Pueblo vs Pueblo-la estrategia de un cobarde

Jonathan Flores Mata, ExpolicíaDirectivo Nacional de ANEP

Sobra, y por mucho, decir que nuestro país se encuentra experimentando una coyuntura social increíblemente compleja. El descontento acumulado de muchos sectores, tanto de los formalmente organizados, como los creados de hecho, explotó. También está de más señalar que el catalizador y detonante, al mismo tiempo, de esta situación, fue el anuncio del gobierno de cargar la economía de los costarricenses con más impuestos. Esto ante el marco de la negociación con el Fondo Monetario Internacional, acción que por sí sola ya genera el repudio de varias y diversas representaciones.

Estalló la olla de presión en que se había convertido Costa Rica, por su economía, y las expresiones de protesta social alcanzaron niveles de hostilidad pocas veces vistas en nuestra historia. Lamentablemente, los yerros tácticos y operativos de mandos medios en la Fuerza Pública, sumado a la intromisión de personas agresivas, con problemas personales con las autoridades, conllevó a un enfrentamiento policía-civiles, con saldo diario de persona heridas en ambos bandos.

Al inicio de los bloqueos, muchos y muchas, servidores y servidoras policiales, expresaron su apoyo a la lucha social, y su más absoluta oposición a pagar más impuestos. Estas expresiones de apoyo, y la conciencia de las y los uniformados, como la golpeada clase trabajadora que es, despertaron alucinaciones que hicieron temblar de miedo al Poder Ejecutivo, que alarmistas hasta llegaron a imaginarse al recurso humano de Fuerza Pública negándose a reprimir. (Sin afán alguno de incurrir en alguna instigación impropia, debo decir que creo de corazón, que dentro de unos años podríamos llegar a presenciar ese escenario).

En ese momento, y, reitero, gracias a la infiltración de personas agresivas en las protestas, (no es narcotráfico, no se puede ser tan ingenuo para creer eso), se elevó la temperatura en las confrontaciones y comenzaron a darse actos de violencia, en uno y otro lado. Y por todos es bien sabido, que tal situación es cíclica, y que la violencia genera más violencia, nadie va a poner la otra mejilla, por el contrario, devolverá el golpe.

Debemos recordar que las y los policías son servidores y servidoras públicas, a los que se les han cercenado una considerable parte de sus salarios; que trabajan en condiciones insalubres, riesgosas, y también han sufrido por la crisis económica. Es decir, son parte del pueblo, ciudadanos y ciudadanas costarricenses, igual que los demás. Con la enorme diferencia de que, el sustento de sus familias se gana cumpliendo con las labores de seguridad, lo que les obliga a obedecer las órdenes de Michael Soto y Carlos Alvarado, de no hacerlo, pasarían a ser parte de la infinita lista de desempleados y desempleadas.

La respuesta de parte de Presidencia fue echar mano a la tan arraiga estrategia que ha utilizado una y otra vez en esta Administración, cuyo paso a paso se saben de memoria, y lo admito, desdichadamente, la han aplicado muy bien. Me refiero al método de dividir, ese con el que consiguen debilitar la cohesión de fuerzas que les hacen frente, polarizar la opinión pública y hasta desviar la atención del verdadero problema de fondo.

Fue así como en contubernio con los medios de comunicación, de ideología marcada, y compartida con Alvarado (esos que se han beneficiado con indultos de grandes deudas y que ganan contratos millonarios en publicidad gubernamental), se comenzaron a poner en el foco a las y los policías heridos, patrullas quemadas, busetas destruidas a pedradas y hasta personal policial sometido a revisión de la gente en los bloqueos.

Hecho esto, se sentaron con palomitas de maíz, a esperar la reacción natural de la contraparte, meter un poco más de carbón, y disfrutar de la nueva división que consiguieron crear.

Lógicamente, la respuesta de parte de las y los manifestantes, y otras organizaciones participantes de los movimientos de oposición a más impuestos, no se hizo esperar. Fue así como se dieron a conocer abusos de autoridad, imágenes de civiles heridos, personas inocentes afectadas con el gas… y todo lo que hemos visto en estos días.

De esta manera, los ánimos se enardecieron, tanto en policías, como en manifestantes, y ciudadanía en general. Y fue de esta forma que se polarizó la opinión pública, y la policía empezó a reprimir sin ningún tipo de piedad, y quienes protestaban atacaron sin miramiento alguno del ser humano uniformado tras los escudos.

Y así fue como la asquerosa y cobarde estrategia del gobierno, de poner a pelear al pueblo contra el pueblo mismo, funcionó. Comenzó a correr sangre costarricense, y a señalarse los unos a los otros como responsables, cuando el único culpable permanece en las sombras sin dar la cara.

A estas alturas solo queda darse cuenta de lo sucedido, concientizarse, e intentar no caer en el vil y vetusto juego de quienes son usados como marionetas por los dueños del gran capital. Ciudadanos y policías somos hermanos del mismo pueblo, nos afecta por igual que el gobierno de turno sea proteccionista con los evasores y autoritario con la clase trabajadora. ¡No caigamos más en la trampa!

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