Periodismo de odio, nuevo gobierno y vacunación

Albino Vargas Barrantes, Secretario General (ANEP)

En primer término, considero necesario aclarar lo siguiente. Ni en primera ni en segunda ronda electoral de las pasadas elecciones presidenciales, quien esto escribe votó por los candidatos finalistas. La persona que mereció mi voto no pasó de la primera vuelta. Para la segunda, “gané”: es que no fui a votar. Me sumé al “partido abstencionista” que tuvo más “votos” que el señor Rodrigo Chaves Robles y que el señor José María Figueres Olsen. Finalmente, según las reglas constitucionales para este tipo de elecciones, don Rodrigo se dejó la Presidencia de la República.

En los dos pasados gobiernos del Partido Acción Ciudadana (PAC), especialmente para el segundo, la clase trabajadora asalariada del sector Público sufrió el ataque mediático más cruel que grupo social alguno haya sufrido en Costa Rica, desde los tiempos de la llamada Segunda República.

Varios medios de prensa se conjuntaron y se conjuraron, en lo que nosotros mismos llamaríamos después como periodismo de odio, para desplegar una feroz campaña de agresión psicológica y de terrorismo ideológico contra aquellas personas trabajadoras (y sus familias) ocupantes de puestos en los más diversos servicios públicos estatales.

Tales medios practicantes del periodismo de odio, fanáticos del dogma ideológico-neoliberal “todo mercado-nada Estado”, querían que la opinión pública (o la opinión publicada, como suele aclararnos al respecto el político ecuatoriano don Rafael Correa Delgado); se “convenciera” de que el desastre de las finanzas públicas llamado déficit fiscal, se debía a los salarios devengados por quienes laboran en el sector Público, construyendo así una cortina de humo para esconder las verdaderas razones del déficit fiscal.

¡Fracasaron en su empeño! Luego de mucho confrontar a ese periodismo de odio en este asunto, se logró determinar las reales causas del problema fiscal del país que, en esencia, no se deben a los salarios pagados en el sector Público. Sin embargo, como el asunto es ideológico, el periodismo de odio, sigue en su enfermiza obsesión “todo mercado-nada Estado”.

Al llegar a la campaña electoral del 2022, el tripartidismo clásico, Liberación-Unidad y Acción Ciudadana, tutelado por ese periodismo de odio, decidió bloquear el ascenso de un recién llegado a la política doméstica con aspiraciones serias, al notar que sus candidaturas presidenciales preferidas sufrían el desgaste de ocho administraciones consecutivas de este tripartidismo; desgaste que exhibe cifras y resultados desastrosos, en todos los órdenes, para las mayorías populares.

De nuevo, el periodismo de odio se conjuntó y se conjuró en contra del señor Rodrigo Chaves Robles, a partir de situaciones de orden personal sumamente publicadas y de amplio conocimiento de la gente. Y, aunque desde nuestra perspectiva político-sindical la consigna ideológico-neoliberal del “todo mercado-nada Estado” no está en peligro sustancial con la llegada de él a la Presidencia de la República, es obvio que no representa su estadía en Casa Presidencial algo de lo cual debe alegrarse el periodismo de odio.

Ya en la silla presidencial, considerando la posición del nuevo Gobierno sobre el tema de la pandemia del covid-19, el periodismo de odio volvió a atacar en cuadrilla al ahora nuevo Presidente de la República. Las señales son claras: el periodismo de odio nunca quiso y no quiere al señor Chaves Robles en la Casa Presidencial.

En la superficialidad de un análisis nada riguroso, alguien podría decir que el Presidente y los sindicatos del sector Público, al tener el mismo “enemigo común” (el periodismo de odio), deberían “unirse”. En realidad, se pueden poner en mesa visiones relativamente parecidas en cuanto a la naturaleza real del déficit fiscal y su relación directa con la defraudación tributaria en todas sus expresiones y modalidades, para citar tan sola una posibilidad de acercar posiciones. Si las del mandatario son bien fundamentadas como lo han sido las sindicales (al menos, las de la corriente en la cual militamos), “¡quien quita un quite…!”.

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