Llevamos muchos años de militar en una corriente sindical que ha tenido como un eje central de todo su accionar el estudio de la realidad nacional y, paralelamente, la generación de propuesta alternativa en aras de aportar un poquito para que nuestro país volviera a transitar la senda del bien común, de la inclusión, la integración y la movilidad sociales.
Es por ello, y entre otras razones, que en materia de empleo público y la cuestión de los salarios en el Estado costarricense, hemos llegado a la conclusión fundamental de que si no se da en Costa Rica una Transformación Tributaria Estructural, así escrito en mayúsculas; las cosas solamente empeorarán para quienes laboran como asalariados para el sector público y para sus familias; para quienes dependen de las compras del Estado para sus actividades productivas (especialmente, a nivel de micro, pequeñas y medianas empresas); y para quienes necesitan de una serie de servicios públicos pues su pobreza, su precariedad y vulnerabilidad social, no les permite aspirar a un nivel de calidad de vida digno sin esos servicios públicos.
Esta visión sindical que nos hemos forjado, con el aporte de costarricenses estudiosos de nuestros problemas como sociedad y que no están en las filas del sindicalismo, necesariamente, nos ha llevado a construir un pensamiento sindical con perspectiva social y ciudadana; lejos de los esquemas corporativo-gremialistas de pretensiones “exclusivistas” y que no permiten condiciones para la construcción social y sindical compartida en ámbitos de tolerancia a la diversidad.
La situación se agrava todavía si tales esquemas se basan en fórmulas de ortodoxia, que por más respetables que sean y de genuina convicción en estas, llevan a rechazar, satanizar, descalificar, ad portas todo lo que no concuerde con ellas.
Nosotros nos matriculamos con un “esquema triangular” cada vez que nos enfrentamos al desafío de la negociación salarial semestral para el sector público: a) la cuestión fiscal y la necesidad de esa Transformación Tributaria Estructural; b) el fortalecimiento de los servicios públicos y de su institucionalidad para el bien común; c) los problemas de eficiencia, de eficacia, de oportunidad con que deben prestarse esos servicios públicos, desterrando de ellos la corrupción y entronizando la transparencia; colateralmente con la necesidad de severos métodos de evaluación para resaltar la excelencia en su prestación, combatiendo la mediocridad y recuperar la vocación sincera de servir a los demás.
Estamos firmemente convencidos de que toda medida, todo proyecto de legislación que apunte hacia esta Transformación Tributaria Estructural debe ser firmemente respaldado por una acción sindical que tenga presente los tres puntos de ese “esquema triangular”.
Si hay otra visión que no crea que esto sea lo prioritariamente actual, pues conciben que la tarea fundamental sea otra, merece tanto respeto como el que reclamamos para nuestra propia visión. Al final de cuentas, la tarea del derribamiento del modelo neoliberal puede tener perspectivas tácticas y estratégicas diferentes.
A las organizaciones sindicales que firmaron el más reciente acuerdo salarial para el sector público, les asiste suficiente legitimidad y sobrada representatividad. Son agrupaciones de larga trayectoria y no nacieron ayer. El conglomerado firmante de las centrales sindicales, con el apoyo de la ANEP y de Patria Justa: coalición sindical latinoamericanista; tiene amplias bases laborales de personas asalariadas del sector público en los Ministerios del Poder Ejecutivo (Gobierno Central, incluyendo Educación); fuertes colectivos laborales en el ICE, en la CCSS, Recope, Japdeva, INS, municipalidades, entidades centralizadas y descentralizadas, instituciones autónomas y semiautónomas, y hasta en bancos públicos. etc. Y si se trata de definir puntos estratégicos para golpear al sistema, queda claro de qué lado están.
Pensar distinto y la tolerancia a la diversidad es lo que está permitiendo, a partir de confluencias generales, avanzar en sendas de justicia social y de inclusión, para armarse mejor en el enfrentamiento real que debe ocuparnos: la tiranía en desarrollo del capital neoliberal con su hegemonía financiero-bancaria y su propósito ya no de tanta opacidad como hasta hace un tiempo, de “gobierno mundial”. Humildemente, y en el plano nacional, pensamos que es cuestión de ideas y no de “rabietas”.