Mensaje del Pbro. Luis Alejandro Rojas A.
Explanada Asamblea Legislativa
31 de enero de 2024
Queridos hermanos y hermanas:
“Jesús lloró”, según nos narra el evangelio que acabamos de escuchar por la muerte de su amigo Lázaro (S. Jn. 11,35); la muerte es dolor.
Esta mañana, también, Jesús llora con nosotros. Aquí y a ahora llora con nosotros. Así como abrazó a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano. abraza a la madre de Bryan Josué por la muerte de su hijo; a su esposa y a sus hijos y a todos aquellos que sufren su partida.
Esta mañana resuenan las palabras de Dios nuestro Padre que preguntó a Caín por la muerte de su hermano Abel: “¿Dónde está tu hermano Abel?” (Gn. 4,9). A lo que Caín respondió: “No sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?” A lo que replicó Dios: “¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano clama a mi desde el suelo. Pues bien, maldito seas” (Gn. 4,11).
Es la justicia de Dios creador de todas las cosas que reclama por nosotros. Ya el Evangelio de San Mateo en el Capítulo 25 lo dice ante el acontecimiento del juicio final: “Cuanto hicieron a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron” (S. Mt. 25,40).
De ahí la importancia, ante el homenaje póstumo para Bryan Josué, de no anidar ni odio ni rencor. Sabemos que la violencia engendra violencia. Dios se encargará.
Gracias a la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP) por convocarnos y rendir este justo reconocimiento a un insigne trabajador de la Fuerza Pública que ofrendó su vida ante el altar de la Patria.
Eso sí, “a Dios orando y con el mazo dando”. Nuestra presencia en frente del edificio de la Asamblea Legislativa es para llamar la atención de nuestros legisladores y procurar que mediante acciones parlamentarias se evite más muertes de inocentes, y sobre todo de servidores públicos que en primera fila de atención defienden a la ciudadanía costarricense del flagelo de la criminalidad producto del narcotráfico y el narco negocio.
No obstante, bien lo dicen los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, al referir que el problema de la criminalidad es pluricausal. Y la causa mayor es el empobrecimiento de nuestra población, especialmente en las zonas costeras, “Nos duele en el alma que muchos de nuestros jóvenes, fruto de la exclusión educativa, la pobreza y la falta de oportunidades, estén siendo captados por estos delincuentes, de cuyos actos detestables deberán dar cuentas a Dios”.
Son “causas estructurales, políticas, sociológicas e históricas que nos han llevado a tener estos estremecedores niveles de violencia”. Y agregan los Obispos: “la extrema polarización de nuestra sociedad, esa desigualdad que hunde a tantas familias en la miseria y el hambre, mientras otras pocas ven duplicarse y hasta triplicarse sus fortunas año con año”.
Siguen diciendo nuestros Obispos: “Es una emergencia, y debe ser una prioridad de todo el Estado en su conjunto, poner los recursos materiales y humanos necesarios para frenar esta oleada de violencia homicida en el país, comenzando por una presencia policial firme y permanente, con énfasis en los lugares y ambientes donde se sabe que hay más presencia y actividad delincuencial”.
Ante esta responsabilidad grave para nuestros cuerpos policiales, la Conferencia Episcopal solicita en su mensaje del pasado 22 de enero, que “se discuta y se aprueben las leyes que permitan a las autoridades disponer de más y mejores herramientas legales para cumplir su trabajo, manteniendo la lucha contra la corrupción en sus funciones y contando con recursos económicos suficientes para hacerles frente”.
Señores Diputados y señoras Legisladoras, ya no hay tiempo, esta oleada de criminalidad hay que atenderla. Llamo la atención particularmente a los Legisladores Católicos: ¿Cuál es su compromiso en esta tarea de dotar al país con las herramientas legales para mitigar la ola de violencia y criminalidad?
La ciudadanía también los interpela porque muchos de nuestros políticos una cosa es lo que piensan, otra lo que dicen y otra lo que hacen, dejando vacíos de coherencia para atender el clamor de nuestro pueblo.
Cuantas veces Bryan Josué Rivera, entonando la Patriótica Costarricense habrá cantado “Costa Rica es mi patria querida (…) la defiendo, la quiero, la adoro y por ella mi vida daría, siempre libre ostentando alegría, de sus hijos será la ilusión”.
Por eso, Bryan Josué, agradecemos su ofrenda personal por la patria, gracias por defendernos, gracias por morir por todos nosotros.
Así, no solo venimos a homenajear a un joven patriota que muere vilmente defendiendo a Costa Rica; sino, para clamar por nuestros cuerpos policiales para que en adelante no se repita este hecho fratricida.
Hoy resuenan las palabras de nuestros Obispos “¡No podemos dejar que Costa Rica se nos pierda en un baño de sangre!”
Que la Santísima Virgen María, Reina de los Ángeles, interceda por nuestros policías y la seguridad de nuestros ciudadanos.