Eso pasa este año con el proceso eleccionario venezolano. La razón es simple: se trata de una democracia parlamentaria subvertida desde hace 13 años por un proceso político que en algunos momentos ha asumido expresiones directamente revolucionarias, y en otros modificaciones sustanciales en la vida política afectando la relación con el dominio hemisférico de Estados Unidos.
El Bank of América le dedicó en su boletín del mes de mayo de 2012 un capítulo sobre las variables electorales en juego y sus efectos sobre los bonos soberanos y el balance del poder en el país del que sale el 27% del petróleo que mueve la economía de Estados Unidos. Recomienda “Arreglarse con el gobierno del Señor Chávez”. La cadena televisiva de noticias CNN ha dedicado entre el 12 de enero y el 30 de julio de 2012 un total de 157 programas de información, entrevistas o debates sobre Venezuela, el 74% de esa masa informativa se dedicó al proceso electoral en general y al candidato Hugo Chávez en particular. A su oponente, Capriles Radonski dedicó el resto de la programación registrada (Archivo electrónico CNN, 11 agosto 2012).
En las oficinas del Ministerio del Poder Popular para las Comunicaciones, en Caracas, había 1.223 solicitudes de acreditación de medios radicados en más de 50 países, según nos contó su Jefa Nacional de Acreditaciones el 27 de julio. Paras las elecciones de 2006 las empresas periodísticas que solicitaron acreditaciones para cobertura no pasaron de las 500, según las misma fuente. Para tener una referencia, en las recientes elecciones en México, con mayor peso regional que Venezuela y un escenario interno de controversia, cuestionamientos y movilizaciones juveniles que protestaban contra el fraude, hubo 344 acreditaciones internacionales, para una población electoral tres veces mayor, en un país de mayor rango estratégico para el Departamento de Estado de Estados Unidos.
El péndulo chavista
Una frase que se ha convertido en casi rutinaria en las reuniones políticas o declaraciones de una parte de la izquierda latinoamericana, es: “de lo que pase en Venezuela depende el resto de la política continental”. El tono de entusiasmo puede ser exagerado, pero contiene una verdad: si Chávez no ganara las elecciones del 7 de octubre se producirían movimientos tectónicos en la política continental en varias dimensiones. Movimientos, izquierda, Estados, gobiernos y la relación con Estados Unidos y el sistema mundial de Estados.
Muchos de los llamados movimientos sociales, centenas de sindicatos y organizaciones de derechos humanos, grupos intelectuales, asociaciones de campesinos y organizaciones estudiantiles lo sentirían como “una derrota”. Y lo sería en la medida que en Venezuela se concentran algunas de las principales conquistas políticas de la última década latinoamericana. Esta es una percepción común asumida y expresada en los ámbitos de militancia de esos sectores.
Dentro de Venezuela se han realizado 124 encuestas entre febrero y julio, todas dedicadas a verificar las expectativas del voto presidencial para el 7 de octubre, la imagen presidencial, el porcentaje proyectado para cada candidato, y la apreciación que tiene la gente sobre la obra de gobierno (Archivos: sitio web PSUV, Aporrea e Hinterlaces, agosto 2012).
Uno de los datos de mayor interés, en esta reseña, es que la parte más politizada del venezolano medio, además de la vanguardia política, siente, percibe, que existe una tensión alrededor de lo que ocurra el próximo 7 de octubre. Tales indicadores no son casuales ni misteriosos.
¿Gana o no gana?
En Venezuela, de lo único que no se tiene duda es del triunfo del presidente Hugo Chávez. Sólo dos estudios de opinión han dado ganador al candidato opositor, o “de la burguesía”, como lo llaman desde el gobierno y los chavistas en Venezuela. Hugo Chávez lo definió como un “candidato majunche”, algo así como “berreta” en Argentina.
De las nueve empresas que hacen encuestas en el país, dos trabajan para el gobierno, pero todas han coincidido en mayor o menor medida en el triunfo del bolivariano. El margen varía de 8 a 22 puntos de diferencia entre Chávez sobre Radonski. Una media de los porcentajes publicados como proyecciones por las encuestadoras, daría al Presidente un 55% para repetir su mandato por cuarta vez, y a Capriles le dan alrededor del 32%. Sería el segundo líder en gobernar cuatro veces seguidas en la historia del nacionalismo latinoamericano. Sólo Getulio Vargas de Brasil y Velasco Ibarra de Ecuador lograron esa marca.
El dato más sensible en los cálculos electorales para la prueba del 7 de octubre es el de los indecisos, una población electoral que suma alrededor del 32%. Esta variable afectaría en mayor medida al candidato del gobierno, afectado por una suma de desgaste “natural” de casi 14 años de gestión, defectos gubernamentales por burocracia, ineficiencia y corrupción.
El contrapeso a estos riesgos del gobierno son varias Misiones Sociales, entre las que destaca el impacto social de la construcción de viviendas. En menos de un año se han entregado alrededor de 170 mil departamentos para damnificados por lluvias en 2010, que vivían refugiados en edificios gubernamentales y cuarteles, y sectores de clase media. Los nuevos usuarios pagan alrededor del 30% del costo total con tasas de interés que no superan el 6% para los pobres y 11% para los de clase media. Los entregan equipados con electrodomésticos de línea blanca y dos años de gracia. La seguridad personal y la propiedad la garantizan las milicias bolivarianas.
Cuando se hizo evidente la tendencia favorable a Hugo Chávez, a mediados del mes de julio, comenzó a circular el llamado “Plan B” en los mentideros políticos caraqueños. Se trata del plan de denunciar como fraude una parte de los votos, en el sentido de lo ocurrido en México, pero desde fuerzas opuestas. El gobierno ha contestado que fulano plan subversivo chocará con el “Plan Ch” de las fuerzas bolivarianas, definido así por el propio Presidente. Aunque nunca aclaró de qué se trataría, las vanguardias políticas y los cuadros de los movimientos sociales se preparan en todos los puntos territoriales, para defender el triunfo electoral con la fuerza de sus movimientos y organizaciones, lo que incluye a las milicias bolivarianas, las guardias rurales de campesinos pobres. Los más de 600 medios alternativos se organizaron en un comando propio para asegurar las comunicaciones entre los movimientos.
La burguesía más fuerte, resignada a la derrota de Capriles Radonski, se prepara para escenarios distintos a una confrontación en la perdería. Su estrategia es ganar mayorías en las gobernaciones y alcaldías e instalar una figura presidencial, a falta de figuras relevantes. Eso incluye un discurso con tonos populistas, que promete darle continuidad “a las Misiones sociales buenas, pero para todos, no sólo para los rojo rojitos” (Capriles Radonski, 11 de abril, 2012).
Esta estrategia reaccionaria “dentro de los marcos democráticos” no excluye la amenaza mayor, de carácter militar, como se anuncia en Libia o Siria, basada en la incompatibilidad de un gobierno como el bolivariano con el dominio de Washington. El límite lo imponen las actuales condiciones internas del país, que no permiten diagnosticarlo como un “Estado fallido”, o una “dictadura”, para intervenir con las fuerzas de la “comunidad internacional”.
Un estudio de la consultora Hinterlaces, dado a conocer el 22 de julio, asegura que el impacto social de la vivienda es la base del crecimiento del voto chavista. Otro sensible es Misión Mayor, dedicada a garantizar un derecho universal a todas las personas de la “tercera edad”, sean jubilados, pensionados o no, el mismo salario mínimo de los trabajadores sin excluir los aumentos decretados por el gobierno.
En un contexto político determinado por las elecciones y los poderes institucionales, el voto por Hugo Chávez adquiere el carácter progresivo que él asume en su programa y en muchas de sus políticas, siempre desde un Estado nación que ganó independencia política frente al imperialismo. En el actual escenario continental es el personaje que le confiere el toque de izquierda al conjunto de los gobiernos llamados “progresistas”, donde los signos de regresión se manifiestan en las políticas económicas dedicadas al extractivismo, el estatismo como régimen político y el neo-desarrollismo como estrategia.
¿Quién es Capriles Radonski?
Enrique Capriles Radonski es el actual gobernador del Estado Miranda, la circunscripción de mayor porcentaje electoral, se la ganó con votos propios al líder chavista de origen militar Diosdado Cabello.
Radonski surgió de un grupo nuevo de la burguesía venezolana que amasó su fortuna en el sector comercial y financiero. Su partido se llama Primero Justicia, un agrupamiento emergente que participó activamente en el golpe de Estado de abril de 2002. Capriles participó en persona en el asalto a la Embajada de Cuba en Caracas, el 11 de abril, cuando era alcalde de un barrio rico de la capital. Su proyecto está estrechamente relacionado con grupos de poder de los Estados Unidos, como lo ha manifestado sin problemas en diversas oportunidades. Él mismo es un patrón. A propósito de la aprobación de la nueva Ley Orgánica del Trabajo, el 1º de mayo declaró a la prensa que no podía estar de acuerdo con el reciente instrumento legal “porque soy empleador”. En las primarias ganadas por él en febrero de este año, duplicó a su oponente y se convirtió en un rutilante candidato del conjunto de la burguesía venezolana y de una parte de la clase media.
Una novedad manifestada en la campaña, que está afectando la seguridad del voto chavista, es la participación de gente pobre en las marchas y actos de Capriles Radonski. Aunque predomina la gente de clase media bien vestida, una minoría de los asistentes a sus actos vienen de barrios pobres. Eso no era visible en campañas anteriores. En la campaña de presidenciales de 2006, no hubo ningún comando electoral opositor en los barrios pobres de las ciudades de Valencia y Maracay. Este año aparecieron.
La burguesía venezolana tiene dificultades para deslegitimar el posible triunfo electoral chavista en octubre. Esta apuesta tiene límites en los propios centros de poder de Estados Unidos, que prefieren esperar el desgaste del chavismo y las derrotas previsibles en las elecciones de gobernadores en diciembre y de alcaldes en abril de 2013.
Los datos de la realidad venezolana son suficientes para señalar que el gobierno podría perder por lo menos la mitad de las 24 gobernaciones y más del 60% de las 365 alcaldías.
Esta perspectiva alienta a la parte más sólida del capital en el país, para desplazar al chavismo del poder con el menor de los costos. Su desafío es construir institucionalmente una vía reaccionaria dentro del “marco democrático”, con acciones más parecidas a las de Paraguay que a las de Honduras o Ecuador.
¿Por qué Venezuela es el centro de atención?
Porque en esa sociedad se vive el proceso de transformaciones sociales, culturales y políticas más avanzado en América Latina. Durante la última década, la sociedad venezolana, su gobierno y Estado nación se colocaron por su propio peso en el centro geopolítico de la vida política continental. En un contexto de autonomía relativa creciente de varios gobiernos de la región sur que se separaron en términos relativos de algunas políticas neoliberales.
Este fenómeno incluye el rol individual de Hugo Chávez como líder carismático. En ese contexto, y con esa dinámica, la República Bolivariana y Hugo Chávez se fueron colocando en el centro de las atenciones y preocupaciones políticas de Washington, parte de Europa y de los gobiernos latinoamericanos.
El peso geopolítico de un Estado petrolero principal como el venezolano, se fue combinando con sus desafíos sucesivos al poder imperialista norteamericano y las varias transformaciones sustanciales al poder interno del capital. Más de 600 expropiaciones y estatizaciones en la industria, el comercio y la banca, y en la tierra, donde casi cuatro millones de hectáreas cultivables pasaron de manos privadas a campesinos pobres. Esta suma de desplazamientos activó las alarmas en Washington, en los gobiernos del vecindario latinoamericano y en el sistema mundial de poder, aconsejando una atención especial a lo que ocurra en Venezuela. Especialmente si se trata del eje personal del poder nacional, que es, exactamente, lo que se disputa el 7 de octubre entre Hugo Chávez y Capriles Radonski.
Del Estado venezolano dependen, o a él están asociadas y viceversa, las principales entidades comerciales, económicas, militares, culturales o diplomáticas nuevas, que vienen estructurando lo que se ha dado en llamar “la nueva Latinoamérica”, una expresión usual casi inofensiva, dicha por Zbigniew Brzezinski, para indicar los cambios que han ido aflojando, en términos relativos, los controles de Washington sobre los Estados del continente latinoamericano.
Una expresión política espectacular de ese fenómeno latinoamericano se puede observar en la reacción latinoamericana a la amenaza británica a Ecuador por el asilo brindado a Julian Assange, como señala Amaury González en un escrito de Caracas: “Durante la Asamblea Extraordinaria de la OEA, realizada ayer, Ecuador obtuvo el respaldo de casi la totalidad de los países del continente americano en su conjunto, además de haber logrado el apoyo de países como Rusia” (Poderenlared.com, Caracas 18 agosto 2012).
La Unión Suramericana de Naciones (Unasur, 9 países), la Alianza Bolivariana de las Américas (Alba, 8 Estados), PetroCaribe con 15 países del Caribe y Centroamérica, y ahora la integración al Mercosur, son entidades de poder regional, que excepto Mercosur, nacieron en los últimos 10 años y eran impensables sin los cambios sociales vividos en las sociedades del continente y en sus Estados. Pero además, aparecieron, por primera vez en nuestra historia, organismos como el Consejo Regional de Defensa, el Banco del Sur, Telesur y la CELAC como un proyecto de espacio diplomático nuevo, todos sin participación directa de Estados Unidos, lo que no es igual a no injerencia.
Basta recordar un hecho que vale por si solo como elemento indicador de la preocupación de esas novedades en uno de los centros de poder imperial dominante. El 27 de octubre de 2010, la Comisión de Relaciones Interamericanas de la Cámara Baja de los Estados Unidos, organizó un seminario inter-partidario bajo este título: “¿Riesgos de las políticas del Alba en el equilibrio de poderes del área andina?”. Aunque se pueda aducir exageraciones o desproporciones en el grado de preocupación por el peso menor que el Alba tiene en los gobiernos de la Comunidad Andina de Naciones, una cosa es cierta: a los dueños del “patio trasero” les preocupa.
Uno de los peligros es verlas como un hecho derivado de la sola presencia del comandante presidente Hugo Chávez, o del poder petrolero de su Estado en el mercado mundial.
El llanero de siete vidas
La salud presidencial se transformó en el dato electoral más importante del actual proceso electoral. Su incógnita trasciende el 7 de octubre en la medida del costo que la campaña podría tener en su estado de salud. Quizá sea eso lo que el Presidente quiere decir cuando proclama en sus discursos: “Me estoy jugando la vida en estas elecciones”.
Se refiere al riesgo clínico, pero también a las conquistas que se perderían si perdiera. En esas variantes, una cosa ha quedado definida: es su última presentación como candidato a Presidente.
La frondosa imaginación de los llaneros venezolanos y de mucha gente pobre del universo chavista, creen firmemente que a Chávez lo protegen los “espíritus de la sabana”, además de los médicos en Cuba. Lo cierto es que para mal humor de sus enemigos, el líder bolivariano ha dado muestras de una capacidad vital sorpresiva, cercana a lo inusitado. En dos oportunidades estuvo en peligro de muerte o invalidez, en junio del año pasado y en febrero-marzo de este. Aunque es un secreto de Estado la localización exacta del mal, el Presidente ha sido bastante explícito en la información de su cuadro clínico, cuando ha caído, o recaído, y cuando se ha levantado. Lo sorprendente es que desde el primer día de la campaña, lo hemos visto bailar joropo, cantar y saltar en cinco actos, además de hablar hasta sudarse en nueve mítines masivos.
A cualquiera que siga el curso de la situación presidencial, no le cabrán dudas sobre la cornisa en la que se desplaza la vida del líder bolivariano. Este es un hecho tan real, como también lo es que sus energías personales superen a su desgastado organismo. Una traducción política y emotiva de ese fenómeno lo hemos presenciado en el actual proceso.
Cuando comenzó la instalación de los comandos de ambas campañas, en febrero pasado, y en abril cuando iniciaron los actos de calle y la precampaña, hubo una sensación terrible en el electorado chavista: Chávez no estaba en Miraflores, no aparecía en campaña ni declaraba por televisión. El impacto fue una trepidante arrancada de la campaña de su oponente Capriles Radonski en las calles y la televisión, con una exaltación que no se les veía desde el triunfo en el Referéndum Reformatorio que ganaron en diciembre de 2007.
Este entusiasmo inicial tenía un contenido mucho más complejo que la notoria ausencia presidencial. Es que, hasta comienzos de junio, el malestar, la desazón o indiferencia del votante chavista era superior a la convocatoria del oficialista Comando Carabobo. Los primeros resultados en actos e instalaciones de comandos, muestran que la vanguardia más militante no estaba muy convencida de iniciar una campaña electoral sin candidato al frente y con una pesada suma de quejas por la mala gestión regional o local de gobernadores y alcaldes, y en algunos casos también de ministros. La mayoría de los asistentes a los actos de instalación de los Comando Carabobo regionales fueron funcionarios y militantes del “voto duro” del PSUV.
En febrero el país chavista fue cruzado por la conversión de un gobernador chavista a la oposición (en el Estado petrolero de Anzoátegui, al oriente del país). Con ése sumaron siete los jefes regionales enemigos del gobierno.
Ese comienzo lento y dificultoso se reflejó en la prensa venezolana, en los rostros y análisis de la dirección del PSUV, y en la campaña opositora que reflejaba un ánimo contrario. “Chávez no será el candidato”, “El PSUV baraja un reemplazo”, “La campaña del gobierno será por TV e Internet”: estos fueron los titulares y rumores dominantes en la prensa derechista, en el entusiasmo de su campaña, pero también en muchos pasillos del chavismo. Había inseguridad.
El golpe de timón ocurrió el 11 de junio cuando reapareció intempestivo en las calles de Caracas, con la inscripción de su candidatura en el Consejo Supremo Electoral. La masa de gente que lo acompañó cambió de naturaleza. Los funcionarios redujeron su presencia ante la avalancha de trabajadores, campesinos y profesionales y sumaron ese solo día unas 200 mil personas en la céntrica Plaza Caracas y las calles y plazas de alrededor. Dos días antes, el candidato opositor sumó alrededor de 40 mil asistentes concentrados en el mismo lugar.
Desde entonces, el curso de la campaña cambió de dinámica. A Chávez y la dirección que lo acompaña le sirvió para atraerse a centenas de miles de militantes de la llamada “izquierda chavista”, o “bolivariana”, organizada en consejos de poder popular, comunas, sindicatos, gremios, movimientos de pobladores urbanos, del campo, los barrios, las fábricas y universidades.
El segundo factor que sedujo a la retraída vanguardia chavista y bolivariana, fue el programa político conocido “Programa de la Patria”, que es mucho más que ese sustantivo.
El programa
Se compone de cinco ejes estratégicos definidos por la idea-propuesta de transitar al socialismo en Venezuela y defender lo que el líder considera la cláusula de oro de su programa: la independencia política ganada.
El carácter progresivo de este programa ayudó a mover los ánimos de miles de militantes y agrupaciones alejadas del PSUV y del gobierno. El siguiente resumen periodístico condensa lo programáticamente fundamental:
El primer punto plantea “defender, expandir y consolidar el más preciado bien que ha logrado la Revolución Bolivariana en 13 años: la Independencia”. “Hemos independizado a Venezuela después de 200 años. Hoy Venezuela es políticamente hablando un país independiente (…) Venezuela era doblemente dominada por el imperio y la burguesía. Nosotros hemos logrado en dos décadas romper las cadenas”.
El segundo es continuar construyendo el socialismo del siglo XXI para trascender al sistema salvaje y perverso del capitalismo. “En el mundo hay sólo dos grandes sistemas: el socialismo y el capitalismo. ¿Alguien cree que el sueño de Bolívar de darle a nuestro pueblo la mayor suma de felicidad posible, sería en el capitalismo? No, es al revés, en el capitalismo, eso está demostrado científicamente, lo que se produce es la mayor suma de infelicidad para la mayoría”, aseveró.
Convertir a Venezuela en un país potencia, es el tercer objetivo que propone Chávez. “Convirtamos a Venezuela en un país potencia en lo moral, político, social, económico, claro que lo vamos a hacer. Ese tercer objetivo no sería posible si no logramos consolidar el primero, que es la independencia, si no logramos continuar construyendo el socialismo; sólo por ese camino podremos convertir a Venezuela en un verdadero país potencia en esta parte del mundo”, expresó.
La conformación de un mundo multicéntrico y pluripolar, para echar abajo el proyecto unipolar del imperialismo que pretende acabar con este planeta, es el cuarto objetivo del proyecto socialista. “Necesitamos el equilibrio del universo, como lo dijo Bolívar, y para ello es muy importante que mantengamos los portones abiertos, para ello es muy importante que Venezuela siga jugando el papel en la nueva geopolítica internacional. Las relaciones con Rusia tienen mucho que ver con este objetivo cuarto”, subrayó.
Como quinto objetivo está seguir contribuyendo con la salvación de la vida en el planeta, “que está siendo amenazada por el capitalismo. Uno de los más grandes problemas que tiene el mundo y una gran amenaza son los cambios climáticos y resulta que los grandes países no quieren comprometerse con un conjunto de medidas para frenar el incremento de la temperatura del planeta”, dijo. (Diario Ciudad Caracas, 12-06-2012).
Las declaraciones estatalistas del programa, que adelantan el tipo de socialismo propuesto, y algunas frases confusas respecto a la relación del Estado con las inversiones externas, no le restan calidad a un programa altamente progresivo en el actual contexto internacional, aunque lo convierten en contradictorio.
Las seis crisis y el voto sentimental
Otro de los fenómenos sociales surgido con la reaparición de Chávez en las calles y la campaña es el definido como “voto sentimental”. Para comprenderlo debemos recordar que desde la primera derrota chavista de 2007 y los sucesivos tres otros fracasos en cinco gobernaciones, la Alcaldía de Caracas y en la Asamblea Nacional, hasta septiembre de 2010, se congelaron alrededor de 2 millones de votos del chavismo más consciente, más activo. Ese peso muerto comenzó a ser evidente en los actos, reuniones de los organismos bolivarianos, las asambleas y los comandos locales. En muchos Estados se vaciaron sedes del Partido Socialista Unido de Venezuela y de sus organismos adláteres.
Esta caída tendencial de la simpatía por el gobierno en su propia base social, está asociada a los costos sociales de las llamadas “cuatro crisis”. Así definió el vicepresidente Elías Jaua, al efecto brutal de la crisis económica metropolitana en Venezuela, con caída abrupta del PBI por debajo de cero, seguida ésta de la crisis de sequía que llevó a la tercera, la del envejecido sistema eléctrico que dejó a sin servicio a la un tercio de las poblaciones urbanas. La cuarta fueron los deslaves por lluvias copiosas y deslizamientos de terrenos en los cerros de la Capital que amasaron más de 140 mil damnificados en menos de un mes.
Aunque el Vicepresidente no lo dijo, agreguemos dos crisis más. La derrota en las elecciones legislativas en septiembre de 2010 y el peligro de muerte del Presidente más de medio año después. Son de distinta naturaleza, ciertamente, pero se combinaron en tiempo, espacio y estados emotivos, para producir una de las conmociones más fuertes que ha vivido el movimiento chavista desde su nacimiento.
La primera fue potenciada entre enero y marzo de 2011, impactando en cientos de miles de militantes bolivarianos, cuando el gobierno decidió adaptarse a las relaciones de Estado dominante en el continente. A la legitimación incomprensible del gobierno reaccionario de Lobos en Honduras, le siguió las entregas de militantes de las FARC y el ELN refugiados en territorio venezolano.
La segunda situación crítica explotó el día que se supo que Hugo Chávez estaba enfermo de cáncer y debía ser operado en La Habana para ser salvado. Chávez se salvó, pero quedó instalada una nueva realidad en el país y en el chavismo. Desde entonces, todo el mundo se prepara para una transición, como si estuviéramos en el riesgoso paso de una glaciación a otra.
Desde julio de 2011 se fue amasando un sentimiento nacional de condolencia por el líder enfermo, cuyos contenidos varían según sea el sector de clase.
Así nació el “voto sentimental” por Chávez, un voto que trasvasa el universo chavista y suma los de sectores medios y pobres no chavistas. Un cálculo de un sector de la dirección del PSUV dice que una parte del “voto congelado” se recupera con el “voto sentimental”. Otra parte de la votación sigue en el terreno del misterio.
En cualquiera de los casos, las elecciones presidenciales del 7 de octubre serán el escenario donde el chavismo deberá pasar su prueba más difícil. Esta es mucho más que electoral. Lo que resultará como realidad política, aún con Chávez encumbrado por cuarta vez en Miraflores, es el dilema más vital del chavismo: avanzar o retroceder.
El joven intelectual chavista, Javier Bardieu, metió esa perspectiva de incertidumbres en una frase: “El 7 ganamos, el 8 explotamos”. Aunque no ocurra en esos tiempos cerrados, advierte de las preocupaciones que dominan dentro del movimiento chavista. La montaña de votos que obtendrá en octubre ocultarán por un breve tiempo, la crisis que vibra en las bases bolivarianas y en buena parte de sus cuadros responsables.
Uno de los signos de esa crisis es el congelamiento de votos sufrido entre 2007 y 2011. Hay otro que es menos conocido y más descuidado en los análisis y comentarios sobre Venezuela. En los últimos tres o cuatro años, se ha podido verificar que varios miles de cuadros profesionales, técnicos, funcionarios honestos o militantes con responsabilidad en el movimiento de masas, decidieron apartarse de la militancia activa y se preservan en distintos “nichos” humanos: el arte, la academia, becas de estudio en el exterior, el cultivo de pequeños terrenos rurales, una cooperativa familiar, la reclusión televisiva, el chismorreo político en las ciudades, la corrupción o la resistencia marginal en pequeños grupos que actúan más por resentimiento que por una comprensión del fenómeno chavista.
Hasta ahora se conocen cinco proyectos políticos para la transición, incluyendo el del propio Presidente. El más socialdemócrata, patrocinado por la egregia figura política de José Vicente Rangel, auspicia un gobierno en alianza con un sector de la burguesía. El más bonapartista está representado por el ex coronel Diosdado Cabello, ex vicepresidente en 2002, gobernador derrotado en 2009 y actual titular de la Asamblea Nacional. A finales del año 2011 una parte de la dirección del PSUV realizó una consulta a más de dos mil cuadros del partido con una pregunta singular: “Indique cinco figuras del gobierno como posibles sucesores presidenciales, en caso de necesidad”. La respuesta arrojó cinco nombres, encabezado por el actual canciller Nicolás Maduro. Hubo un detalle: ninguno era militar.
La nueva figuración central del diputado de origen militar Diosdado Cabello, es la respuesta ordenada del “partido militar” a esa manifestación. Luego de ser desplazado del centro del poder en 2009, Cabello volvió como personaje principal de la política nacional desde enero de 2012. Fue el orador central en nueve de los diez actos de instalación del Comando Carabobo entre febrero y junio de este año.
Entre ambas opciones, se mueven dos corrientes menores desde la dirección del PSUV y el gobierno.
El carácter del régimen político bolivariano y su centralidad en la persona del comandante Chávez, hacen, mientras permanezca en este mundo, que las corrientes internas giren a su alrededor, o que él medie entre ellas, como su eje equilibrante.
En buena medida, los resultados del voto en octubre, servirán para comenzar a definir hacia alguno de los lados ese equilibrio institucional desequilibrante.