Andrés Oliva es un ciudadano argentino especialista en periodismo digital y redes sociales, a quien le leímos recientemente sobre el tema del terrorismo mediático.
¿Terrorismo mediático? ¡Sí! Uno siempre ha pensado que terrorismo es, únicamente, la acción del tipo pone-bombas y/o que se suicida cargado de explosivos generando una gran cantidad de personas inocentes vilmente asesinadas de esta forma.
Terrorismo, según el Diccionario de la Real Academia, es la “dominación por el terror” o “la sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”. En la edición 23 del Diccionario se agrega otra acepción que es la “actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos”.
Parece que el terrorismo tiene otras expresiones malévolas, dentro de las cuales, la de orden mediático merece gran atención en estos tiempos tan complejos; tiempos en los cuales se nota que algunos “grandes” medios de comunicación colectiva dejaron de serlo, en sentido estricto, para convertirse en militantes ideológicos de una visión-país “todo-mercado”; propiciando la máxima concentración posible de capital, fomentando la mayor exclusión y desintegración sociales y contrariando de múltiples formas la instauración plena del bien común.
A estos “grandes” medios de comunicación colectiva, dado su fuerte componente corporativo-empresarial, se les conoce como latifundios mediáticos y se han trasformado en verdaderos polos de poder político-hegemónico, asumiendo el papel de reales partidos políticos como se ha demostrado en los casos de Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela, México, Chile y otros… ¡y también en Costa Rica!
Dice el mencionado periodista en su definición de terrorismo mediático: “Es el protocolo o acción previamente diseñada en la que se utilizan los medios de comunicación nacionales e internacionales (prensa, radio, televisión, cine, internet, redes sociales, celulares, vallas, etc.) para crear atmósferas y/o sembrar miedo, odio y terror en la población con el propósito de desestabilizar y/o derrocar gobiernos, destruir su economía, destruir liderazgos, horadar apoyos populares, provocar confrontaciones violentas entre la población, guerras civiles, etc.”.
Pensemos por un momento. ¿Esta definición, en todo o en parte, podría calzar con algún “gran” medio de prensa nacional?
“El terrorismo mediático incluye a periodistas y opinadores de oficio que actúan como mercenarios y sicarios mediáticos. Recurre a la mentira, manipulación, intoxicando a la opinión pública. Son verdaderas operaciones de guerra psicológica en las que se suprimen, esconden, desaparecen la verdad y/o hechos objetivos”.
Así continúa el mencionado comunicador argentino, ilustrándonos sobre el tema. ¡Pensemos de nuevo! ¿Verdad que algo conocido tenemos por acá, en este país?
Atendamos esta otra parte: “El terrorismo mediático no da margen a la improvisación, se caracteriza por ser un ataque masivo en el que se combinan todos los medios posibles y, como se ha dicho: participan periodistas, expertos o especialistas tarifados, quienes mantienen latente la intoxicación mediática el mayor tiempo posible”.
En nuestro propio caso, y desde la corriente sindical en la cual nos movemos cotidianamente, ajustando ya casi treinta y seis meses de enfrentar la más intensa campaña en contra del empleo público jamás vista desde la fundación de la Segunda República, en 1949; esta última parte de la definición sobre terrorismo mediático nos conecta con nuestro propio criterio de que esa campaña contra el empleo público ha sido de agresión psicológica y de terrorismo ideológico y, por ende, mostrando enorme congruencia con la definición conceptual de terrorismo mediático que nos formula el periodista argentino Andrés Olivas.
Evidentemente, esto del terrorismo mediático es pieza fundamental del criterio de muchos expertos acerca del concepto de “democracias secuestradas”: “Las oligarquías no perdonan ni ceden un centímetro de los feudos que conquistan. Una vez que se hacen del poder, acomodan las reglas de juego para garantizarse que no serán desplazadas”.
Esto lo escribió el columnista y periodista costarricense don Álvaro Madrigal en su artículo “En las democracias secuestradas…
Además, indicó en su escrito lo siguiente: “… En Costa Rica la oligarquía contrala toda instancia de poder y nada pone en peligro su coto de caza”.
El tema da para muchísimo más. Procuraremos volver sobre este en fecha próxima.