La clase política tradicional se “bunkeriza”

Por: Albino Vargas Barrantes, Secretario General ANEP

“El edificio más feo del mundo”, es la calificación que recibió, en un artículo periodístico de opinión, de parte del ciudadano Jaime Ordóñez Chacón, la nueva construcción, ¡horripilante! (decimos nosotros), que albergará la Asamblea Legislativa; edificación próxima a terminarse.

Hace tiempo habíamos llegado a la conclusión de que esta construcción tiene varios significados simbólicos, como el de que la dureza, la frialdad y el encierro que muestra son totalmente congruentes con el deterioro de la confianza de la ciudadanía en sus máximos dirigentes políticos nacionales, los cuales necesitan esconderse de la gente. Es decir, nada mejor que darle una imagen a la creciente distancia entre el gobernante y los gobernados que “el edificio más feo del mundo”, una especie de búnker invertido.

Para nadie es un secreto que la Costa Rica de hoy está avasallada por elementos de un poder real, por lo general de naturaleza económica, que actúan en la sombra, que no se ven, que no conocemos sus nombres, que no van a elecciones pues no postulan sus nombres de manera directa, sino vía testaferros; pero que sus decisiones contrarias al bien común son puestas en práctica por este tipo de personas, sus operadores políticos en los tres poderes del Estado; cual si fueran asalariados ideológicos del capital, pero pagados con fondos públicos que todos aportamos por medio de los impuestos que nos cobran; además de sus agentes mediáticos matriculados con el periodismo de odio, los cuales desde un estudio de televisión o de una sala de redacción dan órdenes ejecutivas. 

Las medidas de transformación estructural de la sociedad costarricense y de su correspondiente institucionalidad (misma que está vigente desde el establecimiento de la Constitución Política actual, el 7 de noviembre de 1949), que se están impulsando, especialmente aquellas con ropaje legislativo, son abiertamente impopulares. En la actual gestión gubernativa, tanto parlamentaria como ejecutiva, no se está legislando para el bien común, para la inclusión social ni para reducir las desigualdades. Todo lo contrario.

El enojo, la indignación, la ira y la molestia popular están en crecimiento. Estos sentimientos de frustración y de impotencia pueden adquirir potenciamientos de calidad, de cantidad, de variedad, totalmente insospechados. Por tanto, esa clase política, consciente de su lejanía del pueblo que le vota, le da la espalda a este; haciéndose necesario encerrarse, esconderse, ocultarse, invisibilizarse para el ojo ciudadano, pues las leyes en curso y las por venir son completamente contrarias al bienestar de las mayorías.  ¡Y qué mejor cosa para ello que estar protegidos por una fortaleza inexpugnable, un búnker!

Efectivamente, la clase política tradicional ha decidido “bunkerizarse”, concreta y simbólicamente, en “el edificio más feo del mundo”, según don Jaime Ordóñez Chacón. Al profundizarse la concentración de la riqueza y la exclusión económica y social; al incrementarse la pobreza, el desempleo, la precariedad laboral y salarial; al hacerse más cruel la corrupción y el tráfico de influencias, etc., etc., y no haber respuestas sólidas para corregir estos males, la respuesta del oficialismo, el formal y el real, es atrincherarse en su búnker: el nuevo edificio legislativo; para, por un lado, disminuir el riesgo del reclamo popular abierto; por otro, para esconder con mayor seguridad el carácter de la traición a su ciudadanía votante.

*Secretario General Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP)

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