La impresionante cantidad de votos, prácticamente inédita en la historia electoral costarricense de la denominada Segunda República, que hicieron a don Luis Guillermo Solís Rivera, Presidente de la República en la segunda ronda electoral de abril del año pasado 2014; estuvo constituida, mayoritariamente, por la decisión en su favor de los grandes segmentos de la clase trabajadora costarricense: la asalariada (tanto del sector Público como la del Privado), la desempleada, la que está en el sector informal de la economía y en el cuentapropismo; e, incluso, podríamos incluir en ella, a las micro, a las pequeñas y hasta las medianas empresas, aunque empleen trabajo asalariado.
Se puede decir que esa votación de segunda ronda fue una expresión de una multiplicidad de sectores populares, gran parte de los cuales ansiaban la llegada al Poder Ejecutivo de un gobierno realmente progresista, al menos.
El Presidente Solís Rivera debe considerar esta circunstancia en todo momento y si la ha “olvidado”, luego de casi 18 meses al frente del Poder Ejecutivo, debe tenerla presente; y/o hay que recordársela de las más diversas formas; a partir de ahora porque la hora de las definiciones no está dejando espacio para “mundos intermedios”.
Apuntamos lo anterior al calor de la campaña de agresión psicológica y de terrorismo ideológico en contra del Empleo Público que ha sido desarrollada, de manera perversa y “goebbelsiana” en los últimos meses; al calor del avance del desequilibrante proceso de concentración de la riqueza; al calor de la precarización salarial (especialmente en materia de salarios mínimos para la clase trabajadora del sector Privado), así como del creciente desempleo; al calor del bloqueo oligárquico-mediático neoliberal contra toda medida que tienda a la transformación estructural del injusto sistema tributario que agobia a las mayorías; al calor, incluso, de la pérdida de capacidad estatal (en todos sus niveles), para impedir el desarrollo de la penetración institucional y social del dinero sucio producto del crimen organizado y del narcotráfico.
Quienes andamos en política, la partidista y la que no lo es, sabemos que una cosa es el Gobierno y otra cosa es el Poder.
En este caso, en el ámbito del poder y, específicamente, en el campo del poder político-económico hegemónico tradicional, asociados a los partidos del capital (Liberación, Unidad y el de las estafas electorales, por ejemplo), sabemos que la contundente victoria electoral del hoy Presidente Solís Rivera en segunda ronda, no les gustó para nada.
En lo concreto y en uno de los ámbitos donde se ubica ese poder político-económico hegemónico tradicional, el de los latifundios mediáticos de la prensa corporativo-televisiva, así como los de la prensa escrita ideológicamente matriculada con el fundamentalismo de los dictados del Consenso de Washington; se ha estado mostrando una aversión total al presente Gobierno; mismo que, por supuesto, pretextos les ha dado de sobra.
Especialmente, la furia con que ataca al mismo está, precisamente, centrada en que no se toman las decisiones sobre el Empleo Público que según la visión ideológica de ese poder político-económico hegemónico tradicional deberían, tanto el presente gobierno como el parlamento, adoptar; aunque se empieza a notar cómo lo van logrando por “vías alternas”: casos de las tropelías de la Aresep y su legislación de facto sobre el empleo público, la imposición del salario único en el ICE, la agresión a las Convenciones Colectivas de Trabajo que promueve el propio Ministro de Trabajo y Seguridad Social, entre otras.
En tal marco de condiciones, es impostergable la apelación al ejercicio de la Democracia de la Calle con visión estratégica, yendo más allá del importante significado de la manifestación cívica a cielo abierto pero de duración corta; pasando a la concreción de acciones a lo largo del territorio nacional, en espacios físico-geográficos de notable impacto para las arcas de ese tipo de poder; y, a la vez, para poder, in situ, denunciar ante las poblaciones trabajadoras y populares participantes, la gran diferencia entre Gobierno y Poder; y que, en este último caso, éste puede tener otra expresión estratégica, siendo poder también, alternativa al poder político-económico hegemónico tradicional.
Solamente la más grande expresión de unidad sindical y popular, cívico-patriótica, sociopolítica y pacifista, podrá generar ese otro gran poder que ocupamos para salvar a la Democracia misma y al propio Estado de no caer en una categoría de fallido.
Este contrapoder debe anteponerse al de ciertos “sets” de noticieros televisivos y al de algunas salas de redacción de los latifundios mediáticos del capital, que no van a elecciones pero que pretenden gobernar al país.
El Gobierno Solís Rivera, bastante timorato en tal sentido, aunque sabemos que muchos de sus integrantes saben de lo que estamos hablando, se verá próximamente en una dura encrucijada por la intensidad confrontativa que se ve venir; y que no ha sido generada desde las organizaciones populares, sindicales y sociales cuyos miles de integrantes decidieron ponerlo en Zapote.