Morista y socialdemócrata cristiano de izquierda

En julio de 2013, con el título de “Socialdemócrata, cristiano y de izquierda”, publicamos uno de nuestros artículos semanales con la finalidad de responder respetuosas preguntas y bienintencionadas inquietudes que se nos venían formulando, acerca de nuestra ideología en el desarrollo de la militancia sociopolítica y cívico-sindical que hemos venido desarrollando en todos estos años.

Hoy estamos más convencidos que nunca de que las bases de la nacionalidad costarricense, nuestra estructuración republicana, la convivencia social derivada de la misma, la institucionalidad para la inclusión social desarrollada a partir de la década de los años 40 del siglo XX y que se empezara a consolidar a partir del conflicto bélico de 1948, con la fundación de la Segunda República y la promulgación misma de la Constitución Política todavía vigente, la del 7 de noviembre de 1949; son herencias del pensamiento, de la acción política y de la lucha social de notables costarricenses, hombres y mujeres, que tenían inspiración en una diversidad de filosofías políticas pero que, en términos generales, confluían en la meta compartida de una Costa Rica inspirada en la búsqueda y la promoción del bien común; de una Costa Rica con posibilidades de inclusión social en el más amplio espectro; de una Costa Rica proclive a la integración y a la movilidad sociales con solidez y equidad; de una Costa Rica de total paz y plena justicia social.

Y esas personalidades costarricenses tenían visiones de mundo distintas y hasta encontradas: se identificaban con el viejo liberalismo, con el Socialismo en sus varias denominaciones, con el Humanismo Cristiano de la Doctrina Social de la Iglesia y, finalmente, con la Socialdemocracia clásica, como la de los países nórdicos.

Pese a tal diversidad, como nación nos pusieron a transitar por el sendero de la utopía buscando la entronización de una sociedad de oportunidades y con estratégica visión de reducción de la desigualdad.

Es por estos senderos, guardando las proporciones históricas y las disparidades intelectuales que nos separan de esos gigantes patricios nacionales, que nosotros hemos andado por estos lados de la lucha social de todos estos años.

Adicionalmente, y gracias a una generación de costarricenses notables de la actualidad, hemos podido aquilatar la dimensión extraordinaria del más grande aporte dado a nuestra nacionalidad costarricense hasta estos días, de parte del más grande y mejor Presidente de la República de toda nuestra historia como nación: don Juan Rafael Mora Porras, don Juanito Mora.

Estamos, en este caso, el de don Juanito Mora, frente al reto de una deuda histórica que debe ser saldada para que podamos tener un reencuentro con las fuentes primarias de nuestra nacionalidad. Solo beneficios podría traernos ello.

Ojalá alcancemos la plena reivindicación político-estratégica que significa que el pueblo todo, la generación de salida, la que está al frente del país y, especialmente, la juventud actual, sepan y constaten la magnitud de la acción política y el legado social, histórico y soberanista que nos dejó don Juanito Mora.

De lo poco que vamos conociendo de ella, pues se ha estado produciendo mucho material en esa línea de reivindicar su legado (imposible de asimilarlo a plenitud, mediando la vorágine del día a día de la lucha social), hoy nos declaramos morista; y, por tanto, ahora somos de pensamiento morista y socialdemócrata cristiano de izquierda.

La presentación en sociedad y la firma pública del documento “Una agenda patriótica para el bien común”, suscrita por el Partido Acción Ciudadana (PAC), así como por el Partido Frente Amplio (PFA), con el Colectivo Sindical Latinoamericanista PATRIA JUSTA; evento que tuviera lugar el pasado viernes 26 de junio de 2015, en el Teatro Popular Melico Salazar, ha generado las más diversas reacciones. El impacto de tal acontecimiento ha sido absolutamente innegable.

Por ejemplo, ha provocado una verborrea de histérica retórica por parte de políticos, opinólogos, amanuenses, analistas y similares quienes, mostrando en niveles sorprendentes gran pobreza intelectual y patética debilidad argumental, han tenido que acudir a muletillas gastadas de satanización ideológica al reaccionar a tan magno evento.

De todo lo que están diciendo en esa línea del histerismo pueril, concluimos que no solamente certifica que es más que actual la oportunidad de haber planteado ante el país y transparentemente, el proceso y los contenidos de “Una agenda patriótica para el bien común”; sino que la misma, en su esencia, está impregnada por los valores de ese sendero utópico en que nos metieron esos y esas costarricenses de antaño, en medio de su diversidad de pensamiento filosófico-ideológico y de acción política en tal condición; sendero del que nos desviaron, precisamente, las políticas que ha venido imponiendo ese histerismo pueril que estamos observando. Nosotros queremos que ese sendero no se nos pierda definitivamente; queremos ayudar para que lo localicemos y que nos metamos, de nuevo, en él.

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