TLC: Comisión de Internacionales recibe a la ANEP

HOY 6:00 p.m. en la Asamblea Legislativa

TODOS A APOYAR LA POSICIÓN DE ANEP
CON RESPECTO AL TLC

La sesión se realizará en el salón principal del Plenario Legislativo, por lo que habrá más espacio en las barras para apoyar la presentación que harán los compañeros, Albino Vargas Barrantes, Secretario General, Edgar Morales Quesada, Secretario General Adjunto y Mauricio Castro Méndez, Asesor Legal de ANEP.

El eje central de la presentacíon de ANEP será el tema del TLC y el Empleo en Costa Rica, para lo cual se basará en el estudio realizado por nuestro Sindicato y que quebrado los argumentos de COMEX y los políticos empresarios de la mentira de los 500 mil empleos.

Este documento está a disposición de todos y de todas los que deseen leerlo en este enlace:

TLC y el Empleo en Costa Rica

También puede adquirir la versión impresa, en las oficinas centrales de ANEP, por solo mil colones (costos de impresión).

Así como la contrapropuesta al TLC de ANEP y otras personalidades y organizaciones sociales llamada CRISOL (Costa Rica, Inclusiva y Solidaria) en el siguiente enlace:

CRISOL

Debemos llenar el Plenario y rodear la Asamblea Legislativa con antorchas, pancartas, banderas y demás.

Agua en manos privadas

Por Dr. Freddy Pacheco ***

Global Water Partnership, junto al FMI y el Banco Mundial, impulsan conjuntamente la actividad de compañías privadas dedicadas al negocio del agua, restringiendo la inversión estatal en el sector de abastecimiento de agua potable, al tiempo que lo abren a la inversión extranjera, para de esta manera, enfrentar la “incapacidad estatal” para tratar el problema.

Para Tony Clarke, del Instituto Polaris, por una red estratégica de grupos de presión, vinculados a políticos nacionales, la industria mundial del agua se orienta hacia su privatización. “Esta red incluye la ‘Global Water Partnership -GWP-Š’ inicialmente dirigida por un vicepresidente del Banco Mundial, asociado a gobiernos y agencias de cooperación de países industrializados y otras instituciones financieras internacionales. Acción evidente desde que GWP jugó un papel fundamental en la organización del Foro Mundial del Agua celebrado en La Haya en el 2000, “qué puso un fuerte énfasis en la promoción de asociaciones con participación público-privada PPP como la solución a la crisis mundial del agua.”

Otras prestigiosas publicaciones reafirman que GWP, junto al FMI y el Banco Mundial, impulsan conjuntamente la actividad de compañías privadas dedicadas al negocio del agua, restringiendo la inversión estatal en el sector de abastecimiento de agua potable, al tiempo que lo abren (_“apertura”_, le dicen) a la inversión extranjera, para de esta manera, enfrentar la “incapacidad estatal” para tratar el problema.

En un estudio sobre el movimiento social alrededor de la gestión del agua en Nicaragua, gestado a partir de las iniciativas gubernamentales dirigidas a otorgar “en concesión” la administración de la empresa estatal encargada del abastecimiento de agua potable, se lee: GWP se describe así misma como un red encaminada a la acción de organismos interesados en cuestiones relativas al agua y cuya misión consiste en encontrar las herramientas necesarias para resolver los problemas del agua, sobre todo en los países del Tercer Mundo”.

Sin embargo, el MS la percibe como un organismo carente de base social, integrada por consultores contratados por las empresas transnacionales involucradas en el negocio del agua, cuya tarea es “preparar el camino de las privatizaciones, a través del establecimiento de relaciones con el Estado y con otras organizaciones civiles.”

Los ciudadanos nicaragüenses reaccionaron así ante el hecho de que GWP apoya a organismos financieros internacionales que “promueven la creación de empresas municipales con Participación Pública-Privada (PPP)”. Al poner como ejemplo la administración de agua potable en Puerto Cortés, Honduras, concluyen que “ese es un modelo que quiere reproducirse en los municipios de Nicaragua y en todos los países de la región.”

Lo grave es que (como sucede en otros sectores privatizados) el mensaje del Banco Mundial plantea que “el país que se niegue a ello verá recortados los créditos para otras inversiones en el sector público”, según mensaje emitido sin ambages por uno de los “héroes” de la invasión a Irak, Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial, durante el Foro Mundial del Agua celebrado en México, donde también habló uno de los “interesados”, el millonario Carlos Slim.

Ahora bien, si se tratara solo de un asunto ideológico útil para una discusión académica, el asunto sería intrascendente. Pero como más bien se trata del derecho humano al acceso al agua potable, habría que ver cómo podrían pagar cubriendo los costos del servicio los pobres del mundo y de Costa Rica.

Por otro lado, no es difícil prever lo que hubiera sucedido, de haber tenido éxito en el 2002, el proyecto del expresidente Miguel Rodríguez de dar en concesión el agua de nuestro país, para lo cual se contrató a la consultora de finanzas corporativas creada por ex socios de Morgan Stanley Dean Witter, la española “N más 1”, cuya ejecución hubiera provocado un aumento brutal de las tarifas para pagar una inversión de $300 millones. Suez y Thames, transnacionales gigantes del negocio del agua, habían mostrado su interés, junto a Bechtel.

Obviamente la “motivación” se ilustra en los ingresos anuales de $160.000 millones de dólares (al 2002) obtenidos por las francesas Suez y Vivendi, y la alemana RWE-Thames, y en los beneficios “especiales” que obtendrían algunos por sus “gestiones de éxito”. ¡Ojo al anunciado TLC con la Unión Europea que por ahí podría andar parte del negocio!

Como el pueblo costarricense no podría soportar ataque de tal magnitud a su bienestar, llamamos la atención al respecto, con la esperanza de que el mismo pueblo sabrá denunciar a los promotores de tal crimen, para así evitar la sed que se vislumbra. Recordemos además, que con el TLC no se podría evitar la extracción y exportación indiscriminada del agua envasada, que ya forma parte del negocio de corporaciones instaladas en suelo costarricense.

  • Dr. Freddy Pacheco

Catedrático UNA
2 de junio, 2006

¿Por qué Estados Unidos abortó el TLC con Ecuador?

Francisco Hidalgo Flor (Rebanadas de Realidad) [1]

Se han expuesto varias hipótesis para explicar este desenlace, en este artículo compartimos la opinión de que se debe a la irrupción de una tendencia, que va cobrando fuerza en el continente, en el marco de la configuración de un nuevo escenario político regional, que rompe con la columna vertebral de los “tratados de libre comercio”, la tesis de la recuperación del control estatal sobre el manejo de los recursos naturales, especialmente los hidrocarburos. Esto deja atrás años de políticas de sumisión y entreguismo ante las transnacionales petroleras, expresada en privatizaciones, que se amplificaron en el marco de la ofensiva neoliberal de la década de los noventa y que auspició formas contractuales abiertamente perjudiciales a los intereses de los países latinoamericanos.

La consolidación de esta tendencia de soberanía nacional, expresada en la frase del presidente ecuatoriano: “aceptar una imposición petrolera, para que se abra un TLC, sería indigno y una falta a la historia” [2], obedeció a factores nacionales e internacionales. Por un lado, la presión de organizaciones populares, principalmente del sector campesino e indígena, que desde un inicio articularon las demandas de sanciones legales contra la Occidental Company con la oposición al TLC; y, por otro, tanto la confirmación de los escenarios de un precio del petróleo cada vez más alto, como la consolidación de posturas radicales, he ahí la reciente nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia.

Los verdaderos significados de la ruptura

Estados Unidos rompe las negociaciones como medida de presión, en defensa de las transnacionales petroleras privadas, ante la doble decisión del gobierno de Ecuador: I) demandar una renegociación de la participación del Estado en las rentas generadas por los nuevos precios del crudo, mediante la aplicación de reformas a la Ley de Hidrocarburos; y, II) la resolución de declarar la caducidad del contrato con la Occidental Petroleum (OXY) y la reversión de sus instalaciones a favor estado ecuatoriano.

Coincidieron en el tiempo la fase final de negociación del TLC Ecuador – Estados Unidos y los cambios en las políticas petroleras. Al momento en que el gobierno de Quito aprobó, a mediados de abril, las reformas a la Ley de Hidrocarburos, la delegación estadounidense se levantó de las mesas de negociación y el proceso quedó malamente herido, peor cuando en mayo se tomó la resolución de declarar la caducidad del contrato, los Estados Unidos se declararon “decepcionados” [3] y las negociaciones murieron.

La agenda oficial del TLC reflejaba solo parcialmente los intereses en juego, especialmente aquellos provenientes desde Washington, y en la práctica fueron rebasados ante la consolidación de tendencias denominadas de “nacionalistas”.

Este quiebre de las negociaciones entre Ecuador y Estados Unidos es evidencia de que la esencia de estos tratados es garantizar la rentabilidad de las grandes transnacionales, en perjuicio de los derechos e intereses nacionales, y de que están supeditados solo a las prioridades estratégicas, económicas y geopolíticas.

Desde hace treinta años las principales inversiones extranjeras han sido orientadas al sector petrolero y muy poco hacia otras ramas como las agroindustrias o las farmacéuticas, como lo evidencia el siguiente cuadro:

Cuadro No. 1: Inversiones Extranjeras Directas en el Ecuador
(en millones de dólares)
Año Inversión petrolera Inversión extranjera total
2002 1.057,5 1.275
2003 1.265,3 1.555
2004 919,8 1.160

Fuente: “Análisis de coyuntura económica – Ecuador 2005” Edic. Flacso – Ildis

TLC o suicidio del mercado nacional y andino

Desde el inicio de las negociaciones del llamado TLC Andino, a fines del 2004, la potencia del norte resolvió unilateralmente que quedaban excluidos Bolivia y Venezuela, y solo eran incorporados Perú, Colombia y Ecuador; esa sola decisión rompió por la raíz la Comunidad Andina de Naciones, que desde la década de los setenta viene intentando consolidar políticas regionales. Mas también desde el inicio, la postura oficial de Washington fue obligar a cada uno de estos países a desmontar las políticas proteccionistas de mercado regional, como por ejemplo, las franjas de precios que protegen a los productos alimenticios básicos frente a la agro exportación subsidiada de Estados Unidos y Europa.

La discusión sobre TLC se redujo a las agendas de veinte mesas, donde destacaban como las más polémicas las referidas a los temas agrícolas y de protección intelectual. Cada vez se evidenció más que la negociación de TLC era una línea de los Estados Unidos para quebrar el mercado regional andino, consolidar sus posiciones estratégicas y fracturar los mercados nacionales, sobre la base de sustituir políticas nacionales por políticas de protección a las transnacionales, como las de agro exportación, agroquímicos y de comercialización.

A partir del mes de noviembre del 2005, Washington privilegió cerrar los acuerdos de manera bilateral; con Perú lo hace en diciembre de ese año, y con Colombia en el primer trimestre del 2006. La negociación con Ecuador siempre fue compleja, en especial después del derrocamiento del ex – presidente Gutiérrez, pues la movilización social en medio de la cual asumió la presidencia Alfredo Palacio, obligó a ciertos compromisos, entre ellos, la de una postura crítica frente a las negociaciones de este tratado.

En Ecuador las posiciones a favor del TLC jamás alcanzaron un consenso social o por lo menos una opinión pública claramente favorable; siempre hubo un sector crítico al proceso, que se fue consolidando, más aún cuando organizaciones campesinas e indígenas, que desde hace más de una década lideran el campo popular, fueron afirmando una línea de resistencia y lucha directa contra el TLC, pues lo consideran un instrumento a favor de las transnacionales de la agro exportación.

Cada vez fue quedando mas en evidencia que el principal sector beneficiario de este Tratado es francamente minoritario, incluso dentro de los propios sectores de economía capitalista. Este sector beneficiario está constituido por los agro exportadores modernos y la industria articulada al mercado norteamericano, por un lado flores, brócoli, piñas, mangos, y por el otro textiles, enlatados de atún; pero no mucho más que eso. Incluso los grandes exportadores tradicionales de banano, cacao y café veían con ciertas reservas las implicaciones de este acuerdo.

Un informe de la CEPAL sobre probables impactos del TLC reconoció que “Los productos con potencialidades en un acuerdo con Estados Unidos son: flores, banano, piña, mango; mientras que los productos amenazados en ese acuerdo son: arroz, maíz, papa, soya, cárnicos” [4]. En el mismo estudio se establece que una confrontación de productores de alimentos y cereales nacionales con los productores de alimentos y cereales de Estados Unidos podía “afectar a la supervivencia del 57% de las unidades de producción agrícola y la vida de un millón y medio de campesinos”.

El Ecuador es un país que todavía tiene una importante población rural, el 35% de los habitantes todavía están en el campo; la canasta alimentaria (leche, arroz, carne, frutas, hortalizas), todavía se producen a nivel nacional, es un país que en estos niveles se autoabastece; el empleo y subempleo rural está muy ligado a la reproducción de las economías campesinas. El sector industrial empresarial no – tradicional, como los floricultores, es pequeño, genera poco empleo y explota mucho.

Luego de que Perú y Colombia cerraron sus negociaciones, quedó claro, para la población ecuatoriana, que los “márgenes de maniobra” del país eran pequeños y se volvía inminente un acuerdo que en aspectos sustanciales, como el agrícola, era perjudicial para la sobrevivencia de los sectores populares, especialmente los del campo. Entonces la percepción social de que la firma del TLC significa quebrar la reproducción social campesina fue ganando terreno.

Resistencia social frente al TLC y la OXY

En el caso ecuatoriano siempre estuvo ligado el asunto del Tratado de Libre Comercio con el tema del tratamiento a las transnacionales petroleras norteamericanas. Coincidió que a la par que las negociaciones del TLC se iniciaban a fines del 2004, al mismo tiempo se ventilaba la demanda de la empresa estatal Petroecuador contra la Occidental Petroleum, mas conocida como OXY, por alteraciones contractuales: sobreexplotación de pozos petroleros, cesión de derechos a la empresa canadiense “Encana” sin autorización de las autoridades nacionales respectivas. Las implicaciones políticas de este hecho supieron entenderlo las organizaciones populares y los sectores críticos.

Al igual que en otros países, en Ecuador las campañas contra el ALCA, desde el año 2000, y las campañas contra el TLC, desde mediados del 2004, fueron intensas. Sin embargo, a diferencia de otros países, en Ecuador se logró a inicios del 2006 generar una presión fuerte que determinó cambios en el comportamiento político gubernamental, cabe preguntarse ¿Dónde estuvo la diferencia?. La respuesta probablemente sea: la fuerza de las organizaciones campesinas e indígenas que ganaron hegemonía en el sector rural, y el origen del gobierno de Alfredo Palacios, que proviene de la presión de movilizaciones sociales que determinaron el derrocamiento de su antecesor Gutiérrez.

Desde inicios de los años noventa el movimiento indígena ha cobrado protagonismo, en especial la CONAIE, hasta el punto de convertirse en la organización que en determinadas condiciones jalona al resto del movimiento popular. Eso aconteció en este tema del TLC, pues la CONAIE logró rearticular sus fuerzas, y una de las banderas de lucha fue la oposición al Tratado. Las movilizaciones sociales, que arreciaron desde Febrero, con impacto en los sectores urbanos, y que tuvieron su punto culminante en el levantamiento indígena de Marzo del 2006, precisamente antes de la última ronda de negociaciones, fueron determinantes para generar una presión nacional.

A la contundencia de la movilización campesina, donde consignas como “el TLC significa muerte para la agricultura” se tornaron en sentido común, se sumó la movilización de las provincias donde la explotación petrolera es más grave, esto es la amazonía ecuatoriana, por la salida de la OXY.

Los sectores pro – TLC, las Cámaras de la Producción, quedaron en minoría y sin fuerza social para revertir la tendencia mayoritaria, tan es así que en su desesperación, cuando el gobierno anuncia las sanciones contra la empresa petrolera transnacional, “los empresarios declaran a Palacio enemigo del sector productivo” [5].

La caducidad del contrato con la Occidental Company (OXY)

El contrato suscrito contemplaba que en caso de la terminación del contrato la sanción era la reversión de la concesión y la obligación de entregar los campos y yacimientos, así como obras e inversiones realizadas; en definitiva, devuelve el derecho de concesión y lo que en ella se invirtió. Es lo que sucedió el 16 de mayo del 2006 cuando el Ministro de Energía se pronuncia por la caducidad y el estado tomo posesión de las instalaciones de la empresa.

Los Estados Unidos y las Cámaras de la Producción pretendían que el Estado no sancionara a la OXY y en su lugar que aceptara un proceso de negociación, lo que significaba ignorar las reiteradas faltas cometidas por la transnacional, pero sobretodo sentar un precedente de continuidad en las políticas petroleras, donde las transnacionales reinaban.

Notas:
[1] (1)Sociólogo, colaborador de la IGS, escribe para el portal de Internet “Gramsci e o Brasil. Director de la Revista Espacios, autor del libro: “Alternativas al neoliberalismo y bloque popular”. Ap. Postal: 17 – 10 – 7169 Quito – Ecuador. Rebanadas de Realidad publica a Francisco Hidalgo Flor por gentileza del autor. Ir arriba
[2] Declaraciones de Alfredo Palacio – El Comercio 20/05/2006. Ir arriba
[3]) “El subsecretario adjunto para el hemisferio occidental del departamento de estado de los Estados Unidos declaró que la resolución ecuatoriana es tomada como una confiscación de los bienes de una empresa estadounidense, y se declaró decepcionado, además expresó que los acuerdos se basan en el principio fundamental de que ambas partes respeten el régimen de derecho, en clara alusión a las negociaciones de TLC” – nota de prensa de El Universo 17 de mayo 2006. Ir arriba
[4] CEPAL: ““Los Impactos diferenciados del Tratado de Libre Comercio Ecuador – Estados Unidos sobre la agricultura” – Ecuador, 2005. Ir arriba
[5] El Universo 17/05/2006. Ir arriba

17/6/06

La “apertura”

Esta “apertura” es la que se quiere para las telecomunicaciones, según lo que, tan democráticamente, se decidió con al TLC. “Gradual” y “selectiva” para mejor entendernos, no obstante que –sin siquiera haberse aprobado el Tratado– ya los plazos vencieron o están por expirar. Y advierten con pontificia solemnidad: “apertura” no es privatización.

El argumento tiene esa, como vaporosa ligereza, típica de las inteligencias moldeadas desde la derecha política y el neoliberalismo económico. Están a tal punto labradas a los fines de justificación del poder y la dominación, que dan por agudeza lo que no es más que un ardid intelectual torpe y mal hilvanado. De ahí lo vaporoso: se lo lleva el viento cual globito lleno de aire.

Según esta teoría un mercado “abierto” –digamos el bancario– se diferencia de uno “privatizado” en el hecho de que en el primero funcionan algunas empresas estatales, junto a otras privadas. Y en la competencia, las primeras no necesariamente sucumben, si no que, por el contrario, se vuelven más eficientes. Al final el ganador es el “consumidor” que, como se sabe, es soberano ante el cual se inclinan inclusive los gigantes corporativos de mayor tonelaje. Por ejemplo, Microsoft…

Al parecer, y sin afán de entrar en refinamientos sociológicos, el “consumidor” es un sujeto que vive enteramente dedicado –24/7– a engullir cosas: come hamburguesas como energúmeno y jamás se indigesta; habla por el celular hasta dormido; escucha “reguetón” en su i-pod incluso bajo la ducha. Ah, y consume sexo, sexo, sexo…con cada pepsi que se engulle y cada desodorante que se aplica. El “consumidor” (que no “la consumidora”. Simple machismo mercadotécnico) no es obrero de maquila, ni barredor de calles, ni pulpero. Tampoco es una niña con hambre ni una anciana enferma. Es… su alteza real, el “consumidor”. Innecesarias más aclaraciones.

Pues los “aperturistas” se desviven por el “consumidor”, y en su bien buscan la “apertura”. Así con el ICE en los días que corren, como con la banca desde que el señor Lizano llegara por primera vez a la presidencia del Banco Central. Grandes han sido los beneficios que ha cosechado el “consumidor”. Créditos de consumo al instante, tarjetas de crédito, juveniles y sonrientes rostros en cada ventanilla…

La Nación –afanosa si se trata de hacerle propaganda al TLC (y al señor Arias) – quiere convencernos acerca de las dulces bondades de la “apertura”. Y hace juegos malabares con los datos en secuencias informativas que, impúdicas, se desnudan en su intencionalidad manipuladora. Quieren deslumbrar con su primera página del 5 de junio: “Banca estatal compite y logra sólidas ganancias”. El periodista es de apellido Leal y, con fruición, se muestra leal a la línea editorial del medio; el reportaje es redundante en su esfuerzo por “demostrar” los beneficios de la “apertura” bancaria. Y por si las moscas, el infaltable editorial con fecha 8 de junio. Ahí se comparan los “éxitos” de la apertura bancaria con el “debilitamiento o mengua” del ICE. Un gramo de neuronas basta para percibir el jueguito.

El entusiasta diagnóstico acerca de la banca estatal se basa en los respectivos datos contables. En particular, los de ganancias. Es el criterio más pobre que nadie podría invocar para evaluar la función social que la banca debería cumplir. Esta observación es válida, inclusive si de la banca privada se trata. Al menos si viviésemos en un mundo más o menos racional, donde interesara la gente de carne y hueso y su vida. Pero no. Vivimos bajo la esquizofrenia autodestructiva de la especulación financiera, que por vía del despilfarro promueve el enriquecimiento de unos pocos, a costa… de lo que sea.

Es fácil ver cuál es la contraparte de las altas ganancias de la banca. Constatar, por ejemplo, que el crédito para producción –señaladamente agricultura e industria– se ha desplomado en términos relativos. Que, en cambio, es tumultuoso el que se concede para consumo, vivienda y construcción y comercio. Usted lo puede ver en condominios principescos y agringados centros comerciales. Y muchos “consumidores” lo sienten en las montañas de deudas que se apilan sobre sus cabecitas… como se apilan en sus casas los chunches innecesarios comprados con el crédito “fácil” que concede tan redituable banca. Otras cosas son menos visibles, porque son de ámbito más exclusivo. Digamos, la especulación con bienes raíces de la que talentosos “empresarios” sacan ricos frutos.
Ya quisiera la banca pública contar con las “flexibilidades” de la privada. Y así, por ejemplo, “competir eficientemente”, cada banco con su off-shore.

Y en bien de su majestad el “consumidor”, facilitar la evasión de impuestos y la especulación en bolsas de valores del primer mundo. Y para mayor solaz de su alteza, que los ricos se hagan más ricos, hipotecando el desarrollo de Costa Rica y perpetuando el hambre de los pobres. Imagínense ustedes; por cada banco estatal un tentáculo off-shore. Sería orgasmo, éxtasis y nirvana de la “apertura”. Mayores ganancias en medio de estridentes vítores y salvas de La Nación.

Tales son las consecuencias de la “apertura bancaria”. Somete la banca pública a los criterios de desempeño propios de la banca privada, y engendra así un monstruito: una banca jurídicamente de propiedad estatal que, sin embargo, reproduce los vicios especulativos y despilfarradores del negocio financiero privado.

¿Y eso quieran también para el ICE?

Junio 17, 2006
Fuente: www.tribunademocratica.com

El fracaso de la “SELE” en el mundial

DERROTA IMPUNE. Existe la sensación de que esta derrota quedará impune. Es decir, el poder que comanda los destinos del fútbol costarricense, de signo autoritario, de comportamiento corporativo-empresarial y de reducidísima base social; no rendirá cuentas ante un país entusiasmado engañosamente, de que poseíamos todas las cualidades, tácticas, técnicas y de competitividad, para afrontar un compromiso internacional de semejante naturaleza.

SELECCIÓN Y “COMPETITIVIDAD”. La envergadura de ese engaño llegó hasta la manipulación con relación al famoso TLC, cuando sus defensores osaron decir que la “Sele” era sinónimo de la “capacidad competitiva” del país. Hoy este fracaso demuestra que sin preparación alguna (el proceso preparatorio del seleccionado costarricense fue ridículo e irresponsable), fracasaremos en el mundo globalizado.

BOLSILLOS LLENOS. Pese al fracaso, los responsables del mismo quedarán con sus bolsillos llenos. Un entrenador con contrato hasta el 2010, sujeto de multimillonaria indemnización por interrupción abrupta del mismo, no debe sentir culpa alguna porque a nadie le debe dar cuentas. Un dirigente empresarial de prácticas cuestionables en el manejo del valor de los boletos que compró una fanaticada fiel al seleccionado, tampoco debe sentir culpa por cuanto su reelección parece estar asegurada por los votos que se comprometen a través de boletos.

PROFUNDO REPUDIO. Así las cosas, hoy dejamos constancia del profundo repudio que sentimos por lo que denominamos como burla descarnada, cínica y vulgar a un pueblo honesto y comprometido con su Selección Nacional de Fútbol; una verdadera estafa futbolera. Tal parece que el desprestigio y la pérdida de credibilidad del sistema político tradicional, también se expresa en el estilo de gestión con que se dirige el fútbol costarricense. La mística cedió paso al negocio.

TICOS CAMPEONES. Pese al fracaso de Costa Rica en el mundial de fútbol, los ticos hemos sido campeones en Solidaridad Social. Por ejemplo, logramos construir una sociedad con 98 % de su territorio con energía eléctrica, 97 % de cobertura telefónica y 100 % de acceso a los servicios de educación, salud y de agua potable. Este palmarés nos distingue en el mundo. ¡Somos campeones!

San José, 15 de junio de 2006.

Albino Vargas Barrantes
Secretario General

Edgar Morales Quesada
Secretario General Adjunto

EL EMPLEO ES EL CORAZON DE LA PAZ

Señor Cestmir Sajda, Presidente de la Conferencia;
Señor Juan Somavia, Director General;
Señores Vice Presidentes de la Mesa;
Señores Representantes del Sector de los Trabajadores;
Señores Representantes del Sector de los Empleadores;
Señores Representantes del Sector Gubernamental;
Señoras y señores,

Quisiera agradecer a Juan Somavia su atenta invitación para dirigirme a esta Conferencia Internacional de la Organización Mundial del Trabajo. Me complace particularmente que esta oportunidad se haya dado al inicio de
mi gestión, cuando por segunda vez tengo el honor y la responsabilidad de gobernar a la más antigua democracia de América Latina. Me satisface porque siento una gran afinidad y una gran sintonía con los valores y principios que la Organización Internacional del Trabajo promueve y porque creo firmemente que es en estos valores y principios donde residen las claves más profundas para hacer posible una convivencia humana civilizada.

Como ustedes saben, he dedicado una buena parte de mi vida a luchar por la paz, la reconciliación, el desarrollo humano, el diálogo respetuoso en democracia y la justicia social. Estos son los mismos valores fundamentales consagrados en la Constitución de esta organización desde su creación, valores por los que ustedes trabajan a diario y a cuya concreción la OIT ha contribuido y continúa contribuyendo de múltiples maneras. Por sus aportes en promover estos valores y por su compromiso permanente de hacer una diferencia en la vida de los trabajadores, esta organización también recibió el Premio Nobel de la Paz. Ello no es casual.

En efecto, existe una vinculación necesaria entre el empleo decente y la paz, entre el trabajo y la defensa de la dignidad humana. El derecho al trabajo es un derecho fundamental, y sin respeto a los derechos fundamentales la paz no es sino una quimera.

La OIT y Costa Rica comparten un credo común. Al defender el diálogo social, la paz y la democracia, esta casa alberga lo mejor de la experiencia histórica de mi país. Al aspirar a reducir la pobreza, eliminar la discriminación y la exclusión social, y promover el empleo y el trabajo decente para todos, esta casa da abrigo a los más caros sueños de mi pueblo. Por ello, por dar techo a lo mejor del pasado y a lo mejor del futuro de Costa Rica, esta casa la siento como la mía.

Nos convocan en este recinto retos grandes y urgentes. Nos convoca la preocupación de cómo avanzar hacia una globalización más justa, de cómo reaccionar ante los vertiginosos cambios tecnológicos y económicos que presenciamos. En ello, el director de esta organización y todos ustedes han hecho una labor encomiable. Porque la OIT se ha convertido en un referente inevitable en los temas sociales en un mundo globalizado.

Mediante la negociación de convenciones internacionales y de un nuevo enfoque que reconoce la centralidad del trabajo decente en las políticas económicas y sociales, la OIT está haciendo más que nadie para que la dimensión social de la globalización no sea relegada al olvido ni subordinada a los imperativos de la acumulación económica. Ese es un recordatorio fundamental, que el Gobierno de Costa Rica no sólo apoya enérgicamente a nivel discursivo sino también a través de acciones concretas.

El mejor apoyo que se le puede brindar a una organización como la OIT, es trabajar porque los lineamientos que emanen de ella sean puestos en práctica y respetados por cada ordenamiento nacional.
Una globalización más humana no se construye con palabras. Se construye con un compromiso ético constante y con el valor para tomar decisiones difíciles y abrazar causas frecuentemente controversiales. La humanidad ha llegado a una encrucijada y debe tomar decisiones cargadas de implicaciones morales.

Lo que no podemos hacer ni como ciudadanos, ni como formadores de opinión, ni como intelectuales, ni mucho menos como gobernantes, es evadir nuestras responsabilidades.

No podemos confiar ciegamente en que los inmensos cambios científicos y tecnológicos de nuestra era resolverán automáticamente los grandes dilemas de la especie humana: el de cómo preservar la vida en el planeta, cada vez más amenazada por la codicia y la falta de previsión; el de cómo hacer posible una convivencia civilizada entre los pueblos, cada vez más acosada por lo fundamentalismos políticos y religiosos y por el debilitamiento de la legalidad internacional; el de cómo realizar el precepto de que todos somos hijos de Dios e iguales ante sus ojos.

Este precepto es negado en la práctica por los crecientes niveles de desigualdad a escala global y por fenómenos de miseria que, a pesar de los progresos logrados, continúan siendo incompatibles con todo lo que decimos profesar.

Nada de esto se resolverá solo, porque está demostrado que ni el progreso económico ni el progreso científico conllevan necesariamente una elevación ética de la humanidad. El progreso ético no es inevitable. No se le espera como al paso de un cometa. Se requiere desearlo y construirlo con todas nuestras fuerzas.

Progresamos éticamente cuando ponemos al trabajo decente y a la defensa de la dignidad humana en el centro de nuestras políticas públicas. En la reciente Cumbre de los países de la Unión Europea, América Latina y el Caribe, el Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan, pronunció un admirable discurso que enfatizó la preocupación esencial de la OIT, que es también la mía.

Dijo el Secretario General:
“Existe una urgente necesidad de dar prioridad al empleo en la toma de decisiones. En los debates tradicionales sobre políticas, se suele tratar la creación de empleos como una consecuencia inevitable del crecimiento económico. Y como resultado de ello, la formulación de políticas económicas se ha centrado más en controlar la inflación y aumentar la productividad, que en crear empleos. Sin embargo, existe evidencia contundente que el crecimiento por sí solo, aunque crucial, no siempre conlleva la creación de suficientes empleos.
Debemos reevaluar nuestro enfoque y ubicar la creación de empleo justo a la par del crecimiento económico en las políticas económicas y sociales, tanto a nivel nacional como internacional.
Por ejemplo, cada vez que se discuta la conveniencia de determinadas políticas macroeconómicas, debe existir una constante pregunta, un reflejo institucional, que plantee. ¿Qué puede hacer esta política por el empleo?”
.

La preocupación por hacer de la creación de empleo decente una meta global no basta. Es preciso traducir esa preocupación en estrategias efectivas en el plano concreto, nacional e internacional. Eso, como todos sabemos, no es fácil. Sin embargo, la experiencia reciente nos indica que existen algunas tareas estratégicas que son vitales para crear trabajo y para combatir el desempleo. Aquí les plantearé dos de ellas: invertir en educación y propiciar el libre comercio entre los países.

No existe peor obstáculo para la creación de empleos decentes que una educación deficiente. En América Latina, uno de cada tres jóvenes no asiste nunca a la escuela secundaria. Mientras tanto, en Africa Subsahariana una tercera parte de los niños ni siquiera llega a las aulas de la escuela primaria.

Eso es no sólo una ofensa a nuestros valores, sino un crudo testimonio de la falta de visión económica de algunas sociedades. Hoy, más que nunca, debemos entender que los fracasos en la educación de hoy, son los fracasos en la economía de mañana.

Combatir estos problemas es un desafío y una responsabilidad que le corresponde primordialmente al Estado. Como gobierno, debemos aspirar a tener profesores cada vez más capaces, más comprometidos y mejor remunerados, condiciones de las que depende la suerte de todo sistema educativo.

Debemos hacer la inversión que sea necesaria para mantener nuestra infraestructura educativa en una condición adecuada y abastecer nuestras escuelas con mejores recursos, en particular computadoras y redes de conectividad.

Debemos realizar grandes sacrificios para que nuestros estudiantes puedan aprender varios idiomas. Si nuestros países desean ser exitosos en un mundo dominado por la industria basada en el conocimiento, la destreza lingüística es una necesidad absoluta.

Además de todo lo anterior, es primordial asegurar la plena equidad de género en el acceso a la educación.

Como es ampliamente sabido, el acceso de las mujeres a la educación y los niveles de escolaridad de la población femenina se cuentan entre los más poderosos factores de predicción del desarrollo humano de cualquier sociedad.

Asegurar un acceso equitativo a la educación es solo parte de nuestra tarea. Tenemos también que asegurar que la educación en las aulas sea conducente a la plena emancipación de las mujeres y no a la reproducción de su rol subordinado. Y también tenemos que hacer posible la compleja traducción de la equidad educativa en equidad en el empleo, un paso que dista de ser automático.

Aún en mi país, donde las tasas de matrícula y escolaridad de las mujeres son, de hecho, superiores a las de los hombres, la población femenina continúa siendo discriminada en el salario y en sus condiciones de trabajo. Eso es inaceptable.

Solucionar las carencias de los sistemas educativos en los países en desarrollo casi siempre demanda más recursos. Pero sobre todo requiere voluntad política y claridad en las prioridades de la inversión pública.

Tengo muy claro, en especial, que la lucha por mejores empleos a través de una mejor educación está muy ligada a la lucha por la desmilitarización y el desarme.

Es vergonzoso que los gobiernos de algunas de las naciones más pobres continúen apertrechando sus tropas, adquiriendo tanques, aviones y armas para supuestamente proteger a una población que se consume en el hambre y la ignorancia.

Mi región del mundo no escapa a este fenómeno. En el año 2004, los países latinoamericanos gastaron un total de veintidós mil millones de dólares en armas y tropas, un monto que ha aumentado un 8% en términos reales a lo largo de la última década y que ha crecido alarmantemente en el último año.

América Latina ha iniciado una nueva carrera armamentista, pese a que nunca ha sido más democrática y a que prácticamente no ha visto conflictos militares entre países en el último siglo. Decir que no contamos con recursos para educar a nuestros niños es hacer lo de aquel hombre pobre que se quejaba del hambre mientras repartía su pan entre las aves.

Peor aún, es un alarmante signo de ceguera histórica. Porque si la historia de nuestra región ofrece alguna guía, entonces no podemos más que admitir que los recursos que América Latina ha dedicado al gasto militar en el mejor de los casos se han dilapidado, y en el peor, han terminado sirviendo para reprimir al pueblo que los pagó.

En esto, creo que los costarricenses tenemos derecho a sentirnos orgullosos. Desde 1948, por la visión de un hombre sabio, el ex – Presidente José Figueres, Costa Rica abolió el ejército, le declaró la paz al mundo y apostó por la vida. Los niños costarricenses no conocen un soldado ni un tanque de guerra; marchan a la escuela con libros bajo el brazo y no con rifles sobre el hombro.

Si existe un viejo refrán que señala que “cuando se abre una escuela, se cierra una cárcel”, en Costa Rica creemos que “cuando se cierra un cuartel, se abre una escuela”. Cada vez que un soldado se despoja de su casaca militar, permite que muchos niños puedan ponerse el uniforme escolar.

Ese es un camino que ni mi país ni yo estamos dispuestos a abandonar. No sólo eso: es una ruta que queremos que sea la de toda la humanidad. Por eso, hoy les propongo una idea. Les propongo que entre todos demos vida al Consenso de Costa Rica, mediante el cual se creen mecanismos para condonar deudas y apoyar con recursos financieros internacionales a los países en vías de desarrollo que inviertan cada vez más en educación, salud y vivienda para sus pueblos y cada vez menos en armas y soldados. Es hora de que la comunidad financiera internacional premie no sólo a quien gasta con orden, como hasta ahora, sino a quien gasta con ética.

Otro elemento fundamental en la solución del problema del empleo es el comercio internacional. Sé que este recinto alberga una amplia gama de opiniones sobre las mejores formas de alcanzar un intercambio global que sea intenso y, a la vez, justo. Personalmente considero que el libre comercio es la vía más adecuada para lograr este objetivo.

Estoy convencido de que constituye un camino, que, si se transita correctamente, conducirá a la creación de más y mejores empleos para nuestros ciudadanos.

Costa Rica es un país de cuatro millones y medio de habitantes, uno de los más pequeños del mundo. Para un país como el mío y, de hecho, para todos los países en vías de desarrollo, no existe otra opción que profundizar su integración con la economía mundial.

Sólo si abrimos nuestras economías seremos capaces de atraer los flujos de inversión directa que complementen nuestras tasas de ahorro interno crónicamente bajas. Sólo si nos abrimos podremos acceder a los beneficios de la tecnología más avanzada y a procesos de aprendizaje productivo que terminan por beneficiar a nuestros empresarios locales.

Sólo si nos abrimos podremos desarrollar sectores productivos dinámicos, capaces de competir a escala internacional. Pero, sobre todo, sólo si nos abrimos podremos crear empleos suficientes y de calidad para nuestra juventud. Porque está ampliamente demostrado, tanto en América Latina como en Costa Rica, que los empleos ligados a la inversión extranjera y a las actividades de exportación son, casi siempre, formales y mejor remunerados que el promedio.

En épocas de globalización la disyuntiva que enfrentan los países en vías de desarrollo es tan cruda como simple: si no son capaces de exportar cada vez más bienes y servicios, terminarán exportando cada vez más gente. Venturosamente, eso lo entendimos hace ya mucho tiempo en Costa Rica y, por ello, somos uno de los pocos países en América Latina que no obliga a sus jóvenes a buscar trabajo más allá de sus fronteras.
En Costa Rica, la apertura gradual de la economía y la mayor interacción comercial con el mundo han probado ser estrategias de desarrollo viables y positivas. Nuestro ingreso per cápita ha aumentado significativamente en los últimos veinte años, el desempleo ha permanecido en niveles bajos pese a absorber una carga migratoria considerable y nuestras exportaciones se han diversificado muchísimo.

Hace veinte años nuestros principales productos de exportación eran el café y el banano. Hoy, el turismo y la exportación de chips de computadoras representan varias veces el valor combinado de nuestras exportaciones tradicionales. Nuestra economía ha dejado de depender de los vaivenes caprichosos del mercado de dos productos y, por eso, no es casual que Costa Rica sea prácticamente el único país de América Latina que no ha sufrido una gran recesión económica en más de dos décadas.

Estemos claros: la apertura de la economía y la búsqueda del libre comercio han sido positivos para mi país, no perfectos. Tenemos en Costa Rica crecientes problemas de distribución de la riqueza y unos niveles de pobreza que siguen siendo inaceptablemente altos. Pero peores, mucho peores, serían nuestros problemas si nos empeñáramos en regresar al pasado.

Por más que algunos nostálgicos se nieguen a reconocerlo, la dura verdad es que los experimentos autárquicos que fueron por mucho tiempo la marca distintiva de América Latina y de buena parte del mundo en desarrollo, sólo sirvieron para generar sectores productivos protegidos e ineficientes, aparatos estatales hipertrofiados y corruptos, y una proliferación de grupos de presión en permanente búsqueda del favor de la burocracia.
Ese es un pasado al que no debemos volver.

Ahora bien, ¿qué significa el libre comercio para los derechos de los trabajadores? Algunos consideran que la reducción de barreras económicas conduce por fuerza a un debilitamiento de los estándares laborales, al hacer de países que brindan menor protección a sus trabajadores destinos atractivos para las inversiones.

Yo no estoy convencido de que este miedo esté justificado. Cada uno de nuestros gobiernos debe insistir en que los tratados de libre comercio respeten los derechos laborales e incluso consideren ese respeto como una condición indispensable para cualquier acuerdo.

Por ejemplo, todos los países suscriptores del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y la República Dominicana, se comprometieron en ese instrumento a adoptar un conjunto de estándares laborales emitidos por la OIT. Se nos solicita reforzar esos estándares y acatarlos, pudiendo incurrir en responsabilidad internacional quien los irrespete. Este es un ejemplo de cómo el intercambio comercial puede implicar una incorporación de los países a una comunidad internacional que exige como cuota de ingreso el respeto a los principios y derechos fundamentales en el trabajo.

Para el Gobierno de Costa Rica no hay, ni puede haber, concesiones en la protección de los derechos de los trabajadores. Sé que algunos, irritados por decisiones tomadas con absoluta independencia por nuestros jueces –que afortunadamente disfrutan de un grado de autonomía desconocido en casi todo el mundo en desarrollo—, han tratado de crear la impresión de que en Costa Rica se impide el ejercicio de los derechos laborales y, en especial, el de las convenciones colectivas.

Esa es una imagen falsa, tendenciosa y totalmente inconsistente con nuestra larga tradición de defensa de los derechos humanos. Antes bien, deseo expresar aquí el compromiso de mi gobierno no sólo con la preservación y regulación del derecho de la convención colectiva, sino también con la aprobación de una reforma laboral que agilice los procesos judiciales para tutelar los derechos de los trabajadores.

Quiero que Costa Rica continúe siendo, ante todo, un país de derecho, en el que se respeten siempre las decisiones de los tribunales, pero en el que también éstos se encarguen de hacer realidad el principio de justicia pronta y cumplida para los trabajadores.

La liberalización comercial puede ser, pues, defendida por sus méritos y por sus efectos beneficiosos para los trabajadores. Pero quiero enfatizar que la defensa del libre comercio debe ser honesta y consistente. Debe buscar un intercambio comercial que, en efecto, sea igual de libre para todos los países. No es éticamente defendible la práctica de los países desarrollados de presionar por la eliminación de barreras comerciales sólo en los sectores en que cuentan con evidentes ventajas comparativas.

Los países en vías de desarrollo necesitamos y demandamos también libre comercio en la agricultura. Eso implica poner fin, gradual pero visiblemente, a los subsidios anuales de más de doscientos cincuenta mil millones de dólares que los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico brindan a su sector agrícola. Hasta que no avancemos en este tema, tendremos que seguir parafraseando la célebre expresión de George Orwell: en el libre comercio somos todos iguales, pero hay algunos más iguales que otros.

Los países en vías de desarrollo necesitamos ayuda al desarrollo y solidaridad de parte de los países industrializados, pero, sobre todo, necesitamos de ellos coherencia. Que si pregonan el libre mercado, entonces que éste sea, en efecto, libre. Que si defienden y practican en sus países admirables formas de justicia social a través de sus estados de bienestar, entonces que pongan una pizca de esa filosofía en práctica a escala internacional. Que si pregonan y viven el credo democrático en sus fronteras, que ayuden a traducirlo en una distribución de poder más balanceada en los organismos internacionales.

Para el mundo, las tareas de dar acceso universal a la educación y de avanzar hacia el libre comercio son demasiado difíciles para ser consideradas inevitables pero demasiado importantes para ser consideradas opcionales. Está en juego en todo esto mucho más que el simple crecimiento económico. En la medida en que ambas tareas son decisivas para la creación de empleos decentes, descansa sobre ellas el futuro de la democracia y el futuro de la paz.

No es coincidencia que muchas de las más graves amenazas a la paz y a la democracia que hoy enfrentamos, se originen en países con altas tasas de desempleo y subempleo. El fracaso en la implementación de políticas exitosas que permitan crear mejores oportunidades para la población joven, significará la trampa más segura contra nuestra seguridad. La frustración que se deriva de la falta de oportunidades conduce a nuestros jóvenes al radicalismo y a la violencia y termina por lesionar a la humanidad entera.

Como ganadores del premio Nobel, ambos sabemos que el trabajo decente se encuentra en el corazón de la paz, porque la paz no consiste en la simple ausencia de destrucción, sino en la tenaz vocación de hacer posible una vida digna para todos los seres humanos. La paz es eso: una tenaz vocación, un esfuerzo cotidiano, un trabajo constante. Hay algo que desearía que los políticos y los ciudadanos, los empresarios y los trabajadores, los soldados y los civiles, entendieran más que nada: la paz es la más honorable forma de esfuerzo y la más esforzada forma de honor.

Amigos míos:
La OIT ha venido llamando nuestra atención hacia la necesidad de reevaluar nuestros enfoques y ubicar el empleo productivo y el trabajo decente en el centro de nuestras políticas económicas y sociales, tanto nacionales como internacionales. Reconozco esta necesidad y acepto el desafío que impone. Es por ello que he puntualizado dos tareas estratégicas que son prioritarias para avanzar hacia esa meta.

Ya sea a través de la reducción de barreras comerciales o de un esfuerzo mundial para sustituir el gasto en armas por la inversión en escuelas, los trabajadores, los empleadores y los gobiernos del mundo se encuentran más vinculados que nunca. El destino de cada uno depende del otro, hoy como nunca antes. Esta es la razón por la que resulta vital el diálogo que desde la OIT se propicia.

Así es que hoy, en vísperas de la inauguración de la Copa Mundial, les dejo un último mensaje: es tiempo de pensar los unos en los otros, de pensar en cada trabajador, en cada sindicato, en cada cámara empresarial, en cada empleador y en cada gobierno del planeta como jugadores de un mismo equipo. Si así lo hacemos –al igual que espero lo hará Costa Rica mañana —anotaremos muchísimos goles en el marco del desempleo, de la pobreza, de la injusticia y de la guerra. Será tiempo entonces de celebrar nuestra victoria y de emprender, a la par de la OIT, nuevas batallas en la inacabable lucha por la dignidad humana.

Muchas gracias.
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English Version
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EMLOYMENT IS HE HEART OF PEACE

Speech by Oscar Arias
President of the Republic of Costa Rica
International Labor Conference
Palais des Nations, Geneva, Switzerland
8 June 2006

Ladies and gentlemen,

I would like to thank Juan Somavía for the kind invitation to take part in this conference of the International Labor Organization. It is a special pleasure to be here so soon after beginning my second term as president of the oldest democracy in Latin America. I feel a great solidarity with the values and principles of the International Labor Organization, values and principles that have at their heart the most profound truths of human coexistence, peace and development.

As you know, I have dedicated a great deal of my life to the pursuit of peace, reconciliation, development, dialogue, democracy and social justice. These are exactly the fundamental values consecrated in the constitution of this important multilateral organization, values for which the ILO has always worked and continues to work every day. For taking concrete action to promote these values, this organization likewise received the Nobel Prize for Peace. This did not happen by chance. In effect, there exists a fundamental link between decent employment and peace, between work and the defense of human dignity. The right to work is a fundamental right, and without respect for fundamental rights, peace can be no more than a dream.

The ILO and Costa Rica share a common creed. The defense of social dialogue, peace and democracy—in short, the best of the historical experience of my country—are hallmarks of this institution. By aspiring to reduce poverty, eliminate discrimination and social exclusion, and provide decent employment for all, the ILO gives shelter to the most precious dreams of my country. For this, for being a roof under which the best of the past and future of Costa Rica reside, this house seems like my own.

The challenges that face us as we gather here today are formidable and urgent. We are faced with the challenge of advancing toward a more just globalization, and the challenge of reacting to a series of dizzying technological and economic changes. In confronting these challenges, and in the quest to attune the ILO to the social aspects of globalization, the director of this organization, and all of you, have done laudable work.

The ILO has strengthened the world’s attentiveness to this social dimension through the negotiation of international conventions and through a new focus on the creation of more and better employment. The organization has pushed for the recognition of the centrality of decent employment in economic and social policy and as an indispensable element of poverty-reduction strategies. The government of Costa Rica is proud to give the ILO its strong support not only verbally but also through concrete actions. The best tribute one can give to an organization like the ILO is to put its ideals into practice at the national level.

For a more humane globalization is not built out of words. It is built out of a consistent ethical commitment and with a courage to make difficult decisions and embrace causes that can be controversial. Humanity has reached a crossroads and must make decisions that have moral implications. What we cannot do, as citizens, or opinion leaders, or intellectuals, or least of all as government officials, is evade these responsibilities.

As human beings, we cannot blindly trust the immense scientific and technological changes of our era to automatically resolve the great dilemmas of humankind. We cannot trust them to preserve our planet, increasingly threatened by greed and lack of foresight. We cannot trust them to make possible the peaceful coexistence of civilizations, civilizations which are increasingly endangered by political and religious fundamentalism and by the weakening of international law. We cannot trust them to promote the principle that we are all children of God and equal in His eyes. This principle is undermined by rising levels of inequality on a global scale, and by certain outcroppings of misery that continue to be incompatible with all we claim to profess.

None of these problems will resolve themselves, because it is clear that neither economic progress nor scientific progress necessarily entails ethical progress on the part of humanity. Ethical progress is not inevitable. We cannot wait for it like we wait for the passing of a comet. It requires that we desire it and build it with all our strength.

We will make ethical progress when we put decent employment and the defense of human dignity at the center of our public policies. At the recent Cumbre Europa-América Latina Secretary General Kofi Annan gave an admirable speech that emphasizes the essential preoccupation of the ILO and of mine. The Secretary General said:
“There is an urgent need to prioritize employment in decision-making. Traditional policy discussions treat job creation as an inevitable outcome of economic growth. As a result, economic policy formulation has focused more on keeping inflation in check and increasing output than creating employment. Yet there is mounting evidence that growth alone, while crucial for employment, does not always lead to enough jobs. We must re-evaluate our approach, and place job creation right next to economic growth in national and international economic and social policies. For instance, when discussing macroeconomic policies there should be an institutionalized reflex which constantly asks ‘what can this do for jobs?’”

The preoccupation with making the creation of decent employment a global goal is not enough. It is essential to translate this preoccupation into effective, concrete, national and international strategies. This, as you all know, is not easy. In any event, recent experience tells us that there are certain strategic tasks that are vital to the creation of jobs and to the fight against unemployment. Today I would like to discuss two of those tasks: investment in education and free trade between nations.

First, nothing prevents the creation of decent jobs like indecent education. In Latin America one out of every three children never attends secondary school. One out of every three children in sub-Saharan Africa never even attends primary school. This is not just an offense to our values, it is a crude testament to the lack of economic vision on the part of some societies. Now more than ever, we understand that the educational catastrophe of today is the economic catastrophe of tomorrow.

Combating these problems is a challenge and responsibility that falls squarely on the State. As governments, we must aspire to have teachers who are qualified, committed and compensated—conditions on which the success of the entire system of education depends. We must make the investment necessary to maintain our educational infrastructure and provide our schools with better resources, not the least of which are computers and networks. We must go to great lengths to make sure our students learn multiple languages. If countries are to develop a foothold in knowledge-based industries, language abilities are an absolute necessity.

Furthermore, we must ensure gender equality in access to education. Equal education for women is the surest path toward equal employment for women. Equal employment for women is one of the strongest indicators of a just society, and a key ingredient in growth, development and peace.
Assuring equal access to education is only part of our homework. We also must assure that the education women receive in the classroom is geared toward their emancipation and not toward the inculcation of a subordinate role. And we must also make possible the complete translation of educational equality into equal employment, a step that is far from automatic. Still today in my country, where the rates of enrollment and graduation are higher among women than men, the female population continues to suffer discrimination in terms of salary and working conditions. This is unacceptable.

Upgrading systems of education in both developed and developing nations of course requires the allocation of additional resources. But above all it requires political will and clarity in the priorities of public investment. The struggle for better jobs through education and skills training is deeply connected to the struggle for demilitarization and disarmament. It is shameful that governments of some of the poorest nations continue to hoard tanks, jeeps and guns to supposedly protect a population languishing in poverty and ignorance.

My region of the world is no stranger to this phenomenon. In 2004 Latin American nations spent a total of twenty-four billion dollars on weapons and troops, an amount that represents an increase in real terms of 8% over the last decade and an amount that has grown alarmingly in the last year. Latin America has begun a new arms race, regardless of the fact that the region has never been more democratic and that in the last century it has rarely seen military conflicts between nations. Saying we do not have the money to educate our children is like a poor man complaining of hunger as he throws his bread to the birds. Worse still is an alarming sign of blindness toward history. Because if the history of our region is any guide, we cannot help but admit that the resources Latin America has dedicated to military spending have in the best cases contributed to the poverty of those who bore the initial costs, and in the worst cases have ended up outright suppressing them.

In our resistance to this self-destruction, I believe that Costa Ricans have reason to feel proud. In 1948, owing to the vision of the wise former president José Figueres, Costa Rica abolished its military and declared peace on the world. Costa Rican children do not know soldiers or tanks; they march with books under their arms, not rifles on their shoulders. Echoing the old refrain, “When a school opens, a jail closes,” Costa Rica believes that “when a barracks closes, a school opens.” Each time a soldier sheds his military garb, it allows for many children to put on the uniforms of their schools.

That is a road that neither my country nor I are willing to abandon. And not only that: it is a route that we wish all humanity to follow. In order that this should be the case, today I propose an idea. I propose to you that we all give life to the Costa Rica Consensus, through which we create mechanisms to forgive debt and give international financial support to developing nations that invest more and more in education, health and housing, and less and less in soldiers and weapons. It is time that the international financial community reward not only those whose spending is orderly, as it has done till now, but also those whose spending is ethical.

Another key element in the solution to the problem of employment is economic cooperation. I know that in this room there are many diverse perspectives on how best to achieve global trade that is both free and fair. Personally, I see free trade not as a destination but as a road, a road that if travelled correctly will lead to more and better jobs for our citizens.

Costa Rica is a country of four and a half million inhabitants, one of the smallest on the planet. For a country like mine, and for all countries on the road to development, there is no other option apart from greater integration with the global economy.

Only if we open our economies will we be capable of attracting the sources of direct investment that complement our chronically low rates of internal savings. Only if we open our economies can we benefit from the most advanced technology and job training that bring benefits to local businesses. Only if we open our economies can we develop dynamic and productive industries, capable of competing on an international level. And, above all, only if we open our markets can we create jobs in sufficient numbers and of sufficient quality to meet the needs of our youth. It is clear at this point that in Costa Rica and Latin America, jobs tied to foreign investment are, almost without fail, steadier and better paid than the average.

In periods of globalization the dilemma that developing nations face is as difficult as it is simple: if they are not able to export more and more goods and services, they wind up exporting more and more people. Fortunately, we have understood this for some time in Costa Rica, and as a result we are one of the few countries in Latin America that has not seen vast numbers of our citizens leave to seek work abroad.

In Costa Rica, the gradual opening of the economy and the increasing commercial interaction with the world has proven the positive and viable nature of our development strategies. Our per capita income has increased significantly in the last twenty years, unemployment has remained at low levels regardless of considerable immigration, and our exports have diversified substantially.

Twenty years ago our principle exports were coffee and bananas. Today, tourism and the exportation of microchips account for several times the combined value of our traditional exports. Our economy has ceased to depend on the capricious market for two products, and as a result it is no coincidence that Costa Rica is the only country in Latin America that has not suffered a major recession in more than two decades.

Let us be clear: the opening of the economy and the search for free trade have been positive for my country, but not perfect. In Costa Rica there are growing problems relating to the distribution of wealth and the persistence of unacceptably high levels of poverty. But these problems would be worse, much worse, if we decided to return to the past. However much certain nostalgic individuals refuse to recognize the fact, the authoritarian experiments that were for a long time the hallmark of Latin America and a fair portion of the developing world served only to create protected and inefficient industries, inflate and corrupt the apparatus of the state, and proliferate interest groups permanently seeking the favor of the bureaucracy. This is a past to which we cannot return.

Now, what does free trade mean for workers’ rights? Some feel that bilateral trade barrier reduction will lead to a decline in labor standards by shifting jobs to countries where there is less protection for workers. I do not believe that on the whole this fear is justified. Each and every one of our governments must insist that trade agreements respect labor standards; this should be an indispensable condition for any agreement.

For instance, all the countries party to DR-CAFTA have adopted the core labor standards of the ILO. We are required to enforce these standards, or else we face fines or the loss of preferential trade benefits. This is just one example of how commercial exchange can lead nations to collectively demand respect for the fundamental principles and rights of labor.

For the government of Costa Rica there are not, nor can there be, concessions when it comes to the protection of workers’ rights. I know that some, annoyed with decisions made absolutely independently by our judges—who fortunately enjoy a level of independence unknown in almost all the developing world—have tried to create the impression that Costa Rica tries to stifle labor rights, especially the right to collective bargaining.

This is a false image, tendentious and totally inconsistent with our long tradition of defending human rights. Above all, I would like to express here today the commitment of my government not only to the preservation and regulation of the right to collective bargaining, but also to the approval of labor reform that facilitates judicial processes that protect the rights of workers.

I would like Costa Rica to continue to be, above all, a state that guarantees equal justice under law, which always respects the decisions of its tribunals, but one in which these entities strive to ensure prompt and complete justice for workers.

Commercial liberalization can be defended on the basis of its merits and its beneficial effects for laborers. But I want to emphasize that the defense of free trade should be honest and consistent. We must insist on commercial exchange that is in fact free and equal for all countries. The practice on the part of developed nations of pushing for the elimination of trade barriers in the sectors where they have comparative advantages is not ethically defensible.

Developing nations need and demand free trade in agriculture as well, and that means ending the subsidies of well over two-hundred-and-fifty billion dollars per year that OECD member states pour into their agricultural sector. Until we advance on this issue, we will continue to have to paraphrase George Orwell’s celebrated expression: in free trade everyone is equal, but some are more equal than others.

Developing nations need help and solidarity from the industrialized world, but above all, what we need from them is consistency. If they praise the free market, the markets in which they operate should actually be free. If in their own countries they defend and practice admirable forms of social justice through welfare states, then they should put this philosophy into practice on the international level. If they proclaim and practice the creed of democracy within their borders, they should support a more balanced distribution of power in international bodies.

For the world, the tasks of providing universal access to education and advancing free trade are far too difficult to be considered inevitable but far too important to be considered optional. There is more at stake than just economic growth. On the back of both education and free commerce rests the future of democracy and the future of peace.

It is no coincidence that some of the gravest threats to peace and democracy today originate in countries with high unemployment and underemployment. The failure to provide opportunities to young people is a gigantic detriment to security. The frustration that the lack of opportunities creates drives young people to radicalism and violence and ultimately serves to wound all of humanity.

As Nobel Laureates, we both know that decent employment lies at the heart of peace. Because peace is not just the absence of destruction, it is the persistent task of making possible a dignified life for all human beings. This is what peace is all about. Exertion. Work. If there is one thing I wish were more apparent to the presidents, generals, soldiers and civilians of the world, it is this: Peace is the most honorable form of exhaustion, and the most exhausting form of honor.

My friends,
The ILO has called the world’s attention to the need to reevaluate our approach and place productive employment and decent work at the center of our economic and social policies, both nationally and internationally. I recognize this need and I accept the challenge that it imposes. It is for this reason that I have highlighted two strategic tasks that are priorities for advancing toward this goal.

Be it through the reduction of trade barriers or a global effort to substitute spending on education for spending on arms, the workers, businesses and governments of the world are connected as never before. Our fate rests on one another as never before. This is why the social dialogue and shared vision that the ILO promotes are so important.

And so, one day before the labors of the players in the World Cup commence, I leave you with one final message: it is time to think of each other—of every worker, trade union, business and government on the planet—as playing on the same team. If we all play as a team—as I hope Costa Rica will tomorrow—we will rack up goal after goal against the adversaries of unemployment, poverty, injustice and war. There will be time then to celebrate our victory, and to begin, alongside the ILO, new battles in the unending struggle for the dignity of all humankind.

Thank you very much.

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Fuente: OIT

Agua turbia

Dr. Freddy Pacheco
Catedrático UNA

El agua ha perdido su transparencia, no solo por la contaminación que la tiene “en peligro de extinción” sino también por los negocios multimillonarios nacidos a partir de su escasez. Las acciones de las compañías transnacionales más importantes, (Suez, Vivendi, Thames,
Coca-Cola Co., Pepsi Inc., Nestlé…) se mueven hacia arriba en las bolsas de valores a la misma velocidad que se mueve a través de las fronteras el agua embotellada por ellas.

Dos ejemplos: entre Vivendi y Suez se abastece un mercado de unas 300 millones de personas en más de 130 países. Las ventas conjuntas del trío formado por la alemana RWE-Thames y las francesas Suez y Vivendi, superan los $160.000 millones anuales. Empresas que podrían estar muy interesadas en un TLC entre los Estados centroamericanos y la Unión Europea.

Debido a que unas 1.100 millones de personas no tienen acceso adecuado al agua potable, se estima que cada 8 segundos muere un niño consecuencia del consumo de agua contaminada.

El año pasado la escasez de agua causó diez veces más muertos que todas las guerras juntas del planeta en el mismo período. Y para alejarnos de la inevitable posición antropocéntrica, hemos de tomar nota que el 20% de las especies del planeta se han extinguido o se encuentran en peligro de extinción, debido a la falta de agua o la presencia de agua contaminada.

Así, opuestos a prestar la debida atención a la falta de agua declarando su disponibilidad como un derecho humano fundamental, los que negocian con ella se aprovechan de la crisis para aumentar sus ganancias, contando muchas veces con la complicidad del Banco Mundial que facilita la entrada de las multinacionales en los mercados latinoamericanos, recurriendo a su considerable influencia para que la privatización (o “apertura”) sea una condición crediticia. Antes de enfrentar fracasos en sus mismos proyectos, como los relacionados con la ineficiente “Global Water Partnership” (GWP) (“Asociación Mundial del Agua”AMA), financiada hoy principalmente por corporaciones, el Banco Mundial había multiplicado varias veces sus inversiones crediticias dirigidas al recurso hídrico.

Sumado a lo anterior son numerosos los casos en que la maloliente corrupción, mediante regalos, sobornos, donaciones políticas, y otros, ensucia aún más el agua antes incolora e inodora.

Sobran los “facilitadores” y “asesores” dispuestos a colaborar con la venta de agua embotellada, más de mil veces más cara que el agua de grifo que alcanza volúmenes cercanos a los 90.000 millones de litros, de los cuales al menos el 25% se comercializa fuera del país de origen.

Por ello, como era de esperarse, el negocio también ha llegado a
Costa Rica, tal y como lo publicara la prensa nacional en mayo del
2005, donde se informa que el tratado de libre comercio entre Costa
Rica y la Comunidad Caribeña de Naciones (TLC-Caricom) “representa una oportunidad para que empresarios ticos puedan exportar agua embotellada sin pagar aranceles y aprovechar las particularidades del mercado”.

Oportunidad que se presenta más promisoria (para los exportadores) de entrar en vigencia el tratado con EUA (y pequeños acompañantes) que se estudia en la Asamblea Legislativa.

En fin, los costarricenses y latinoamericanos tenemos la magna tarea de garantizar el abastecimiento futuro del agua… para todos.

Para ello es indispensable denunciar la corrupción y revelar los intereses oscuros que la enturbian, al tiempo que se ha de prohibir su exportación, que profundizaría los problemas asociados a su abastecimiento solidario.

13 de junio, 2006

En nombre de la Constitución se ataca a la Constitución

Dice la Constitución Política de la República acerca de los derechos y garantías individuales que ¿Todos tienen derecho de reunirse pacíficamente y sin armas, ya sea para negocios privados, o para discutir asuntos políticos y examinar la conducta pública de los funcionarios? (Artículo 26).

Igualmente, en el Título IV se garantiza la libertad de petición, en forma individual o colectiva, ante cualquier funcionario público o entidad oficial y el derecho a obtener pronta resolución (Artículo 27).

A renglón seguido señala que nadie puede ser inquietado ni perseguido por la manifestación de sus opiniones, ni por acto alguno que no infrinja la ley (Artículo 28). Sin embargo, para el Sr. Wilmer Arroyo, lo anterior, o sea reunirse pacíficamente, manifestarse públicamente, pedir cuentas a los funcionarios públicos, etc., contradice la Constitución Política.

Así se desprende del comentario publicado en la edición del programa radial ¿Panorama? (Comentario en la edición del 7/6/2006, ¿Qué significa Estado de Derecho?)

De esa manera el Sr. Arroyo pretende lograr algo digno de Mandraque: poner a la Constitución a contradecirse con la Constitución.

Seamos claros, el motivo de semejante disparate es colocarnos al margen de las leyes de la República a quienes hemos levantado las banderas en contra del TLC con los Estados Unidos.

Para acallar cualquier intento que signifique mostrar una opinión contraria a ese Tratado, recurre al argumento de que ¿El pueblo ya eligió, democráticamente, quienes son nuestros representantes y son ellos los únicos que decidirán, entre otros asuntos igualmente importantes, el TLC?

Olvida que no fue precisamente la mayoría la que votó a favor del TLC.
Y el presidente Oscar Arias lo reconoció públicamente al asegurar que ya pagó su precio por apoyar un proyecto que es anti popular.

Sin embargo, para el comentarista, los que expresamos un punto de vista contrario al TLC, buscamos el anarquismo, atentamos contra la paz y eso ¿no se puede tolerar?

En el clímax de su exaltación asegura que somos algo exógeno pese a haber nacido y vivir en el país, trabajar para el país y preocuparnos por el país.

Así se desprende cuando afirma que ¿Hay que tener claridad que la anarquía que algunos desean en nuestro país no es propio de nuestro modo de ser?

Luego de semejante disparate, el Sr. Arroyo señala que las manifestaciones públicas y pacíficas están reñidas con el Artículo 4 de la Constitución Política, donde se define a grandes rasgos lo que es la sedición. Así remata su argumentación y llega a donde quiere llegar: calificarnos de sediciosos.

Por eso termina su diatriba como una amenaza: ¿para los sediciosos también el Estado de Derecho tiene una solución: La Fiscalía General de la República y los Tribunales de Justicia, para que den cuenta de su obcecadas conductas si estas llegaran a hacerse, tristemente, realidad?

Al Sr. Arroyo le molesta que quienes estamos en contra del Tratado ejerzamos al derecho a reunirnos públicamente, para discutir asuntos políticos y examinar públicamente la conducta de los funcionarios.

Le molesta que ejerzamos el derecho a pedir cuentas y a obtener pronta respuesta.

En nombre de la democracia se pretende acallar nuestros derechos democráticos; en nombre de la Constitución se pretende colocarnos fuera de la Constitución.

Jorge Arguedas Mora
Cédula: 1 411 109
Coordinador del Frente Interno de Trabajadores del ICE
12 de junio de 2006

Una Central Única de Trabajadores

Ya no existe la menor duda de cuál es la naturaleza de la ambición de poder de la oligarquía neoliberal que domina la acción política en Costa Rica: Van por todo. Si algo le reconocemos al Presidente Oscar Arias Sánchez, el_ “mejor”_ cuadro político que esa oligarquía tiene en estos momentos, es que él habla claro.

En la agenda del poder económico dominante está la apropiación total de los bienes públicos que todavía siguen siendo propiedad nacional. Con TLC o sin él, ¡qué importa!… Telecomunicaciones, energía, agua, salud, medicinas, seguros comerciales, combustibles, puertos, parques nacionales; son vistos como nuevos nichos de negocios para unirse a los que ya tienen: aeropuerto, carreteras, obra pública, revisión técnica, banca…

El bando de la oligarquía está plenamente unificado y tiene el control de la iniciativa política en este momento. Tiene “su” Presidente de la República; tiene el control del parlamento a través de su fracción parlamentaria unificada en la alianza “Li-Li” (Liberación-Libertario); y, además, tiene la “ayudadita” que se le da desde el Poder Judicial.

Como si fuera poco, este bando cuenta con el apoyo abierto y militante de varios medios de comunicación colectiva que por medio de información editorializada, columnistas a sueldo, terroristas de la palabra que se expresan a través de cadenas radiales infamantes y sin ética alguna, amanuenses y similares; todos los días atacan al Movimiento Sindical Costarricense, tratando de que la población lo vea como una mafia, como una partida de ladrones, de vividores y saboteadores de la democracia.

Jamás habíamos presenciado en este país una campaña de tanta mentira, tan llena de odio, de rencor, de incitación solapada y abierta a la violencia y hasta con llamados a exterminar (asesinar) a los sindicalistas que son un “gran estorbo”, un “gran peligro” para la democracia, según como la entiende esa oligarquía costarricense desenfrenada, esa oligarquía en incesto permanente con sus pares sangrientas de Centroamérica.

Es hora de responderles como se merecen. Ellos van a unificarse y a recomponer su unión de cámaras, con el retorno de las que se habían ido. Unifiquémonos nosotros. Unifiquemos ya al Movimiento Sindical Costarricense. Pasemos de coordinaciones coyunturales, de corto plazo, transitorias o temáticas, a la acción estratégica ofensiva. Constituyamos la CENTRAL ÚNICA DE TRABAJADORES, un solo espacio articulador de toda la acción sindical.

Tenemos elementos de sobra para dar un salto gigante de tal naturaleza. Nos sobran los aportes intelectuales, tenemos bien estudiada la realidad nacional, hemos construido propuestas en muchos órdenes, tenemos recursos. Representamos amplios segmentos laborales y concitamos la simpatía en no pocos sectores sociales y productivos.

Tenemos un ordenamiento constitucional y legal que nos ampara y tenemos la simpatía de una amplia gama de periodistas decentes, de sólida formación ética, de fuerte convicción democrática y, sobre todo, personas profesionales de muchos principios. Además, poseemos una impresionante red de contactos internacionales que ya están tomando nota del peligrosísimo clima de agresión contra las conquistas del Estado Social de Derecho de Costa Rica.

Reunámonos cuanto antes, Demos el salto. La democracia costarricense, en serio peligro por la ofensiva mediática del totalitarismo fascista en desarrollo, así lo exige. La democracia ocupa de un fuerte movimiento obrero unificado con sentido estratégico. Las condiciones objetivas están dadas. Dejemos de lado los celos interpersonales, las migajas gremiales, las rencillas del pasado, los juegos hegemonistas y de autosuficiencia. Nosotros estamos listos para la parte autocrítica que nos compete en ello. O nos unificamos ya o nos arrasan del todo.

THE PEOPLE OF COSTA RICA NEED INTERNATIONAL SOLIDARITY

The neoliberal economic sectors which have dominated Costa Rican politics in the last 20 years have been unable to complete the “task” set for them by the Washington Consensus, that’s to say the international financial institutions. Part of the “unfinished business” are the major privatisations which have been slowed down over the last two decades by a groundswell of popular resistance. After many years of resistance, the time has now come for a major confrontation over the Free Trade Agreement with the United States of America (CAFTA); its ratification would complete the “business” from the point of view of those dominant sectors of our society.

Costa Rica achieved human development indicators higher than almost any other country in Latin America: for example, 98% electricity coverage, 99% telephone coverage, 100% healthcare and drinking water coverage. These and other important social achievements were thanks to the key public sector institutions, with universal coverage, in the hands of the state.

Costa Rica’s big “sin” was to have created, developed and consolidated really successful and highly profitable public companies which do not depend on governmental subsidy and are therefore seen as lucrative market niches from the neoliberal perspective. Apart from anything else, this model led to the development of a large middle class which, even though it has suffered negative economic impacts in recent times, is still the backbone of the Costa Rican democracy of the last few decades.

Costa Rica is resisting. The people have not permitted the privatisation of their best public companies: telecommunications, energy, water, health and social security, commercial insurance, banking etc. The privatisation legislation presented over and over again in the parliament has never been implemented and has been rejected by the people, as happened in 2000 over the telecommunications bill (known as the “combo”) – thrown out by parliament after 17 days of street protests.

Today, all these privatisations have been squeezed into a single package: the_ “free”_ trade agreement with the United States of America. Costa Rica signed the CAFTA at the beginning of 2004, but it has not yet been ratified, because two and half years of civil resistance have prevented it. Costa Rica is being obliged to sign this agreement along with the other countries of Central America which all have much more dramatic social inequalities than we do. These countries (Guatemala, Honduras, El Salvador and Nicaragua) have never had any form of social safety net and public services like we have enjoyed in Costa Rica. This explains the popular resistance.

Social tension in the country is growing. Those who say ‘no’ and those who say ‘yes’ to the CAFTA are in an entrenched war of words. Our Nobel Peace Prize winner, today President of the Republic once again, Dr Oscar Arias Sánchez, instead of pacifying the country by seeking to mediate between two polar opposites, has signed up with the ‘yes’ lobby, has fully espoused CAFTA ratification and is promoting an artificial dialogue and fomenting confrontation.

The outside world needs to know the two faces of President Arias Sánchez. He is the visible face, the best promoter and defender of the most anti-democratic right-wing oligarchy, and is personally keen to be involved in selling off the successful public enterprises belonging to the Cosat Rican people.

Today the trade unions face a major onslaught against us because we have been the strongest advocates and mobilisers of resistance to the CAFTA. Insults, verbal agression, lies, physical threats (including death threats), intilidation, the first attacks on trde union offices and the major legal assault on public sector collective bargaining are all things we have never seen the country was reborn in 1949 after the civil war of 1948.

WHAT ARE WE ASKING FOR?

  • That an international delegation of social organisations visits Costa Rica in order to verify what is happening and the rising social tension.
  • That President Oscar Arias Sánchez is warned that all his actions are being monitored internationally.
  • That funds are gathered for the mass day of resistance being planned, essentially for use in communication campaigns and transport for the mobilisation.
  • That a website be set up to bring news of all the political and social events in Costa Rica, and in which the attacks on trade unions can be denounced and the real nature of Costa Rican democracy be revealed.
  • That communications be sent to all our embassies and consulates around the world to inform them that people are monitoring very closely the threats, verbal attacks, the repression which is being prepared and the flagrant absence of freedom of information – with a large section of the media virtually calling for confrontation.
  • That the election process of February 2006 which brought Arias to power be denounced as being dubious for its irregularities, for the abuse of the Constitution and for being a giant media fraud.
  • That the fact that the word “trade union” pronounced in a private company in Costa Rica is synonymous with instant sacking of the worker who dares to pronounce it be denounced; the employee has no possible recourse to the constitutional court to order his/her reinstatement, despite the fact that trade union freedom is written into our Consititution. The government should be seen as complicit in this daily repression.
  • That across the world, in all international trade union and social gatherings, space is made for talks, workshops, exhibitions and debates on the civil resistance to neoliberal policies in Costa Rica.
  • We need to make it known that Costa Rica still has a “Social State in Law”, that we have not sold out our strategic public services to the transnational companies, which is why we have a better standard of living, with social mobility and relative equity.

COSTA RICA EXISTS. COSTA RICA RESISTS.
COSTA RICA WILL WIN.
LONG LIVE INTERNATIONAL SOLIDARITY!