Así lo cita el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el cual considera como estrategia de seguridad, enfocar la actividad policial desde la perspectiva humanista. Como bien sabemos, se considera responsabilidad del Estado, brindar protección de sus habitantes; y según ha señalado atinadamente la misma Organización de Naciones Unidas, “la seguridad ciudadana se concibe como una condición necesaria para el desarrollo humano de las personas”. Este apartado no debe ser excluyente para quienes realizan ese trabajo de seguridad ciudadana
En los últimos años, hemos dedicado buena parte de nuestra energía, física e intelectual, a la búsqueda de un ideal utópico, ese ideal que hemos denominado; el de la búsqueda de la justicia y del bien común, asociado a las condiciones que cada día enfrentan nuestros policías.
En función de ese ideal, venimos intentando mostrar y posicionar la necesidad de cambiar la forma en que se viene administrando, y dirigiendo a la Policía de nuestro país. Es bastante evidente, ya que nuestros policías (la tropa), son verdaderos héroes anónimos, no solo por los cada vez más frecuentes enfrentamientos con el crimen organizado, los constantes decomisos de drogas y detención de personas que cometen delito; sino también por las condiciones adversas en las que deben trabajar, y aun así hacerlo bien.
Nosotros hemos apuntado a la necesidad de una formación policial más integral, una que permita dotar a quienes ingresan a laborar en un cuerpo policial, de mejores herramientas, tanto técnicas, como intelectuales. Hemos hablado de una verdadera carrera policial; una auténtica profesionalización que permita que quien egrese como oficial de policía, lo haga al mismo tiempo como profesional en alguna carrera afín. Eso requiere de voluntad política y política de Estado.
Esto evitaría luego las constantes molestias y desilusiones que sabemos enfrentan nuestros policías, por no obtener una licencia de estudio, que les permita alcanzar su sueño profesional en careras como: Criminología, Derecho, Psicología, Ciencias Policiales, por citar las preferidas por las y los policías.
Es necesaria una carrera policial ordenada, en donde los cursos sean abiertos y transparentes, una carrera policial que respete lo establecido en la misma Ley General de Policía; la cual cita en su artículo 63 inciso b) “la promoción desde el grado de sub intendente hasta el de capitán, será regulada por el reglamento correspondiente bajo el procedimiento de concurso interno, respetando los criterios de capacitación, tiempo de servicio y otros méritos”, no por “amiguismos” como sucede hoy en día.
Además es importante, valorar y motivar a quienes cuentan con una vasta trayectoria policial, pero carecen de nivel académico. A ellos no se les debe olvidar. Pero como ya hemos reseñado en anteriores artículos, no tenemos una política de estado en materia de seguridad. La carrera policial; la formación de nuestros policías, deberían estar orientadas en potenciar y fortalecer al recurso humano, por sobre todos los demás recursos que se suman a la seguridad de nuestro país.
Esa política también debe incluir, el dotar a nuestros uniformados de buenas y adecuadas edificaciones. Delegaciones que cuenten con espacios de “estar”, con un lugar decente para la alimentación, el descanso, y la sana convivencia en razón de la importantísima función que realizan nuestros cuerpos policiales. Nosotros hemos apuntado la urgencia de revisar y adecuar, los roles de servicio, la alimentación, la calidad de vida en familia, la humanización verdadera y no en el papel del servicio policial.
Sabemos de casos, donde algunos de nuestros policías, viven socialmente en condiciones precarias; y cuando este policía ingresa a sus labores, sigue en esas mismas condiciones de precariedad, al tener que laborar en delegaciones infrahumanas y lidiar con la paradoja de ser una autoridad, sin autoridad. Esto por cuanto la carencia de liderazgo y de comunicación, en algunos mandos, hacen que el policía (de tropa), sea constantemente pisoteado, denigrado y tratado por sus superiores, como una “simple mercancía”.
La seguridad ciudadana con rostro humano, involucra aspectos como la búsqueda de la equidad, la comunidad, la prevención y no la represión. Según este mismo informe de la Organización de las Naciones Unidas, “se demuestra que las políticas de mano dura han fracasado en la región”. Tanto a lo externo (sociedad), como a lo interno (cuerpos policiales).
Es importante revisar la gestión del mando ya que desde hace mucho tiempo viene dando señales de una “parálisis”, desconociendo que en materia de seguridad ciudadana el principal recurso es el humano.
Y para lograr las metas propuestas para la seguridad común, el policía debería estar ilusionado, motivado, bajo las ordenes de líderes de carrera y con calidad humana. No teniendo que soportar mandos con pensamientos “retrógrados”, que lo único que hacen es lesionar la moral, el amor propio y la dignidad de las personas, que deben brindar protección y ejercer la función de autoridad pública.
Seguridad ciudadana con rostro humano. Esa debería ser la prioridad para el Ministerio de Seguridad Pública y para el Estado.