La economía mexicana queda en el último lugar entre las de América Latina, con suerte, en 2008 superamos a Haití
Si alguien supone que México está en la lona por los recientes cuan desastrosos resultados futbolísticos en Estados Unidos, Venezuela, Panamericanos y conexos, o por la tunda que el gobierno gringo le ha puesto al calderonista por lo del autodenominado cuento chino, pues agárrense en previsión de lo que viene.
Apenas dos días atrás el Fondo Monetario Internacional invitaba a los mexicanos a persignarse ante la gris perspectiva económica nacional, cuando ayer la Cepal, en el clásico uno-dos boxístico, propinó tremenda paliza al discurso oficial, aquel que reza que el país, con todo y su “envidiada” macroeconomía, camina de maravilla.
A ningún gobierno se le da aquello de hacer bien las cosas, pero en tratándose de hacerlas mal abundan candidatos para ocupar la primera posición, y la “continuidad” va que vuela en pos del galardón.
En resumidas cuentas, la Cepal ubica a la economía mexicana como la peor en América Latina en cuanto perspectiva de crecimiento en el presente año (3.2 por ciento), a grado tal que de 19 países latinoamericanos considerados en su Estudio económico 2006-2007, México orgullosamente ocupa la posición 19.
Si se suman las ocho naciones caribeñas involucradas en el análisis del organismo, la economía mexicana desciende al escalón 25, de 27 posibles, sólo por arriba de Jamaica (con 3 por ciento de crecimiento) y Belice ( 2.5 por ciento). De hecho, es tal el potencial de la economía mexicana que crecería aún menos que la haitiana (3.2 contra 3.5 por ciento de los isleños).
Eso sí, la proyección de la Cepal es que en 2008 la economía mexicana supere a la haitiana, cuando ésta podría crecer el mismo 3.5 por ciento de 2007, mientras la nuestra daría un brinco espectacular: de 3.2 a 3.7 por ciento, lo que es lo mismo que nada.
Desde hace 25 años México ha sido el laboratorio por excelencia de las “reformas estructurales” impuestas por organismos internacionales y “consensos” con nombre de capital gringa. Todo se ha “reformado”, cambiado, “modernizado”, privatizado, etcétera, etcétera, y nada ha mejorado: la concentración del ingreso y la riqueza es brutal, la desigualdad ofensiva, el panorama social lacerante y la actividad económica lerda. Las cosas no han cambiado en cinco lustros, pero antes la economía crecía a una tasa anual de 6 por ciento. Ahora ni eso.
Comparada con los resultados que vislumbran otras economías de la región, la mexicana da tristeza. La argentina registraría un crecimiento de 7.5 por ciento en 2007, lo que promediaría una tasa anual de 8.55 por ciento el último cuatrienio; los números para la venezolana serían de 6.8 y 11.2 por ciento, respectivamente; la chilena 6 y 5.4 por ciento, en cada caso; brasileña 4.5 y 4.2 por ciento; uruguaya 5.2 y 9.55 por ciento; colombiana 6.8 y 5.9 por ciento; cubana 10 y 9.9 por ciento; de Trinidad y Tobago 8 y 9.2 por ciento; panameña 8.5 y 7.75 por ciento… y la mexicana 3.2 y 3.6 por ciento, una proporción menor a la de Belice, con 2.5 y 4.1 por ciento, en el mismo orden. Lo anterior, en el entendido que de 2004 en adelante “América Latina vive sus mejores años económicos desde la década de los 90” (Cepal, BID, FMI, Banco Mundial y conexos dixit).
Cierto es que, para el caso mexicano, el resultado es más que deprimente, pero también una invitación, un tanto drástica, para que se reconsidere el modelito, en especial cuando se recuerda que desde hace una década el país no registra crisis devaluatoria, inflación acelerada, problemas de “liquidez”, angustias por deuda, etcétera, (porque la macroeconomía es maravillosa), como sí se ha observado en muchas de las naciones en las que el crecimiento ha sido, es, más acelerado que en México.
En vía de mientras, la Cepal señala que en 2006 la economía mexicana registró una tasa de crecimiento del 4.8 por ciento debido al “elevado dinamismo” de todos los componentes de la demanda agregada durante los primeros tres trimestres del año, aunque su expansión se debilitó hacia el cuarto. El consumo creció 5 por ciento, la inversión 10 por ciento y las exportaciones 11 por ciento, todos ellos estimulados por el sector automotor, lo que a su vez condujo a la “mayor expansión del empleo” formal en los últimos seis años (83 por ciento se generó en el cierre sexenal) y contribuyó a la disminución del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos ( 0.2 por ciento del PIB).
La expansión del crédito al sector privado, las remesas de los emigrantes y la reactivación de la ocupación favorecieron la demanda interna. El alto precio del petróleo contribuyó al superávit fiscal ( 0.1 por ciento del PIB), a pesar de mayores gastos causados por la terminación de obras de infraestructura y las elecciones presidenciales, legislativas y estatales.
La desaceleración paulatina que se fue produciendo a medida que avanzaba 2006 se prolongó en 2007, debido al menor crecimiento de la economía estadounidense; en el primer trimestre de 2007 el PIB “avanzó” 2.6 por ciento, proporción muy inferior al 5.5 por ciento del mismo periodo de 2006. Se prevé que el crecimiento en el año sea de alrededor de 3 por ciento, y obedecerá a la demanda interna, que seguirá estimulada por las remesas y el crédito. Se prevé una inflación cercana a 4 por ciento y equilibrio fiscal. En los últimos meses se ha extendido la preocupación por la inseguridad que se vive en algunas zonas del país, sobre todo debido a la delincuencia organizada, lo que ha sido destacado por las autoridades económicas como un factor que podría limitar la inversión y el crecimiento económico.
Fuente : /strong> Periódico La Jornada – México*
Julio 28, 2007