Meditación del Papa Francisco en la bendición extraordinaria urbi et orbi.

27 de marzo, 2020.

«Al atardecer» (Mc 4,35). Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas.

Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente.

En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos. Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús.

Mientras los discípulos, lógicamente, estaban alarmados y desesperados, Él permanecía en popa, en la parte de la barca que primero se hunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y el bullicio, dormía tranquilo, confiado en el Padre —es la única vez en el Evangelio que Jesús aparece durmiendo—.

Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (v. 40). Tratemos de entenderlo. ¿En qué consiste la falta de fe de los discípulos que se contrapone a la confianza de Jesús? Ellos no habían dejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron. Pero veamos cómo lo invocan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (v. 38).

No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención. Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: “¿Es que no te importo?”. Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón. También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados.

La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad.

La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad.

Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela y se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa.

No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo.

Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, «volved a mí de todo corazón» (Jl 2,12).

Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás.

Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo.

Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los

antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza.

Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere. El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar.

El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado.

El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza.

Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad.

En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios.

Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil Señor y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque sabemos que Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7).

Bruselas toca a rebato y se prepara para la recesión: permitirá a los países rescatar empresas y saltarse el déficit

Tomado del Economista.es

La Comisión Europea ha dado permiso a los países miembros de la Unión Europea para que los Gobiernos tengan libertad en movilizar ayudas directas a empresas y población ante la emergencia del coronavirus. Las medidas adoptadas incluyen levantar los límites del Pacto de Estabilidad y poder nacionalizar empresas para rescatarlas. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha adelantado que la economía caerá en recesión este año.

El Ejecutivo comunitario ante la emergencia sanitaria ha dado luz verde para que hagan todo lo necesario para parar el impacto del coronavirus en la economía. Tendrán máxima flexibilidad en las reglas fiscales llegando incluso a asegurar que la Comisión está preparada incluso para suspender temporalmente el Pacto de Estabilidad y Crecimiento si fuera necesario.»Podrán tomar medidas, como subsidios salariales, suspensión de pagos de impuestos, IVA y cotizaciones sociales», ha explicado Bruselas.

Además, los Estados miembros pueden otorgar apoyo financiero directamente a los consumidores, por ejemplo, para servicios cancelados o boletos que no son reembolsados las compañías.

Además, los países podrán ayudar a las empresas a hacer frente a la escasez de liquidez y que necesitan ayuda de rescate urgente, abriendo a la puerta a nacionalizaciones.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen , ha dicho que «haremos lo que sea necesario para apoyar a los europeos y la economía europea y estamos listos para hacer más a medida que la situación evoluciona».

Junto al vicepresidente económico, Valdis Dombrovskis, han anunciado que como «último recurso», se podría activar la «cláusula de escape» que prevé el Pacto para situaciones de crisis y que supone que quedarían congelados los compromisos de consolidación fiscal.

La Comisión movilizará 37.000 millones de euros para los Estados al renunciar a las aportaciones de los propios países al presupuesto comunitario. La situación es tan grave para el Ejecutivo que ha anunciado que las estimaciones de los servicios económicos europeos ya contemplan una recesión para este año. Es «muy probable» que la expansión de la eurozona y de la UE «caiga por debajo de cero» en 2020, aunque repunte después en 2021, han dicho los mandatarios.

De hecho, ha activado el artículo 107 del Tratado de Lisboa que a la Comisión aprobar medidas de ayuda nacional adicionales para remediar una perturbación grave de la economía de un Estado miembro, en referencia a Italia, permitirá a los Estados miembros compensar a las empresas por los daños causados directamente por hechos excepcionales, incluidas medidas en sectores como la aviación y el turismo.

Para ayudar a las pymes, en las próximas semanas, se redirigirán 1.000 millones de euros del presupuesto de la UE para incentivar a los bancos a proporcionar liquidez. Será aparte de las ayudas que aprueben cada país. También habrá moratoria en los pagos a los deudores existentes que se vean afectados negativamente.

Discurso del Presidente de Argentina en la Cumbre Virtual Líderes del G20

Nos convocamos en un momento único de la historia que nos impone actuar con valentía.


No debemos paralizarnos ni temer. Mucho menos podemos resignarnos.

Tenemos que dar una respuesta creativa en este presente que nos ha tocado en suerte.


No hay lugar para demagogias ni improvisaciones. Enfrentamos el dilema de preservar la economía o la salud de nuestra gente. Nosotros no dudamos en proteger integralmente la vida de los nuestros.

Con esa convición, hemos tomado decisiones en Argentina a partir de la mejor evidencia científica disponible. Así lo seguiremos haciendo.

Quisiera que todos compartan nuestra visión. Estoy convencido que no seremos eficaces si no aceptamos que el mundo ha cambiado para siempre.

Poder sortear esta crisis y enfrentarnos a ese mundo que nace, nos exige diseñar y suscribir un gran Pacto de Solidaridad Global.
Nada será igual a partir de esta tragedia. Tenemos que actuar juntos, ya mismo, porque ha quedado visto que nadie se salva solo.

La urgencia que marcan las muertes, nos obliga a crear un Fondo Mundial de Emergencia Humanitaria que sirva para enfrentar, mejor equipados de insumos, el contexto que vivimos.

La investigación sobre el COVID 19, el conocimiento científico y médico, también debe ser un bien público global.

El tiempo de los codiciosos ha llegado a su fin. Como enseña el Papa Francisco, tenemos que abrir nuestros ojos y nuestros corazones para actuar con una nueva sensibilidad.

Estas decisiones no pueden quedar libradas a la lógica del mercado, ni preservadas a la riqueza de individuos o naciones. Es hora de aprovechar este momento único para crear soluciones económicas tan extraordinarias como extraordinarios son los problemas sociales que atravesamos.

Celebro que el FMI y el Banco Mundial adviertan el ocaso del presente. Celebro que reconozcan lo insostenible de las deudas que soportamos los países más postergados.
Debemos desafiar este presente con el mismo coraje que tuvo este G-20, cuando asumió el daño causado por los paraísos fiscales, por el endeudamiento voraz y por la concentración de la riqueza.

El secreto del futuro pasa por diseñar politicas que resguarden el empleo, la producción y las mejores condiciones de vida usando todas las herramientas económicas para proveer liquidez global.

Como nunca antes, nuestra condición humana nos demana solidaridad. No podemos quedar pasivos frente a sanciones que suponen bloqueos económicos que solo asfixian a los pueblos en medio de esta crisis humanitaria.

Sin mesianismos ni prepotencias debemos iniciar un tiempo de diálogo global que a todos contenga.

De ese modo, la humanidad superará esta pandemia. Pero lo que además logrará es acabar con el vicio de la exclusión social, la depredación ambiental y la codicia de la especulación.

Muchas gracias.

Alberto Fernández
Presidente de Argentina.

Tasas de desocupación juvenil: un desafío para el futuro del trabajo en América Latina y el Caribe

Hay cerca de 10 millones de jóvenes que quieren incorporarse al mercado laboral y no lo consiguen. Quienes encuentran un empleo deben enfrentar déficits de trabajo decente e informalidad.

Por: OIT Noticias

Lima – La tasa de desocupación de los jóvenes en América Latina y el Caribe ronda 18 %, el nivel más alto desde que comenzaron a realizarse los promedios regionales hace casi 30 años, y todo parece indicar que no se reducirá en el futuro próximo, de acuerdo con las últimas estimaciones realizadas por la OIT.

“Estamos hablando de casi 10 millones de jóvenes entre 15 y 24 años de edad que buscan incorporarse a los mercados de trabajo pero no consiguen una oportunidad”, destacó Guillermo Dema, especialista regional en empleo juvenil de la Oficina de la OIT para América Latina y el Caribe.

“La OIT considera que el empleo de los jóvenes es un tema prioritario, y resulta aún más urgente cuando atravesamos por un momento de desocupación juvenil sin precedentes”, agregó Dema al ser consultado por el panorama laboral de este tramo de edad en ocasión del Día Internacional de la Juventud, que se celebra hoy en todo el mundo.

Los datos sobre empleo juvenil contenidos en el informe sobre “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo – Tendencias 2019” publicado a comienzos de este año en Ginebra indican que la tasa de desocupación juvenil promedio de América Latina y el Caribe fue de 17,9% en 2018, tras haber registrado 18% en 2017, los niveles más altos registrados desde que comenzó a medirse este indicador regional en 1991, cuando fue de 11,1%.

El informe de OIT contiene una herramienta llamada “Data Finder” que permite observar la evolución de algunos indicadores laborales. Según los datos, de un total estimado de 110 millones de jóvenes en el tramo de edad de 15 a 24 años, 56,3 millones no forman parte de la fuerza laboral, en su mayor parte estudiantes.

De los 53,7 millones que ya se han incorporado a la fuerza de trabajo, al menos 9,6 millones no consiguen empleo, lo que equivale a cerca de 40% del total de los desempleados en la región. Pero Guillermo Dema alerta que hay otras circunstancias a tener en cuenta, como por ejemplo la calidad del empleo al que acceden los jóvenes.

OITnoticias: ¿Es posible que baje el desempleo juvenil este año?

Dema: El crecimiento económico es fundamental para recuperar el empleo en general. Pero la región en este momento registra un crecimiento débil. Este año las perspectivas no son buenas. CEPAL bajó el estimado de crecimiento regional de 1,3% a 0,5%. En esas condiciones desocupación juvenil no mejorará este año e incluso podría empeorar.

OITnoticias: ¿Todos los países registran una situación similar?

Dema: Detrás de los promedios regionales hay diversas situaciones nacionales, y las tasas pueden ser diferentes según el país. Pero la tendencia al alza ha sido una constante durante los últimos años. Algunos mercados laborales registran tasas de desocupación juvenil por encima del 20%.

OITnoticias: ¿Qué país está mejor y cuál peor?

Dema: En OIT no hacemos un ranking de países. Usamos datos que provienen de fuentes oficiales nacionales para observar el panorama regional. Pero un dato relevante es que en casi todos los casos, ya sea a nivel regional, subregional o nacional, la tasa de desocupación juvenil duplica a la tasa general y triplica a la de los adultos mayores de 25 años.

OITnoticias: ¿El desempleo es el principal problema de los jóvenes?

Dema: Es la punta de iceberg, porque es lo más visible. Hay otro dato relevante: según estimaciones seis de cada 10 jóvenes solo encuentran empleo en condiciones de informalidad, lo cual implica poca estabilidad, ausencia de un marco contractual, malos salarios, ausencia de derechos y de protección social. En suma, son empleos precarios.

OITnoticias: ¿Por qué debe ser una prioridad el empleo de los jóvenes?

Dema: La incorporación efectiva a empleos dignos contribuye a aprovechar el potencial de la generación más educada que hemos tenido. Pero además es un elemento importante para colocar a las personas en trayectorias de trabajo decente, algo que se dificulta mucho cuando son asediados por la desocupación o la informalidad. Además, la falta de empleo, o de empleo digno, puede conducir a situaciones de frustración o desaliento, lo cual impacta en las familias, en las comunidades, afecta la estabilidad social, e incluso puede repercutir en las perspectivas de gobernabilidad. Una preocupación es la situación de los jóvenes que no estudian ni trabajan.

OITnoticias: ¿Son los llamados “ni-ni”?

Dema: Ese es el término que se está usando… Estamos hablando de 20% de los jóvenes, es decir sobre 20 millones en América Latina y el Caribe. La proporción es más o menos similar en los diferentes países o subregiones. Están incluidos los desocupados que no estudian. Estimamos que la mitad son mujeres jóvenes con dificultades para acceder al mercado de trabajo, por ejemplo, porque han sido madres. Y hay un núcleo duro, unos 5 millones, que simplemente no trabajan ni estudian.

OITnoticias: ¿Qué se puede hacer para mejorar el empleo de los jóvenes?

Dema: Estamos frente a un desafío político que demanda una demostración de voluntad en la aplicación de políticas innovadoras y de efectividad demostrada. Aunque el tema del empleo de los jóvenes suele figurar en los discursos políticos, y forma parte de la agenda de gobiernos a diferentes niveles en casi todos los países de la región, aún es necesario redoblar esfuerzos para abordar este problema.

También es necesario reflexionar en cómo los sistemas educativos, que en muchos casos se basan en modelos del siglo XX, pueden preparar a los jóvenes a las nuevas realidades del mercado laboral sin dejar a nadie atrás, como se establece en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Para esto es necesario mejorar la calidad de la educación y de la formación profesional, y también abordar el desfase entre las habilidades y conocimientos que adquieren los jóvenes y lo que requiere y valora el mercado laboral.

OITnoticias: ¿Y si hay crecimiento mejorará la situación?

Dema: El crecimiento económico robusto permite generar mayor trabajo y esto impacta también a los jóvenes. Pero si bien el crecimiento es clave, no es suficiente. Hay que poner en marcha políticas específicas para generar empleos.

Hay un abanico de opciones y de buenas prácticas, como por ejemplo: que sea una prioridad en la agenda del diálogo social entre los actores fundamentales de la economía; apoyar el espíritu emprendedor de los jóvenes; hacer más eficientes y dotar de mayor cobertura a los servicios de empleo; mejorar el acceso y la calidad tanto de la educación como de la formación profesional; estimular la innovación; facilitar la certificación de competencias; incrementar los sistemas de pasantías y aprendizaje para consolidar la formación; facilitar que las mujeres jóvenes se mantengan en el mercado laboral, a través de guarderías para sus hijos y turnos de todo el día en las escuelas… Entre otras.

OITnoticias: ¿Qué se hace desde la OIT por el empleo juvenil?

Dema: El tema del empleo juvenil es fundamental y prioritario para la OIT. En la reciente Declaración del Centenario de la Organización adoptada en junio en Ginebra, se plantea específicamente la necesidad de avanzar en las metas de trabajo decente para todos “poniendo énfasis en la integración efectiva de los jóvenes en el mundo del trabajo”.

La OIT ha desarrollado una serie de iniciativas para abordar este desafío, en colaboración con los interlocutores sociales y con los jóvenes mismos, que son los que están mejor situados para identificar opciones de políticas nacionales viables que pueden mejorar los resultados del empleo juvenil.

Si bien no existe una receta ni una solución únicas hay experiencia acumulada da una amplísima base de buenas prácticas que han contado con la asistencia técnica de la OIT, incluyendo programas para incidir en una mejor educación y mejora de la empleabilidad, asesoría para políticas activas del mercado de trabajo para una buena inserción laboral inicial, apoyo en estrategias de promoción del emprendedurismo, y para programas de educación dual que combinen formación y empleo.

Además hay acciones concertadas en las cuales la OIT participa activamente. En ocasión de este Día Internacional de la Juventud, cuyo tema es “Transformando la educación”, se ha destacado el papel que desempeña actualmente la Iniciativa mundial sobre trabajo decente para la juventud, en la cual participan varias agencias de ONU, y otros socios incluyendo al sector privado.

OITnoticias: ¿Cómo ve el futuro del empleo juvenil?

Dema: Es evidente que con los jóvenes se decide qué forma tendrá el futuro del trabajo. Ellos son y serán protagonistas de una sociedad que enfrenta esta encrucijada de problemas del pasado como la informalidad o la desigualdad, junto con los del futuro, donde entran las nuevas tecnologías, el cambio climático, el envejecimiento de la población, o las fuerzas de la globalización. Y sin duda debemos apoyar a los jóvenes para hacer frente a estas realidades.

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible reconoce en varias de sus metas la centralidad de la incorporación plena de la juventud en el mercado de trabajo como una condición necesaria para transitar hacia sociedades más igualitarias. Es necesario invertir ahora para poder hacer frente a los desafíos que generará el mercado laboral futuro y para asegurar que los y las jóvenes sean capaces de sostener nuestras economías y nuestras sociedades futuras.

*Guillermo Dema es especialista regional en temas de empleo juvenil desde hace más de una década, y también se ocupa de temas relacionados con migraciones en la Oficina Regional de la OIT para América Latina y el Caribe.

Campaña regional de la CSA sobre cadenas globales de producción

La Confederación Sindical de trabajadores y trabajadoras de las Américas – CSA – desde su fundación en marzo del 2008 – identificó como un desafío central la actuación frente a las empresas trasnacionales; sea desde el punto de vista de la atención a la organización y defensa de las/os trabajadoras/es de la región con relación directa de dependencia de las mismas para alcanzar los derechos fundamentales en el trabajo, así como para enfrentar el poder corporativo expresado, entre otros, en los cambios en la estructura y organización del mundo del trabajo a nivel global, modelo que atenta contra la inclusión, igualdad y justicia social.

Folleto – ESP by Yariela Novo on Scribd

Cartilla CGP Version Final (1) by Yariela Novo on Scribd

Unos derechos humanos indivisibles: no hay libertad política sin igualdad social

Leer y releer la Declaración Universal de los Derechos Humanos, setenta años después de su adopción por Naciones Unidas en París, siempre es un ejercicio útil, ya que este texto sigue ofreciendo aún en la actualidad la visión más progresista de lo que podría ser nuestro mundo. En la celebración de este aniversario, sería lógico subrayar los innegables progresos que hemos conseguido juntos durante todos estos años para transformar esta visión en una realidad.

UNOS DERECHOS HUMANOS INDIV… by on Scribd

ANEP se solidariza con sindicalistas surcoreanos detenidos

Compartimos la carta enviada

Sr. Moon Jae-in
Presidente de la República de Corea del Sur

Estimado presidente Moon Jae-in:

Escribo en nombre de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados de Costa Rica (ANEP) para expresar nuestro compromiso con la campaña sindical internacional contra la persecución y la detención de dirigentes sindicales en Corea del Sur y solicitar su liberación inmediata y el rechazo de los cargos contra Han Sang-gyun, presidente de la Confederación de Sindicatos de Corea (KCTU); Lee Young-joo, ex secretario general de la KCTU; y de todos los demás sindicalistas encarcelados por los derechos humanos que ejercieron en las manifestaciones contra las reformas laborales regresivas.

Tanto el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas como el Comité de Libertad Sindical de la Organización Internacional del Trabajo han declarado que la detención de Han Sang-gyun y otros sindicalistas encarcelados se ha impuesto arbitrariamente y en violación de instrumentos internacionales de derechos humanos. Ambas organizaciones internacionales han pedido expresamente al Estado surcoreano que respete y garantice los derechos humanos, en particular los derechos laborales, incluido el derecho de huelga, no aplicar el poder punitivo en el contexto de manifestaciones sociales pacíficas y liberar inmediatamente a todos los sindicalistas encarcelados arbitrariamente.

Señor Presidente, la libertad de asociación es un derecho humano fundamental en todo estado de derecho y democracia. De conformidad con las normas internacionales de derechos humanos, todos los trabajadores deben poder disfrutar del derecho a organizarse y actuar colectivamente para defender sus derechos e intereses, y todos los agentes del Estado están obligados a respetar y garantizar el ejercicio de dicho derecho. Según el Comité de Libertad Sindical de la OIT, ninguna persona debería ser privada de libertad ni estar sujeta a sanciones penales simplemente por organizar o participar en huelgas pacíficas u otras formas de protesta o reuniones públicas.

El movimiento sindical de las Américas condena toda represión y criminalización del derecho de huelga y cualquier otra forma de protesta sindical pacífica. Exigimos que su Gobierno respete los derechos de los trabajadores y aplique las medidas necesarias para poner fin a la persecución de los dirigentes sindicales, liberando de inmediato a los sindicalistas detenidos.

Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados de Costa Rica- ANEP

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El Vaticano se reúne con líderes sindicales para abordar las amenazas al mundo del trabajo

Bruselas, 11 de enero de 2018-CSI. Una reunión internacional a la que asistieron más de 300 líderes sindicales, convocada por el Dicasterio para promover el desarrollo humano integral y acogida por el Vaticano, lanzó un llamamiento a intelectuales, líderes empresariales, empleadores, sociedad civil, organizaciones internacionales y gobiernos, a actuar en solidaridad para lograr un desarrollo integral, inclusivo y sostenible, con “trabajo, tierra y vivienda para todos”.

El resumen de los dos días de debates quedaría reflejado en una declaración sobre paz, democracia y derechos humanos, adoptada por el Vaticano y los dirigentes sindicales. Reconoce la importancia central de la persona humana y el derecho a un trabajo decente con normas laborales universales para todos.

El actual modelo de globalización ha fallado a los trabajadores y trabajadoras, desembocando en niveles históricos de desigualdad que, combinados con la digitalización y el cambio climático, plantean numerosos problemas preocupantes para los trabajadores. La movilidad es uno de los desafíos más acuciantes de nuestros tiempos. Millones de mujeres, hombres y niños se ven obligados a abandonar sus hogares y sus familias a causa de las guerras, el hambre y la pobreza.

La declaración sentará las bases para negociar un nuevo contrato social entre gobiernos, empresarios y trabajadores. Se acordó lo siguiente:

– La libertad sindical y la negociación colectiva son un derecho humano fundamental. – La campaña mundial de salarios de los sindicatos resulta primordial para garantizar que ningún trabajador cobre menos de un salario mínimo que le garantice poder vivir dignamente. – La protección social universal y la garantía de unos servicios públicos vitales resultan esenciales. – Las políticas extremistas, incluyendo xenofobia, racismo y toda forma de exclusión, deberán ser rechazadas en aras del bien común.

El incremento de la automatización, individualización, desigualdad, precariedad, desempleo masivo, pobreza, y el fenómeno de la exclusión y de “desechar” a las personas pone en peligro nuestro “hogar común”. Estas tendencias suponen importantes desafíos para todos los actores sociales e institucionales, en particular en relación con el mundo del trabajo.

“Los sindicatos acogen con beneplácito el liderazgo del Papa Francisco a favor de los derechos y la igualdad para todas las personas y en defensa de nuestro hogar común. En un mundo cada vez más fracturado, donde quedan pocos líderes gubernamentales que den preferencia a las personas, todos los líderes religiosos deben unir sus fuerzas con los sindicatos y la sociedad civil para negociar un mundo pacífico y socialmente justo. El 71º Aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, que se celebra este año, resulta significativo, y esta declaración sienta las bases para un modelo inclusivo de desarrollo que aporte la dignidad del trabajo decente.

“Los seres humanos necesitan poder vivir y establecer una vida comunitaria justa y próspera a través de su trabajo, y las fuerzas económicas deberían estar al servicio de la humanidad y respetar el medio ambiente. A menos que construyamos un futuro compartido y sostenible, protegiendo y preservando derechos y oportunidades para las generaciones futuras, no estaremos defendiendo nuestros valores”, indicó Sharan Burrow, Secretaria General de la Confederación Sindical Internacional.

Trump y su reforma tributaria: El 0,1% tiene mucho que celebrar

Todos los estudios disponibles, provenientes de fuentes independientes, coinciden en un punto: es una reforma diseñada a la medida de los intereses económicos más poderosos y concentrados. Más de cuatro quintos del total de recorte de impuestos irán al 1% más rico. Para el 0,1% de los más ricos la reducción promedio es del orden de $1,3 millones al año. Para los sectores medios de $260 y para los más pobres de $50. El contraste es realmente insultante. La eliminación del impuesto sobre las herencias, por ejemplo, le ahorrará a la familia Trump unos $564 millones. Entretanto el déficit fiscal crecerá en unos $160.000 millones al año, lo que se sumará a la astronómica deuda pública estadounidense.

Trump no contribuye así a que Estados Unidos sea “great again”. Esto tan solo suma al recuento, al parecer infinito, de estupideces que ese sujeto promueve, y que claramente apuntan hacia un mundo más violento y dividido, como hacia el aceleramiento de la decadencia económica, ideológica y geopolítica de Estados Unidos.

Trump y el partido Republicano dicen que esta reforma estimulará la inversión productiva y, con ello, el crecimiento y el empleo. Todo lo cual redundará finalmente en un menor déficit fiscal (según lo que propone un adefesio teórico llamado “curva de Laffer”). En los últimos 35 años Estados Unidos ha podido comprobar la falsedad de tales presunciones, lo mismo con las reformas tributarias de Ronald Reagan en los ochenta, que con las de Bush hijo a inicios de este siglo. Paradójicamente, el auge de la segunda mitad de los años noventa coincidió con el aumento de impuestos promovido por Bill Clinton.

Por razones entendibles, los especuladores de Wall Street lo han recibido con desbordante entusiasmo, pero cosa muy distinta es que se logre el efecto estimulante que se proclama.

Primero, porque se anticipa que esta reforma irá acompañada de un recorte de los programas sociales, inclusive un considerable achicamiento de la cobertura de salud del “Obamacare”. Solo eso bastará para difuminar buena parte de ese presunto efecto positivo.

Pero sobre todo hay un grave problema sobre el que Trump y su gente mienten (no sé si deliberadamente o por ignorancia): entregar más dinero en manos de los súper-ricos es comprarse 99 números de cien en la rifa del casino y la especulación. No se favorecerá la inversión productiva y sí la especulación bursátil: recomprar las acciones de sus propias empresas para inflar sus precios. Es lo que la propia historia demuestra con largueza, y es el comportamiento típico de las grandes corporaciones, beneficiarias principalísimas de este recorte de impuestos. Baste recordar que el esquema de “estímulos” para los altos ejecutivos de esas empresas está vinculado a las ganancias que le garanticen a sus accionistas, y que la forma más fácil de inflar esas ganancias…es inflar el valor accionario de las empresas. Aunque eso no pase de ser una ilusión mentirosa del tamaño mismo de la especulación de la que surge.

Pero, además, no habrá crecimiento de la inversión productiva porque no hay posibilidades –excepto a cuenta gotas– de que esta reforma estimule el consumo, precisamente porque lo que le llegará a los sectores medios y bajos (si es que les llega algo, sobre lo cual hay dudas fundamentadas) será insignificante. Es que, finalmente, los súper-ricos, con todos sus lujos extravagantes y su ofensiva ostentación, no pueden consumir más de lo que consumen. Solo si los sectores medios y bajos tienen ingresos crecientes, el consumo aumentará, y en un contexto de agudizada y creciente desigualdad social, ese impulso dinamizador se debilita progresiva e inexorablemente. Y mucho más con una modificación tributaria como esta que, claramente, agravará la ya gravísima desigualdad que fractura a los Estados Unidos actuales.

Trump –y todavía más esta reforma– han dado razones para inflar las bolsas de valores. La carrera alcista, que venía de años atrás, en los últimos tiempos se ha disparado espectacularmente. Apostemos que, tarde o temprano, habrá un aterrizaje violentísimo, una vez la burbuja estalle. Ello dará buenas razones para “recordar” a Trump.

Suma esto también a esa carrera hacia el fondo que la hegemonía neoliberal, la trasnacionalización de los capitales y la mundialización financiera han traído consigo. Es decir, la competencia regresiva entre los Estados tratando de ofrecer más y más ventajas tributarias a favor del capital, lo que redunda en crisis fiscal crónica, creciente endeudamiento público, debilitamiento de los sistemas de seguridad social y sociedades cada vez más inequitativas, desequilibradas e inestables. Recordemos que esta reforma trumpeana reduce la tasa de tributación para las corporaciones del 35 al 21%, como, en general, disminuye la tributación para las personas y familias muy ricas.

Los oráculos del neoliberalismo tico ya empiezan a recetar una medicina similar para Costa Rica. Tengamos claro, sin embargo, que lo mismo en aquí que en Estados Unidos o en cualquier otra parte del mundo, esta es una apuesta al desastre. Conforme se profundizan las desigualdades, se agudizan los vaivenes descontrolados de la especulación y las economías pierden dinamismo, también se agrava la violencia y, por desgracia, asimismo tienden a fortalecerse las derechas fascistas e intolerantes.

Lo cierto es que si queremos vivir en un mundo más pacífico y digno, un requisito necesario es contar con sistemas tributarios sólidos, justos, progresivos y racionales.

Democracia y momento populista: de América a Europa

En una entrevista concedida al Corriere della Sera en noviembre de 2016, el director del Wall Street Journal, Gerard Baker, dijo que, en el futuro, la confrontación política no será ya entre progresistas y conservadores, sino entre globalistas y populistas. Releída hoy, la afirmación suena como una declaración de guerra. Eventos como el Brexit, la elección de Trump, la derrota de Renzi en el referéndum sobre las reformas constitucionales y las preocupaciones suscitadas por el ascenso de líderes políticos como Tsipras (antes de su rendición a los dictados de la Troika), Bernie Sanders, James Corbyn, Pablo Iglesias, Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen, han dado lugar a que se constituyera un poderoso frente mundial anti-populista. Los medios de comunicación han orquestado una masiva campaña propagandista en apoyo a los gobiernos dirigidos por las fuerzas políticas tradicionales (conservadores, liberales y socialdemócratas), invitándolos a coaligarse contra la amenaza de las fuerzas genéricamente populistas –sin distinguir entre las radicales diferencias entre ellas– en cuanto soberanistas, proteccionistas, estatalistas y antiglobalistas, contrarias a la libre circulación de las mercancías y del capital y por ello enemigas del sistema democrático, identificado tout court con el mercado. La sustancial adhesión de las izquierdas europeas –no pocas veces también las radicales– a este llamamiento anti-populista de las élites políticas y económicas neoliberales y de los medios de comunicación mainstream, introduce uno de los temas de fondo que intento abordar: el llamamiento ha tenido acogida porque las izquierdas consideran el soberanismo como una ideología más peligrosa aún que el neoliberalismo. Antes de examinar este planteamiento hay que deconstruir el sentido del término populismo.

La narración predominante presenta el populismo como una visión unitaria del mundo, que se contrapone a la neoliberal del mismo modo que lo hacía el comunismo. Esta tesis es insostenible si se tiene en cuenta que no existe un cuerpo de textos fundadores que definan principios, valores y objetivos de esta presunta “ideología”. Si pasamos después a la descripción “científica” del fenómeno, vemos cómo ella se basa en un conjunto de características –la hiper-personalización de la figura del líder, el vínculo directo entre el líder y las masas, el nacionalismo, el lenguaje simplificado, el estatalismo, el interclasismo, la polarización entre el pueblo y las élites, la polémica anticasta (contra los políticos profesionales, los académicos, los financieros, etc.) y un posicionamiento anti-institucional– que se ha ido compilando en los años 60 del siglo pasado sobre la base del estudio de los regímenes latinoamericanos de la mitad del siglo XX. Se trata de un elenco de escaso valor heurístico teniendo en cuenta que algunas de esas características son típicas de todos los movimientos en sus inicios que desaparecen cuando van madurando y que pueden combinarse de formas muy distintas dando origen a regímenes muy distintos. Si después nos referimos al estilo populista1 como técnica de comunicación política es evidente que se trata de una modalidad adoptada por todos los partidos en esta época caracterizada por la mediatización, la espectacularización y la personalización de la política. ¿Entonces qué? Mi respuesta es que, para comprender el fenómeno populista hay que entender la naturaleza de rebelión (frecuentemente prepolítica) de las masas populares frente a la “guerra de clases desde arriba”2 iniciada en los años 80 del siglo pasado. Detrás del término populismo se esconde un conjunto articulado y complejo de fenómenos que podríamos definir como la forma que la lucha de clases asume en la era neoliberal.

El momento populista es de hecho la reacción social a dos procesos: por un lado, a los efectos de la financiarización de la economía y a una revolución tecnológica que han agredido a la sociedad moderna, haciéndola explotar y convirtiéndola en un polvo de sujetos individualizados y, por otro, una revolución cultural que intenta legitimar las nuevas formas de explotación capitalista y la transformación de los sistemas liberal-democráticos en regímenes oligárquicos. Estos procesos han provocado un trágico empeoramiento de las condiciones de vida de las clases subalternas: desempleo, salarios de hambre, precarización del trabajo, desmantelamiento de los sistemas sociales mediante recortes del gasto público y privatización de los servicios, aumento exponencial de la desigualdad entre una minoría de multimillonarios y una masa creciente de clases medias proletarizadas. La reacción era inevitable y de hecho, en unos veinte años, hemos asistido al ciclo de las revoluciones bolivarianas en América Latina, a las primaveras árabes, al 15M español y al Occupy Wall Street en los EEUU, además del nacimiento de los movimientos antiglobalización de distintas orientaciones ideológicas, pero que comparten la reivindicación de la reconquista de alguna forma de soberanía popular y nacional.

Comencemos por Europa. El ordoliberalismo alemán, sobre cuyos principios se funda todo el edificio comunitario, como han explicado Dardot y Laval3, no cambia la idea de que el mercado es un dato natural y espontáneo sino, al contrario, lo considera como una construcción de la que el Estado debe hacerse cargo, garantizando el respeto del principio de competitividad. El Estado, evitando interferir directamente en el proceso económico –pero impulsando un programa radical de privatización de los servicios públicos y aplicando los principios de la gestión privada a la gestión de la administración pública– debe perseguir la estabilidad de los precios y eliminar todo obstáculo al despliegue de la libre competencia. El respeto de estos principios es impuesto a los países miembros a través de un rígido sistema de normas que vacían de contenido las legislaciones nacionales, reglas que funcionan realmente como una Constitución europea a través de una serie de Tratados vinculantes (véase la reforma del artículo 81 de la Constitución italiana que impone el equilibrio presupuestario, llegando a prohibir toda política industrial que comporte inversiones públicas e imponiendo además al Estado la enajenación del patrimonio público que aún quede sin privatizar). La Unión Europea no es, como se obstinan en argumentar los europeístas “progresistas”, un proceso inacabado a la espera de su perfeccionamiento político que debería permitir su democratización, se trata de una superestructura paraestatal que, por un lado, mantiene restos de la forma clásica del estado de cada país y, por otro, establece un orden nuevo subordinado al mercado, una estructura de gobernanza multinivel. Además, la UE se presenta como un mega-experimento moral y antropológico, una verdadera y propia utopía que se propone crear “el hombre nuevo” del orden neoliberal. De aquí una pedagogía social y política que aspira a formar ciudadanos que se consideren emprendedores de sí mismos y uniformicen su propia vida a las reglas y los principios que presiden la gestión de una empresa. La utopía europeísta impulsada por la Europa real no es la de Altiero Spinelli sino más bien la de von Hayek, el cual, entre las dos guerras mundiales, soñó la construcción de una entidad supranacional y supraestatal que, además de posibilitar un sistema monetario uniforme y reglas jurídicas comunes, salvaguardase tales reglas de las presiones indebidas de las organizaciones de los trabajadores y de los ciudadanos titulares de la soberanía democrática sobre bases nacionales. El nivel de violencia que ésta utopía ordoliberal está dispuesta a ejercer frente a toda fuerza que se oponga a su proyecto se ha visto claramente en la ferocidad con la que se ha destrozado la resistencia del pueblo griego que había votado contra los acuerdos leoninos exigidos por la Troika para “sanear” la economía y la deuda griegas. Ese ejemplo ha demostrado de una vez por todas que la democracia es incompatible con el neoliberalismo.

Los efectos combinados de financiarización y hegemonía ordoliberal en el sistema político configuran de hecho un proceso de des-democratización que busca vaciar la democracia de la sustancia sin suprimir la forma4. La filosofía que inspira tal proceso remite al pensamiento de Friedrich von Hayek y de los “elitistas” de primeros del siglo XX como Mosca, Pareto y Michels. Para todos ellos el objetivo estratégico consiste en reforzar el poder ejecutivo, ponerlo al abrigo de los estados de ánimo vacilantes de los ciudadanos-electores que provocan la inestabilidad, cuando no la ruina, de los regímenes democráticos: por ello no consideran la democracia como un fin en sí misma sino como un instrumento para la selección de los grupos dirigentes. Las instituciones políticas forjadas en estos principios no configuran ni siquiera lo que Lenin definía el “comité de los negocios de la burguesía”, sino un sistema de poder que integra completamente a las élites económicas y las élites políticas. Basta pensar en fenómenos como el que en Estados Unidos fue bautizado como “el sistema de puertas giratorias”, es decir, la práctica por la que los manager de las grandes empresas privadas, los bancos y las sociedades financieras, reciben importantes encargos públicos o son nombrados, además, ministros, o los efectos de aquel proceso de “financiarización” que hace que más de la mitad de los miembros norteamericanos de la Cámara de Representantes pertenezca a la élite de los multimillonarios.

Concentrando la atención en la “complicidad” entre élites económicas y políticas, se corre, sin embargo, el riesgo de analizar el fenómeno desde un punto de vista moral, como si se tratase de la “corrupción” de la política por las finanzas. Por el contrario, hay que partir del análisis de la utopía ordoliberal que hemos referido antes: la convergencia entre élites no es solo cuestión de intereses, ni la transición al régimen post-democrático es asunto de la “traición” a las reglas, estamos ante un lúcido diseño político que impone a los estados la uniformización a las normas del derecho privado, configurando la propia legislación en base a los principios de la competencia económica. Así, la democracia liberal es vaciada de contenido y los dirigentes de los estados, comenta Crouch, no responden ya ante los ciudadanos, sino que “son sometidos al control de la comunidad financiera internacional, los organismos especializados y las agencias de rating”5. Y además, “los estados son considerados unidades productivas como las otras en una vasta red de poderes político-económicos sometidos a normas similares”6. La inevitable consecuencia de esta filosofía es la privatización de los servicios sociales: de conformidad con el principio en base al cual la dimensión de la eficiencia y del rendimiento financiero debe ser asumida como referencia de toda actividad social, el estado abandona su actividad propia para destinarlas al mercado. La privatización de los servicios es una de las etapas fundamentales del proceso de construcción del hombre nuevo neoliberal, el ciudadano, de hecho, observa Crouch, una vez convertido en “cliente” del servicio privatizado, “no puede ya plantear al gobierno cuestiones relativas a la prestación del servicio, porque la prestación fue subcontratada fuera, el servicio se hizo postdemocrático.

En la misma dirección avanza el proceso de transformación de los partidos. Mientras el partido tradicional se presentaba como una sucesión de círculos concéntricos (de fuera a dentro: electores, simpatizantes, militantes, funcionarios, dirigentes y líder), el partido post-moderno parece más bien una elipse en la que los simpatizantes y los militantes pierden peso hasta casi desaparecer, los funcionarios disminuyen numéricamente y llevan a cabo funciones casi exclusivamente técnicas, mientras el líder ocupa uno de los puntos de definición de la elipse alrededor del cual gira todo el resto e instaura una relación directa con las masas electorales que pasa casi solamente a través de los canales mediáticos. Especialmente Crouch ha llamado la atención en la rapidez con la que los partidos socialdemócratas han mudado la piel para adecuarse a la nueva situación: en una primera fase, se vieron castigados por el debilitamiento de su base tradicional, compuesta por obreros y empleados de los servicios públicos, después, una vez tomado el camino de la “tercera vía” trazada por Tony Blair y Bill Clinton, comenzaron a recoger el apoyo transversal de todas las categorías sociales y, conforme hacían suyos los principios neoliberales, a conseguir el apoyo financiero de las grandes empresas, a las que intentaron demostrar que “la socialdemocracia no sólo puede prosperar en un ambiente capitalista liberal, sino que en tal ambiente produce también un grado de liberalismo más elevado que el del liberalismo tradicional dejado a sí mismo”7.

Se trata de comprender por qué la mayoría de las izquierdas europeas se niegan a tomar nota de lo que se ha dicho hasta ahora y consideran todas las posiciones populistas –también las de izquierda– que asumen un punto de vista soberanista como antidemocráticas. A ese fin intentaré reconstruir en grandes líneas el secular debate sobre la cuestión nacional que ha atravesado toda la historia del marxismo. La célebre frase mordaz del Manifiesto en la que Marx dice que “los trabajadores no tienen patria” tiene un significado ambiguo en cuanto asocia al rechazo del patriotismo burgués el concepto de privación de una patria que los proletarios deben ganarse, elevándose a clase nacional. Es sin embargo innegable que el punto de vista juvenil de Marx se mantenía anclado en una visión economicista que atribuía a la burguesía la misión “civilizatoria” de romper todas las barreras que se oponen al desarrollo de las fuerzas productivas, incluyendo las barreras de las fronteras nacionales. Este posicionamiento será superado cuando Marx tuvo que hacer las cuentas con los efectos de la opresión colonial del pueblo irlandés por parte del imperialismo británico. Su posición pasará de la idea de que sólo la revolución del proletariado inglés podría restituir la libertad a los ingleses, al punto de vista opuesto: solo una victoriosa lucha de liberación del pueblo irlandés –liquidando las condiciones de relativo privilegio de los proletarios ingleses– podría crear las condiciones de una revolución proletaria en Inglaterra. De la convicción de que la revolución es fruto de las condiciones objetivas que existen solo en el punto más alto de desarrollo de las fuerzas productivas, se pasa por tanto al reconocimiento de que al capitalismo se le puede atacar mejor allí donde se acumulan las contradicciones políticas más radicales.

Lenin –polemizando con las posiciones de Rosa Luxemburg y León Trotsky, cercanas a las del Marx del Manifiesto– irá más lejos, innovando las ideas del Marx maduro mediante el análisis de la fase imperialista: la creación de grandes imperios coloniales por parte de las potencias más importantes crea condiciones completamente nuevas, que exaltan el papel de las luchas de liberación nacional en el marco de la lucha mundial contra el capitalismo. Encontramos una análoga evolución del pensamiento gramsciano: cercano a las posiciones del joven Marx hasta que el sistema capitalista pareció evolucionar hacia la unificación del mundo, Gramsci cambió de punto de vista conforme el estado nacional burgués volvía a dominar la escena política (tras el final de la primera globalización y el fracaso de las revoluciones socialistas en el centro de Europa). En la “guerra de posiciones” que opone burguesía a proletariado en estas nuevas condiciones, Gramsci, sin renegar de la perspectiva internacionalista, se concentra en la necesidad de construir un bloque social que solo puede moverse en el contexto nacional (en lo que fue definido como el giro nacional-popular de Gramsci).

Los ecos de este debate se apagaron hasta desaparecer a partir de los años 70 del siglo pasado. Se podría justificar este giro porque en las décadas posteriores a la II Guerra Mundial se realizó el proceso de liberación de la mayor parte de los países del Tercer Mundo del yugo de la opresión nacional. Pero se trata de un error de perspectiva: es precisamente a partir de aquellos años, como ha explicado Samir Amin8, que las burguesías nacionales de aquellos países, después de haber sido protagonistas –forzadas por las rebeliones de sus pueblos– de las luchas de liberación nacional, vuelven a desempeñar el papel de agentes mediadores de los intereses del capital transnacional, en un contexto que no contempla ya la ocupación militar directa de sus respectivos territorios sino la integración en el proceso de globalización impulsado por la unificación de Occidente bajo la hegemonía estadounidense. Y es precisamente este retorno de la tendencia a la unificación mundial de los mercados lo que va a deslumbrar a las izquierdas occidentales encerrándolas de nuevo en una visión economicista. Nace así un “pensamiento único” en las izquierdas occidentales sobre la cuestión de la relación entre la lucha anticapitalista y la cuestión nacional que rechaza las tesis de Frantz Fanon, el último gran exponente del punto de vista que fue ya del Marx maduro, de Lenin y de Gramsci. Allí donde Fanon contestaba la relación automática entre progreso y Occidente, acusando al cosmopolitismo y al universalismo burgueses (travestidos de internacionalismo) de ser armas dirigidas a destruir la resistencia de los pueblos coloniales, la mayoría de los intelectuales de izquierda occidentales asumen un punto de vista de un internacionalismo doctrinal y abstracto, junto a la tesis según la cual la superación del capitalismo puede darse solo donde las fuerzas productivas alcanzan su nivel más alto de desarrollo (un punto de vista que, entre otras cosas, ignora que hasta hoy las únicas revoluciones socialistas se han llevado a cabo por las clases obreras en formación de los países periféricos aliadas con las grandes masas campesinas). Si se exceptúan las reflexiones de aquellos autores que –como Arrighi, Wallerstein y Samir Amin– han asumido como central la contradicción centro-periferia en su análisis del sistema mundo, todos los otros exponentes de la inteligencia marxista han acabado por considerar negativa o hasta reaccionaria todo tipo de reivindicación de la soberanía nacional. Contra esta visión pretendo proponer un punto de vista que no solo reivindica la validez de las reivindicaciones soberanistas de los países periféricos, sino que afirma que la lucha por la soberanía nacional puede asumir un carácter progresivo también para los pueblos europeos (sobre todo para los pueblos mediterráneos). Antes debo aclarar qué entiendo exactamente por soberanía nacional y por qué considero posible distinguir entre los diferentes significados que el concepto asume en el campo populista.

Si la cuestión nacional ha vuelto a ser el centro de atención de los movimientos que declaran una orientación socialista –desde los regímenes bolivarianos en América Latina a los partidos europeos como Podemos y la formación francesa dirigida por Jean-Luc Mélenchon o la red de fuerzas que en los EEUU apoyaron la candidatura presidencial de Bernie Sanders– no es solo porque el péndulo de la historia parece que ha comenzado a oscilar en la dirección opuesta al proceso de globalización: lo importante es que el ataque del capitalismo global no se dirige tanto contra el Estado, que como hemos visto sufre, por el contrario, un proceso de reforzamiento, sino contra la Nación, de la que se teme su naturaleza de ámbito territorial en el que pueden hacerse valer más fácilmente las razones y las relaciones de fuerza de las clases subalternas. Por un lado, un capitalismo cada vez más concentrado y agresivo necesita de los servicios de un estado supranacional, por otro se multiplican las fuerzas que ven en la reconquista de formas de autoridad territorial el único instrumento para embridar aquellos flujos incontrolados de capital y de mercancías que amenazan las condiciones de vida de las poblaciones.

El autor que mejor ha sostenido que cualquier paso hacia el socialismo es imposible sin una “desconexión” del sistema capitalista global es, de nuevo, el economista egipcio Samir Amin9.La idea de que la integración de las economías locales en el sistema mundial sea por sí mismo un factor positivo de desarrollo, sostiene Amin, ignora una realidad evidente: mientras que en el centro el proceso de acumulación se guía por la dinámica de las relaciones internas, en las periferias ello está en gran medida determinado por la evolución del centro, no está dotado de una autonomía real. Las mutaciones inducidas por el capitalismo global de los monopolios, argumenta Amin, han anulado el poder de las viejas clases dirigentes periféricas, a las que han incorporado nuevos estratos dominantes de “agentes de negocios” que cumplen el papel de intermediarios locales de los intereses de las élites económicas y políticas globales. Esta descripción no vale solo para las periferias de los países ex coloniales, sino también para aquellos países de Europa del Sur que sufren hoy la hegemonía del imperialismo alemán mediante el proceso de integración europea: también ellos viven condicionados por una economía constreñida por la división desigual del trabajo a producir mercancías de rango inferior con un trabajo de menor remuneración (basta pensar en el desmantelamiento de la gran industria italiana progresivamente sustituida por los distritos de pequeñas y medianas empresas que trabajan para las grandes empresas alemanas o al más general proceso de terciarización de nuestro país que, al igual que España, se ve cada vez más obligado a contar con el turismo como principal fuente de recursos). Si todo esto es verdadero es evidente que la lucha anticapitalista no puede pasar hoy más que por las periferias y su desconexión del centro, lo que implica reconquistar la soberanía popular y nacional.

La abundancia de referencias a la soberanía tanto por la derecha como por la izquierda del campo populista plantea, sin embargo, un problema semántico. Es evidente que este término representa un campo de batalla discursivo en el que se decide quién tendrá la hegemonía. Ni tampoco faltan los instrumentos conceptuales para distinguir: la idea de nación cambia de sentido y de naturaleza según esté más o menos identificada con la de etnia, el patriotismo democrático, republicano y antifascista reivindicado por fuerzas como Podemos, el partido de Mélenchon y la red de Sanders que no tiene nada que ver con el de formaciones abiertamente xenófobas y racistas. Mientras que en la derecha la idea de soberanía evoca el cierre de las fronteras a los emigrantes, en la que la oposición a los flujos de personas es objetivo prioritario más que la regulación de los flujos de mercancías y capitales, en la izquierda se reivindica en primer lugar el derecho de las comunidades políticas locales a gestionar la propia vida de forma autónoma de las interferencias internas, así como se reivindica la reintegración de los ciudadanos en el Estado del que han sido realmente expulsados (un Estado que incorpore nuevas instituciones de democracia directa contra el Estado transnacional construido por las élites globales). Pero lo dicho no es aún suficiente. Para profundizar en el asunto hay que dar un paso atrás, volviendo al análisis de la categoría de populismo.

Parto del análisis del fenómeno populista efectuada por el filósofo argentino Ernesto Laclau10. Mientras que el sistema liberal democrático funciona, argumenta Laclau, las necesidades de los distintos grupos sociales son satisfechas de forma diferencial, por lo que faltan los presupuestos para que se instaure una frontera arriba/abajo, élite/pueblo. Y viceversa, cuando el sistema es incapaz de absorber de forma diferencial las necesidades, las demandas insatisfechas se acumulan y entre ellas puede establecerse una relación de equivalencia, que Laclau denomina “cadena de equivalencias”, y en este punto surge la crisis populista, mientras nuevas fuerzas políticas pueden surgir para lanzar un “llamamiento populista”. Para que ese llamamiento encuentre su correspondencia, es necesario que las demandas sean unificadas mediante un denominador común capaz de encarnar la totalidad de la serie, por lo que se necesita que una demanda particular adquiera la centralidad. Laclau llama hegemonía –con una explícita referencia al concepto gramsciano– a esta asunción de un significado universal por parte de la particularidad. Lo que atribuye tal rol hegemónico a una determinada demanda son los factores contingentes, circunstanciales. Laclau no cree, por tanto, que exista una necesidad histórica que atribuya a priori el papel hegemónico a una específica clase social, aunque admite que el potencial antagonismo deba inevitablemente residir en las subjetividades “externas” al sistema, en la masa de marginados, de los abandonados y de los “diferentes” generada por el abanico de conflictos y de contradicciones económicas, políticas y sociales producidas por el capitalismo financiarizado y globalizado. Esta pluralidad antagonista no está, sin embargo, en condiciones de dar autónoma y espontáneamente vida a un sujeto unitario si no es unificada mediante alguna forma de sobredeterminación política: la crisis populista no tiene, por tanto, solución sin un sujeto político en condiciones de gestionarla. Si surge un sujeto de ese tipo, se activa un potencial de ruptura sistémica, en la medida en que el populismo señala una fractura entre la tradición liberal y la tradición democrática. La tradición liberal se basa en el gobierno de la ley, en la protección de los derechos humanos y en el respeto de las libertades individuales; la tradición democrática, por el contrario, apela a las ideas de igualdad, identidad entre gobernantes y gobernados y soberanía popular. Que hoy la democracia venga concebida exclusivamente en términos de estado de derecho y de defensa de los derechos humanos, mientras las ideas de igualdad y de soberanía popular hayan sido marginadas, confirma que la relación entre tradición liberal y tradición democrática no es una necesidad sino el producto de una articulación histórica contingente. El populismo, con su reivindicación de soberanía popular, encarna por tanto la irrupción del elemento democrático en un sistema representativo que aparece ya replegado exclusivamente en la tradición liberal, y es precisamente por esto que puede representar un paso de discontinuidad sistémica.

El pueblo de Laclau no es una entidad transhistórica fundada en bases étnicas y/o antropológicas preexistentes a la política y que, como en la ideología de las derechas, la política cumple solo la tarea de encarnar/representar, el pueblo es una construcción política, es el producto de la operación hegemónica de un proyecto político capaz de unir a sujetos distintos en un bloque social unitario (aquí Laclau es explícitamente deudor de las categorías gramscianas de bloque social, hegemonía y guerra de posiciones). Pero si el pueblo es una construcción política, esto también vale para la Nación, que no puede existir si no es en referencia al pueblo y, con más razón, vale para los conceptos de soberanía popular y nacional. Esta retorsión “gramsciana” de las tesis de Laclau ha encontrado aplicaciones tanto en el proyecto político del Mas (el partido de Morales y de Linera) y del Estado boliviano, como en la evolución de Podemos de movimiento anti-casta a partido titular de un proyecto radical de transformación socialista de la sociedad española. Son dos experiencias que nos interesan aquí especialmente, en cuanto ambas han de medirse con la presencia, en sus respectivos países, con identidades étnico-lingüísticas que reivindican la propia autonomía política del Estado nacional centralizado, una situación que les ha permitido interpretar el tema de la soberanía nacional desde un punto de vista que acentúa posteriormente las distancias de las ideologías nacionalistas de derecha. La Constitución boliviana reconoce explícitamente el carácter multinacional del país, yendo más allá de un genérico multiculturalismo y la concesión de limitadas autonomías a las comunidades indias; por su lado, Podemos ha estrechado las relaciones tanto con los movimientos municipalistas como con las formaciones políticas de la izquierda radical comprometidas en la lucha por la independencia política de los pueblos vasco y catalán. Todo esto significa que soberanía popular y nacional pueden y deben funcionar a diversas escalas, planificando la construcción de nuevas entidades territoriales con confines que resulten, al mismo tiempo, permeables a las personas y cerrados a los flujos de mercancías y del dinero por estar en conflicto con los intereses de las comunidades locales. Construir pueblo, construir nación, construir comunidad, por el socialismo y contra la hegemonía del capital global.

Ponencia presentada en la Escuela de Verano “¿Crisis de la democracia? Léxico político para el siglo XXI” de la Universidad de Trieste.

Traducción de konkreto

Notas

Sobre el concepto de estilo populista cfr. M. Tarchi, Italia populista, il Mulino, Bologna 2015
Cfr L. Gallino, La lucha de clases después de la lucha de clases, Laterza, Roma-Bari 2012
Cfr. P. Dardot, C. Laval, La nueva razón del mundo. Crítica de la racionalidad neoliberal, DeriveApprodi, Roma 2013
Tomo esta definición de Dardot y Laval (op. cit.)
Op. cit., p. 371
Ivi, p. 372.
Cuánto capitalismo…, cit., p. 156. Hay que señalar que Crouch, aún criticando esa mutación, no renuncia a la esperanza de un renacimiento de la socialdemocracia, aunque sea en forma adaptada a los nuevos escenarios socio-económicos .
Cfr. S. Amin, La déconnexion. Pour sortir du système mondial, La Découverte, Paris 1986
Cfr. S. Amin, op. cit
Cfr. E. Laclau, op. cit

TOMADO DEL SITIO WEB: El Viejo Topo