En Costa Rica tenemos un refrán muy propio (¡bueno!, eso creemos nosotros): “toda escoba nueva barre bien”. Ahora resulta que la nueva y máxima autoridad del Fondo Monetario Internacional (FMI), la ciudadana oriunda de Bulgaria, Kristalina Georgieva (sucesora de otra mujer en ese altísimo cargo de la más importante burocracia financiera internacional, la francesa Christine Lagarde), dice que llegó la hora de ponerle impuestos a los ricos.
¡Ay Dios! Sin posibilidad alguna de que le demos algo de credibilidad a dicha afirmación, a pesar de que lo haya dicho esa señora ocupante de tan alto cargo, hay algo que ya es ineludible a esta altura del desarrollo y de la imposición de la globalización neoliberal: la desigualdad está en el centro del debate político internacional, en el centro de las protestas sociales, en el centro de las demostraciones de la Democracia de la Calle; en las más variadas regiones y en los más diversos países del planeta.
Efectivamente, la desigualdad está dinamitando la institucionalidad democrática de fachada que ha sido impuesta a varios países latinoamericanos, por ejemplo; dejando al descubierto una amplia gama de reclamos y de descontentos que estaban incubándose durante mucho tiempo y que, a partir de un incidente, presuntamente, “insignificante”, originaron estallidos sociales de consecuencias insospechadas. El caso de Chile es ejemplarizantemente emblemático.
No encontramos mejor forma de que usted, quien nos honra leyendo el presente comentario, constate los espantosos datos de la desigualdad en el planeta, que compartiéndole los datos que publican sitios y medios digitales que no ofrecen dudas de su inclinación político-ideológica hacia el mercado; lo cual nos señala que en estos ámbitos, nada afines a las ideologías de la redistribución y de la inclusión sociales, la realidad de la desigualdad es tan dolorosamente repugnante, que no es posible ocultar lo que los datos duros arrojan en perjuicio de tantos miles de millones de personas a lo largo del globo. Repare en ello, seguidamente (datos de la publicación digital businessinsider.es):
- Jeff Bezos, Bill Gates y Warren Buffett -los tres estadounidenses más ricos-, poseen tanta riqueza como el 50% de la población de Estados Unidos, unos 160 millones de personas.
- La fortuna del director ejecutivo de Berkshire Hathway, Warren Buffet, está estimada en 93.000 millones de dólares.
- La fortuna de los multimillonarios aumentó casi un 13% anual entre 2006 y 2015, mientras que los salarios aumentaron tan solo un 2% de media anual.
- La fortuna total de los multimillonarios de todo el mundo sumó 762.000 millones de dólares en 2017.
- Cada dos días aparecía un nuevo multimillonario en 2017.
- Se espera que las 500 personas más ricas del mundo leguen a sus herederos 2,4 billones de dólares durante los próximos 20 años.
- Estos superricos ocultan al menos 7,6 billones de dólares a las autoridades fiscales en paraísos fiscales. Eso significa que el 1% de las personas más ricas del planeta evade cerca de 200.000 millones de dólares en impuestos, ¡anualmente!
- Un director ejecutivo en Estados Unidos gana la misma cantidad de dinero en un día de trabajo que el sueldo medio anual de un empleado promedio.
- El director ejecutivo de Apple, Tim Cook, ganó 12,8 millones de dólares en 2017.
- De los 2.043 multimillonarios en todo el mundo, el 90% son hombres.
Los datos anteriores son una pequeñísima muestra de la profundidad de la acumulación de riqueza, concentrada en el 1% de la población del planeta; 1% que posee tanto dinero como el 99% restante, conjuntado todo. Creemos que estamos en la época de mayor concentración de riqueza de toda la historia de la Humanidad.
Pero, ¿cómo es la situación en Costa Rica? Según el ciudadano economista don Luis Paulino Vargas Solís, Director del Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), la realidad de los super-ricos costarricenses es todo un misterio. Sus datos están amurallados y encriptados, son prácticamente inaccesibles y no pueden ser detectados para efectos estadísticos y, mucho menos, para una correcta y justa tasación tributaria. Es decir, los niveles de concentración de riqueza en nuestro país, son un verdadero misterio, aunque su realidad está ahí.
¡Este es el mundo que nos tocó vivir! ¡Es esta la clase lucha que nos comprometimos dar!