital en el nuevo parlamento.

Son muchas las iniciativas, tanto ejecutivas como legislativas que soñamos y que deberán materializarse, como para creer que estamos en “nuevos tiempos políticos”. En próximos comentarios mencionaremos algunas de las más importantes.

La esperanza de un gobierno decente y relativamente progresista, combinada con la acción parlamentaria de un relevante grupo de congresistas provenientes de las luchas sociales (especialmente en los partidos PAC y FA), nos da un optimismo moderado de que, por fin, la hegemonía del capital neoliberal en nuestra sociedad, empieza a ceder paso al surgimiento, aunque sea tímido, de la otra hegemonía: la de lo social, la de lo popular, la de lo ciudadano.

No obstante, ahora más que nunca, pensar en una articulación estratégica de la movilización popular, es una tarea de profunda relevancia para toda la gama diversa de los movimientos sociales.

Una recomposición organizativa, una conjunción de agenda de trabajo y de lucha compartida; en fin, una apelación estructurada al concepto de “Democracia de la Calle” (o como quiera llamársele), será fundamental para aportarle bases sólidas a varias de las nuevas medidas que podrían plantearse en la línea de la construcción de la otra hegemonía por la cual venimos abogando gran cantidad de personas luchadoras sociales en todos estos años de resistencia al neoliberalismo. En definitiva, parece que estamos en los albores de “nuevos tiempos políticos”.

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