En la política, hay actores formales y actores reales. Por lo general, es en los actores reales donde reside el verdadero poder en una sociedad, total o parcialmente.
Y suele suceder, también, que ese verdadero poder está “repartido”; es decir, una sola persona, o un solo sector, o un grupo de sectores unidos por intereses comunes y/o visiones compartidas, no lo controla todo; y, por tanto, no puede imponerlos al resto de la sociedad.
Esto es mucho más notable o se percibe más intensamente, en escenarios de polarización y de confrontación social; especialmente cuando en este caso, llegamos a planos descubiertos de enfrentamientos abiertos entre sectores y entre clases.
La cuestión del Empleo Público, la situación de la Reforma Procesal Laboral (RPL), el tema tributario-fiscal y la concepción confrontada sobre el déficit, más la que se ve venir sobre los salarios mínimos en el sector privado de la economía; muestran cómo se desempeñan los actores formales y los actores reales en los diversos escenarios en que “se desarrolla el partido”.
No hay duda alguna de que los sindicatos, las organizaciones sindicales son parte de los actores reales en los álgidos temas mencionados; a pesar de sus problemas y dificultades, a pesar de su división y sus desencuentros, a pesar de los celos de protagonismo y de figuración de sus liderazgos, a pesar de sus enfoques excesivamente gremial-corporativista en no pocos casos.
Pero en este caso, en el de los sindicatos, todo mundo sabe quién es quién y cómo está jugando, pues su desarrollo como actores reales es totalmente transparente. Es tan transparente que, por ejemplo, en ocasión de un paro o una huelga, se anuncia con muchos días de anticipación.
Tampoco se puede poner en duda de que lo que denominamos poder económico, los grupos empresariales y financieros de mayor acumulación de capital, el gran capital, son actores reales como los sindicatos.
A diferencia de éstos, plenamente identificables y expuestos ante la opinión pública, con siglas, nombres y apellidos para que no quede la menor duda de quiénes son; del lado del gran capital como actor político en los temas mencionados, no suele suceder lo mismo.
Es decir, desconocemos el grado de involucramiento de personajes, algunos respetables y otros no tanto, que asumen posición político-ideológica pero no directamente, sino por interpósita mano. Y en este caso, de carácter asalariada, por más excelencia profesional que muestren en su quehacer económico-financiero, en la gerencia corporativa de alto nivel, en la gestión a nivel de la comunicación colectiva y otros ámbitos de las relaciones sociales; desarrollos que, por lo general, se ejecutan con gran honestidad; pero, y este es el pero, finalmente determinados por la concepción ideológica y de mundo que tiene la parte propietaria.
Es aquí donde queremos centrarnos con esta reflexión. En la polarización-confrontación que está teniendo lugar en nuestra sociedad, producto de los temas planteados (aunque no son todos), ese poder hegemónico del capital concentrado se ha venido expresando interpósita mano, vía sus propios conglomerados mediáticos que poseen como propiedad privada pero que se presentan a la ciudadanía como “neutros” canales de transmisión de información mediático-periodística.
Desde una perspectiva de sociedad en Democracia, que el hegemónico capital concentrado actúe así, no debe ser cuestionado. Es su derecho. Pero que sepamos que hay gente de carne y hueso, rostros humanos, caras sonrientes o no, en esta parte actora del conflicto, ¡también debe ser un derecho! Esta parte actora de la polarización-confrontación en desarrollo se ha venido moviendo en gran opacidad. Pareciera que ya es hora de ponerle rostro, ponerle cara.
Por ejemplo: ¿Tenemos o no tenemos derecho a conocer quién es quién en el seno de un conglomerado radiofónico-televisivo, innegable actor político en el tenso clima sociopolítico del país en los actuales momentos? ¿Tenemos a no tenemos derecho a conocer la cara o las caras de sus propietarios, de sus accionistas, de sus gerencias mediáticas…? ¿Tenemos o no tenemos derechos a que la ciudadanía sepa quién es quién en el “partido de la confrontación social”, tal y como nos presentan las caras y los nombres de los dos equipos de fútbol que se enfrentan en la cancha?
En una opinión sumamente personal pero pensamos que no tiene sentido seguir hablando de “derecha”, seguir hablando de la “oligarquía”, seguir hablando del “capital”, en este tema de los actores políticos reales, si la gente no puede asociar tales conceptos sociopolíticos con rostros, con caras, con nombres y apellidos.
Puede resultar sumamente interesante que en esto de los actores reales, pudiéramos lograr una “igualdad de condiciones”, para que podamos, al menos en foto, saber quién está manejando los hilos de poder en el “otro lado de la acera”.