Don Luis Guillermo Solís Rivera, candidato presidencial para la segunda ronda electoral por parte del Partido Acción Ciudadana (PAC), ha indicado que un déficit fiscal del 6 % del Producto Interno Bruto (PIB), no le asusta; como tampoco le parece el planteamiento fundamentalista de déficit cero según una de las más fuertes creencias del extremismo neoliberal. El señor Solís está en lo correcto, según nuestra propia perspectiva.
Este asunto del déficit es sumamente complejo y no debe verse como un asunto “´técnico”. Por el contrario, es profundamente ideológico según la perspectiva que se tenga desde un punto de vista de clase.
Por ejemplo, según el principal latifundio mediático del capital neoliberal, el déficit es culpa de los pluses salariales que devengan diversos sectores laborales de la Administración Pública; un “refrito” periodístico publicado la semana pasada y con evidentes intenciones de manipulación de la opinión pública, a lo cual se presta, lamentablemente, la propia Dirección General de Servicio Civil.
Los pluses en el sector Público tienen diversos orígenes y surgen, esencialmente, en el ambiente más tenso de las políticas de ajuste estructural en sus primeros momentos, cuando las fuertes restricciones en materia de incrementos salariales en el sector Público hizo difícil la retención de cerebros; hizo necesario implementarlos para labores de riesgo y peligro ante bajos salarios; e, incluso, para garantizar la transparencia en la gestión, como la prohibición y la dedicación exclusiva.
Otra cosa muy distinta es el tema del “enganche” de la ley salarial médica con relación a diversos puestos de la estructura salarial del Gobierno Central que estableció una fórmula matemática de orden salarial ascendente, a beneficio de un gremio en detrimento de otros. Pero esto es “harina de otro costal” y será tema de notoriedad pública próximamente.
De cara al criterio del señor Solís Rivera, es preciso puntualizar lo siguiente.
Vivir con déficit no es una cuestión apocalíptica, en primer lugar. Él lo acepta sin ambages. Segundo: los responsables del déficit no son los salarios de los empleados públicos, ni mucho menos, los pluses necesarios que tienen diversos sectores laborales estatales. Este segmento de la clase trabajadora asalariada no roba impuestos: si tiene un nivel salarial como para tributar renta, ésta le es rebajada de manera puntual del salario; y si se trata del impuesto sobre las ventas, éste se paga inmediatísimamente al momento de la compra. (Igual sucede, según sea el caso, de las personas trabajadoras asalariadas del sector Privado).
Tercero: Las causas del déficit andan por otro lado. Es la naturaleza perversa del sistema tributario costarricense: proporcionalmente hablando pagan más los que menos tienen (priva la regresividad en vez de lo que debería ser: la progresividad). Y los que más tienen, pagan menos (cuando pagan), amén de que es por este lado de la acera donde se dan las más escandalosas evasiones y elusiones tributarias. Cuarto: El sistema de exenciones y de exoneraciones actualmente vigente, amerita una intervención política de alto nivel y de fuerte decisión. Se calcula en casi un 6 % del PIB lo que el Estado deja de recaudar por tanta exención y por tanta exoneración. Este 6 % de PIB en esta materia, es igual al 6 % de déficit fiscal que violenta el catecismo neoliberal extremista; por tanto, si quieren “entrarle” duro al déficit fiscal, empiecen por aquí. Jamás será igual el 6 % de PIB por exenciones y por exoneraciones, a la suma de todas las dedicaciones exclusivas, de todas las prohibiciones, de todos los riesgos que, por ejemplo, se pagan a los empleados públicos del Gobierno Central.
Ahora bien, si don Luis Guillermo Solís Rivera está indicando que no le asusta un déficit fiscal del 6 %, necesariamente deberá colocar en el Ministerio de Hacienda y en el Banco Central de Costa Rica (BCCR), a personas completamente afines a esta tesis. En primer lugar, el BCCR debe ser controlado desde la Casa Presidencial y no desde los grupos financieros-neoliberales de la bolsa de valores; y, en el caso del Ministerio de Hacienda, su orientación fundamental ha de ser el combate frontal a la evasión y a la elusión tributarias y no cómo eliminar los pluses salariales de los empleados públicos.
Además, deberá proponer cuáles exenciones y exoneraciones deberán ser eliminadas o redimensionadas para que el Estado tenga recursos frescos por el orden de, al menos, el 3 % de PIB, la mitad de lo que hoy en día representan tales privilegios fiscales (6 %).
Pensamos que la gritería del gran empresariado neoliberal por saber quién dirigirá el BCCR y/o el Ministerio de Hacienda, es un chantaje que no debe ser aceptado por el ciudadano Solís Rivera; y, por el contrario, debe repararse en que el cambio que quiere la gente es de tal magnitud que ni “los Lizano Fait”, ni “los de Paula Gutiérrez”, ni nada que huela a estos sectores, deben volver a controlar la política macroeconómica, fiscal, monetaria y hacendaria del país.
Debe el señor Solís Rivera tener presente que el principal reto que ha de enfrentar, de ganar la segunda ronda el próximo seis de abril, es demostrarle a las mayorías que el “cambio” es concreto.
Se trata de realizar una serie de nombramientos y de emisión de directrices en una misma dirección: enfrentar el primer problema nacional, cual es el crecimiento de la desigualdad.
La Presidenta Chinchilla terminará su mandato dejándonos esta deshonrosa distinción: Costa Rica ocupa el primer lugar en América Latina en cuanto al crecimiento de la desigualdad.
El señor Solís Rivera tiene pleno conocimiento de que este desafío nacional de combatir el crecimiento de la desigualdad y empezar a revertirlo, ha sido formulado de manera sistemática por varios y relevantes sectores sociales organizados como la corriente sindical en la cual militamos.
La propuesta “Aportes para una nueva Costa Rica inclusiva y solidaria” (propuesta “Crisol”), no le es desconocida a él. Como intelectual y académico solidario, él nos dio brillantes ideas al respecto, junto a otros destacados pensadores de diversa procedencia política.
La esencia de la propuesta “Crisol” (para solamente dar un ejemplo de varios esfuerzos propositivos de carácter alternativo al modelo neoliberal), es contraria, radicalmente hablando, a lo que piensan “los Lizano Fait”, “los de Paula Gutiérrez” y similares. Ésta ha de ser la primera “prueba de fuego” para el señor Solís Rivera, en caso de ganar el 6 de abril: Retomar el control político del Banco Central para ponerlo al servicio de políticas en pro del bien común. Señal crucial tanto como lo ha de ser la designación en el Ministerio de Hacienda.
Ambas entidades, Hacienda y Banco Central, son el corazón de lo que suelen llamar el “equipo económico” de un gobierno; y, en todos los gobiernos del alicaído bipartidismo tradicional de las últimas administraciones, los economistas neoliberales han tenido el control de cada “equipo económico”, desde 1984 a la fecha.