Las 12 firmas de los señores y las señoras diputadas que presentaron el texto sustitutivo al expediente legislativo 21.049, “LEY PARA BRINDAR SEGURIDAD JURÍDICA SOBRE HUELGAS Y SUS PROCEDIMIENTOS”, son doce señales que apuntan a la prudencia; doce motivos que invitan a la totalidad del Parlamento a enriquecer el equilibrio, la buena fe y la democracia costarricense.
El país se hunde en una terrible polarización y no hay motivos válidos para continuar en posiciones absurdas y ocurrencias impositivas. Es necesario que quienes asuman puestos de representación popular se vuelvan a las personas que los eligieron y se sometan al escrutinio público, aunque ello implique darle la espalda a ese pequeño grupito de poderosos que creen tener la sartén por el mango. ¡Basta de rosas marchitas! Costa Rica necesita volver a recorrer los caminos vigorosos de la social democracia, la que entendía la huelga como un derecho ineludible y como un contrapeso ante los abusos despóticos del poder.
Don Carlos Ricardo Benavides y doña Yorleny León ignoran las ideas de su propio partido, esas que indican que, “Hay una diferencia sencilla entre un dictador y un demócrata: si el demócrata no tiene oposición, su deber es crearla, mientras que el sueño del dictador es eliminar toda oposición”.
También, los insignes diputados ignoran las ideas de uno de los fundadores de su partido, don Luis Alberto Monge, quien expresó que “no era por el camino de las restricciones que se pueden detener las huelgas, es necesario ir a sus causas, terminar con una serie de injusticias sociales. Quienes pretendan eliminar las huelgas por el camino de las restricciones ignoran que son un fenómeno social que obedecen a muchas causas complejas. La línea prohibicionista sólo encamina al cumplimiento real de lo que don Pepe Figueres señaló como “huelga es huelga”.
Por otra parte, el odio que se vierte desde algunos sectores de la Asamblea Legislativa en contra de los sindicatos como organización de trabajadores, contraría los postulados de la Doctrina Social Cristiana, de ese humanismo cristiano que desde sus inicios pretendía el bien común y salvaguardar la dignidad de las personas.
Hoy, en virtud de mejorar la legislación laboral y reconocerles condiciones óptimas a las personas trabajadoras, lo que se pretende es cercenar sus derechos. Estoy convencido que si el doctor Rafael Ángel Calderón Guardia volviera por unos minutos diría que, “No habrá tranquilidad en Costa Rica mientras no le devuelvan todas las garantías al pueblo” y de la vergüenza, por lo que hacen algunos socialcristianos, regresa a su lugar.
En este tema de regular las huelgas, inicialmente hay 12 firmas que apuntan a la prudencia. Doce personas que al igual que los 12 discípulos de Jesús se encargarán de llevar un mensaje distinto al mensaje de odio que se evidencia en el primer proyecto. Entenderán que el recorrido por el camino de lo justo y lo correcto nunca será fácil, oponerse al poder mediático y económico es un reto, pero al final de las calzadas, sus conciencias estarán tranquilas.
Hay tres voces que en este tema de huelga reverdecen la prudencia con razonabilidad, proporcionalidad y constitucionalidad. Cuatro que se abocan a la verdad, la justicia y la espiritualidad. Dos de ellas, a la integración nacional para resolver los problemas que afectan a la sociedad costarricense.
Hay una voz que se aferra al humanismo cristiano y que no vende sus principios; otra que con mesurado dominio del comportamiento humano sigue los pasos valientes del caudillo histórico del calderonismo y; una voz en el Parlamento, una sola, que siempre ha estado de lado de las personas trabajadoras, una voz incómoda para los banqueros y para los evasores de impuestos.
Por último, es posible que este pequeño grupo de diputados convenzan a sus colegas para devolverle a los costarricenses la confianza en el Estado Social y Democrático de Derecho; guardamos la esperanza que la verdad vuelva ahí donde las leyes son interpretadas y que se haga justicia “aunque el cielo les caiga encima” y; por qué no, hasta la posibilidad de un milagro en la jefatura que nos preside. Entonces las posibilidades de un gran pacto nacional que nos devuelva la paz y la estabilidad dejarán de ser sólo producto de un sueño.