Albino Vargas Barrantes, Secretario General (ANEP)
La ahora exministra de Estado, ya expresidenta ejecutiva del Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU), doña Patricia Mora Castellanos, participante activa de la gestión gubernativa que encabeza Alvarado Quesada durante los 32 meses que ésta lleva transcurridos; argumentó renunciar a esos cargos por sentirse engañada (estafada, decimos nosotros), en el proceso del cual ella fue partícipe activa, del diálogo multisectorial convocado por el gobierno y que, en términos generales, finaliza en fiasco, en ridículo, en una engañifa.
Doña Patricia dramatiza su “enojo” y “decepción”, destacando la circunstancia de que mientras ella y otras personas participantes del indicado proceso se encontraban en la Asamblea Legislativa, en la “ceremonia” de fanfarria político-pantomímica, en la cual Alvarado Quesada entregaba en el parlamento los famosos 58 acuerdos de su diálogo; ya él, Alvarado, había tomado la decisión política de entregarnos al Fondo Monetario Internacional (FMI), a cambio de un “préstamo” de 1.750 millones de dólares, para lo cual hizo un teatro de entrevista periodística con el medio emblema del periodismo de odio, con el cual procura siempre quedar bien.
Doña Patricia, a su manera, nos da la razón de que la mesa del diálogo social promovida por el gobierno de Alvarado Quesada fue tan solo una acción política “controlada”, de cara, precisamente, a ese proceso con el FMI; para lo cual los y las participantes, procedentes de diversos sectores de la sociedad, actuando de buena fe (en su mayoría), quedaron como “tontos útiles” de la estrategia de Alvarado de tratar de venderle la idea a este organismo financiero internacional de que la relación del país con el mismo tenía una base social representativa. Nada más falso. Alvarado cometió, nuevamente, una estafa política y su accionar descredita los importantes procesos de diálogo social en democracias de sólidas bases. Al menos queda la enseñanza de que, estos procesos de diálogo social “controlado”, terminan en total descrédito.
Igual parece ser la suerte que terminará corriendo el otro proceso de diálogo social que, según vamos recibiendo información fehaciente de sus interioridades, también quedará desacreditado. Hablamos del foro “competidor” del de Alvarado, promovido por la entidad conocida como Asamblea de Trabajadores y de Trabajadoras del Banco Popular y de Desarrollo Comunal (ATTPBD), de la cual el cooperativismo es un componente muy fuerte.
Pues bien, la máxima cúpula política de este movimiento, conocida como el Conacoop (Consejo Nacional de Cooperativas), ha salido a la luz pública a decir que no está de acuerdo con el acuerdo (del foro de la asamblea), de que éste (el cooperativismo), debe dar un aporte tributario “extraordinario” para la crisis fiscal en desarrollo; como tampoco avala aumentar la carga impositiva sobre el cuerpo asalariado del país, como se acordó en ese foro en contra de la población laboral del país cotizante del Banco Popular (impuesto al salario escolar).
Este dato, por sí mismo, nos da pie para plantear que estamos, también, frente a un proceso de diálogo social “controlado” que, sin duda alguna, lo deja desacreditado. Y, ¿por qué decidimos que el foro del Banco Popular también representa un proceso de diálogo social “controlado”? Para solamente citar un elemento que lo certifica es lo que pasó con la corriente sindical que representamos: ésta fue excluida por quienes tenían (tienen) ese diálogo social “controlado”.
El descrédito de este tipo de diálogo social “controlado” llega a afectar hasta otro movimiento social que, en otros contextos, resultó relevante en el desarrollo de la Democracia, pero que presenta un potencial enorme en momento en los cuales ésta sigue viajando (o más bien, la están conduciendo), hacia el autoritarismo. Hablamos del Comunalismo, el Movimiento de Desarrollo Comunal, cuyo su interlocutor político al máximo nivel, el propio Alvarado Quesada (porque estaba en la mesa de diálogo convocada por éste), le acaba de clavar un puñal en la espalda, recortándole todo su presupuesto, condenándole a su total cierre-desaparición, prácticamente.
Las perturbaciones sociopolíticas arrojadas por este tipo de diálogo social “controlado”, nos hablan de una línea estratégica de profundo calado ya pre-establecida que se “legitima” con la participación de los sectores sociales convocados al banquete, a fin de que tales sectores socialessientan/perciban que son “tomados en cuenta”; que “son participantes activos”, que la Democracia les “incluye”; sin percatarse (en verdad, ¿es que no se dan cuenta?), de que el posicionamiento de la sociedad de la exclusión es lo que avanza.
Es ésta, la sociedad de la exclusión, la que ocupa de esos diálogos sociales “controlados”, pues es tal la brutalidad de su diseño de ingeniería social retrógrada, que necesita la oxigenación política que ese tipo de diálogo social le proporciona, pues siempre habrá quién esté dispuesto a alfombrarse a sí mismo para que le pasen por encima, aunque “no se dé cuenta de ello”.