¿Quién le pondrá el
cascabel al gato? Una de las tareas cívicas de mayor postergación y que más
urgen en materia de transparencia de la gestión institucional y de manejo de
los recursos públicos, tiene que ver con la multimillonaria suma de dinero que,
anualmente, se destinan vía el Consejo Nacional de Vialidad (Conavi), para
construcción y manteniendo vial.
La magnitud de este dineral, cerca de 3 puntos
porcentuales de Producto Interno Bruto (PIB), ¡por año!, no ha emergido con
potencia en el marco de la discusión del problema fiscal del país.
Con toda seguridad, debido al mega-poder que
representan las cuatro-cinco corporaciones privadas que, actuando como
oligopolio, tienen un desproporcionado poder de incidencia política que el
pueblo costarricense ni se imagina.
Demasiadas son las situaciones en este campo que,
repetimos, en su monumentalidad fiscal, siguen siendo invisibilizadas, con
evidente intencionalidad política de por medio.
¡Cómo nos viene a decir ahora que hay que pagar 4
millones de dólares para el mantenimiento y la vigilancia a la parte que ya
está construida de la carretera a San Carlos en su tramo central! Parte que,
por cierto, estaría mal construida o que no sirvió del todo.
Esa parte es de 30 kilómetros en total. Entonces,
atenderlos cuesta 133.333.333 dólares por kilómetro, lo que equivale en
colones, a 78 millones 666.666 colones; o, de otra forma, a 78 mil 666 colones
por metro. ¿Es esto caro? ¿Qué dicen los especialistas?
Según nos informamos, esos 30 km., median entre los
pueblos de La Abundancia de Ciudad Quesada y Sifón de San Ramón, cuya
construcción demandó 300 millones de dólares, es decir, 177 mil millones de
colones (177.000.000.000). ¡Por Dios Santo!
Prácticamente, estamos hablando de medio punto
porcentual del Producto Interno Bruto (PIB), 0.50%, en tan sólo 30 kilómetros.
Cada uno de esos 30 kilómetros costó, entonces, 5.900
millones de colones; y, cada metro construido, entonces, costo 5 millones 900
mil colones. ¿No creen ustedes que esto merecería un proceso de auditoraje
político-público con urgencia?
¡Aquí no termina todo! Todo ese montón de plata “no
alcanzó”. Según el Gobierno apenas se construyó el 80 por ciento de esos 30
kilómetros. O sea, estarían faltando 60 millones de dólares, es decir, unos 35
mil 400 millones de colones más. ¿Hay o no hay razón para pegar el grito al
cielo? Algo se habría construido mal, repetimos y según nos cuentan. ¿Y los
responsables?…
Ahora resulta que todo esto no es suficiente. Según
dice el MOPT, el proyecto es llevar la carretera desde Sifón de San Ramón hasta
San Miguel de Naranjo y, ¿adivinen qué? Que se requieren OTROS 300 MILLONES DE
DÓLARES. Lo hemos puesto en letras mayúsculas procurando resaltar la magnitud
de los dineros públicos en juego. ¡Quedamos, sinceramente, atónitos!
Otros 300 millones de dólares, haría que la inversión
en esta obra pública vial ascendiera a un 1% del PIB, adicionándose unos 15
kilómetros más para alcanzar el punto final de destino, San Miguel de Naranjo.
Hablamos que, de manera equivalente, esta obra representaría un 0.83% de todos
los dineros que pretende recoger el combo-fiscal, ya ley de la República, No.
9635.
¿Quién se opone al progreso? ¡Nadie! Menos nosotros,
sabiendo que de por medio en este tipo de construcciones de infraestructura
pública media empleo. Sin embargo, somos del criterio de que estos procesos
merecen gran auscultación pública.
Los fondos manejados por el Conavi a lo largo de los
últimos tiempos, los poderosísimos intereses mega-corporativos relacionados con
ellos y la necesaria función auditora real que se requiere, es parte de un todo
integral de la discusión nacional del tema del déficit fiscal; misma que no se
ha dado y que ocupa de un potenciamiento político del poder popular que sabemos
que existe, pero que no está materializado ante la ausencia de conciencia plena
de las personas responsables en cada faceta organizativo-política en la cual el
mismo está latente.
Este escandaloso desastre vial multimillonario es una
pequeña muestra de esa gigantesca parte del problema fiscal del país a la cual
no se le quiere entrar pues, precisamente, ha de dejar en evidencia la
naturaleza del perverso crimen social que ha significado la intensa y maléfica
campaña de agresión psicológica y de terrorismo ideológico que ha representado
el ataque virulento y descomunal contra el empleo público.