La lógica de la Junta Directiva de la CCSS: fauleados 154,807 pensionados de IVM de pensiones bajas (I parte)

Por: Rodrigo Arias López. Actuario Matemático

Para quienes creen que la JD-CCSS se volvió cristalina y transparente como el agua de manantial solo por dar tres meses más de plazo para acordar elevar las edades de retiro, bajar beneficios y aumentar las cotizaciones del Seguro de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM), desafortunadamente sigo con malas noticias. Ya abordé el asunto por este mismo medio (https://surcosdigital.com/hablemos-de-ivm-vacilan-a-reymundo-y-a-todo-el-mundo-zancadillean-a-cotizantes-pensionados-y-mesa-de-dialogo-parte-iv/), ahora lo refresco y profundizo.

1) El artículo 29 del Reglamento de IVM dice: “La cuantía mínima de pensión no podrá ser inferior al 50% del ingreso o salario mínimo de contribución que se establezca conforme al artículo 34 de este Reglamento. Asimismo, el Estado, en su condición subsidiaria, cubrirá el financiamiento de las pensiones mínimas que otorgue el Seguro de Invalidez, Vejez y Muerte en aquellos casos donde la pensión resultante es menor al monto mínimo vigente. Este financiamiento formará parte de la cuota del Estado como tal”. Destacados míos. A este salario mínimo de contribución también se le llama Base Mínima Contributiva (BMC).

2) En el artículo 26 de la sesión N° 8682 del 28 /11/2013 la JD-CCSS, acordó el plan de relación entre la BMC y el Salario Mínimo Legal (SML) del cuadro siguiente. Esto significaba que a partir del 1/10/2019 la pensión mínima de IVM sería igual a un 50% del SML según el artículo 29 del reglamento de IVM.

3) Sin embargo, en el Artículo 8 de la sesión N° 8992 del 27/9/2018 y el 25 de la sesión N° 9072 del 19/12/2019, la JD-CCSS se “arrepintió” y acordó que la BMC en IVM quedara en 87% del SML y en 92.95% del SML en el Seguro de Salud. Por lo tanto, topó la pensión mínima de IVM a un 43.5% del SML. Fue una zancadilla sin previo aviso, a escondidas y sin mesa de diálogo.

Así que, como desde enero de 2021 el SML es ₡319.574, el monto de la pensión mínima hoy hubiera sido ₡159.787 si la JD-CCSS no se hubiera arrepentido; pero gracias al arrepentimiento la topó en ₡139,015. ¿Será esto un favor al Estado-Gobierno?  ¿O un desvío de fondos? Porque según el artículo 29 del Reglamento de IVM la CCSS le cobra al Estado -los contribuyentes- un 0.66% sobre los salarios de IVM para pagar esos beneficios.

Usando la planilla de IVM de noviembre de 2020 resultan 154,807 pensionados afectados, que representan la mitad del total de pensionados, según el detalle del cuadro siguiente:

Sumando la diferencia entre ₡159.787 y el monto de pensión pagado a esos 154,807 pensionados, considerando que son trece pagos al año, adicionando el costo diferencial de las pensiones nuevas del año 2021, un posible reajuste por inflación y el costo del seguro de salud, el ahorro estimado en 2021 que la JD-CC hizo a costa de las pensiones más bajas es de ₡42 mil millones (el faul o zancadilla).

Por otro lado, en el año 2021 el IVM dejaría de recibir unos ₡14 mil millones de colones de cuotas por tener una BMC de ₡278,030 en lugar del SML, mientras que el Seguro de Salud dejaría de recibir un monto similar por tener una BMC de ₡297,044 en lugar del SML. En adición, como la JD-CCSS usa la BMC para estimar el costo que le cobra al Estado por la atención de la salud de las personas de escasos recursos -Artículo 2 de Ley 5349- dicho fondo dejará de recibir del Estado unos ₡15 mil millones de colones en 2021.

Entonces restándole a la zancadilla que la JD-CCSS propinó a esos 154,807 pensionados, resulta un ahorro neto de ₡42 – ₡14 – ₡14 – ₡15 = -₡1 mil millones, un poco más, un poco menos, no importa, lo importante es que el “ahorro” más bien se traducirá en posibles pérdidas para la CCSS en 2021, como fue en 2020 y 2019; pero es castigo o garrote para la mitad de los pensionados que más necesitan de una pensión. Insisto: ¿Es o no es desvío de fondos? ¿Cómo le podríamos llamar a esto? ¿Será otro maquillaje? ¿Habrá sanciones? ¿O la torta la pagarán solo los pensionados?

Sobre el asunto existe una denuncia en la Auditoría Interna de la CCSS desde el 14 de setiembre de 2020 que tiene el número DE-126-2020 (https://drive.google.com/file/d/183VhpSfKdtCt8EUAHZRJhskzJa8Ck1m-/view?usp=sharing), con el fin de descartar cualquier maquillaje, abultamiento de cifras y violación al principio de legalidad. Estoy a la espera de que me notifiquen el resultado de la investigación.

Mencioné que a partir de enero de 2021 la pensión arrepentida debería ser de ₡139,015. Sin embargo, mejor revisen sus billeteras, pues no se descartan otras zancadillas aún en época de pandemia.

Rodrigo Arias López

Actuario Matemático

Aumento en la edad de jubilación, igual a “policías con bastón”

Por: Mainor Anchía Angulo, Directivo Nacional de ANEP

Al mismo tiempo que en la Seccional ANEP-Fuerza Púbica, le hemos solicitado a los señores diputados y a las señoras diputadas una reforma que permita la jubilación anticipada de las personas trabajadoras integrantes de los cuerpos policiales; la Junta Directiva de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), nos quiere aumentar la edad de retiro a los sesenta y cinco años (65), tanto hombres como mujeres. Se aduce problemas de sostenibilidad en el régimen de pensiones; lo que no se dice, es cuáles son las razones de esa dificultad.

En relación con la edad de jubilación, existen estudios técnicos que demuestran que el desgaste físico y emocional, así como el deterioro en la salud, en general, de las personas trabajadoras de cuerpos policiales, es mayor al que sufren las que se vinculan con otras labores. El trabajo del o de la policía es una ocupación de alta exigencia, responsabilidad y expectativa social con respecto a su servicio y rol, por tanto, se califica como una ocupación altamente estresante, así es, basta ponerse el uniforme para sentir esa presión que conlleva la función policial.

Criterios técnicos señalan que, “Es un proceso de desequilibrio entre las demandas y la capacidad de respuesta de la persona que se enfrenta a ellas, dado que entran en juego multitud de factores (personales, de la situación y de las relaciones interpersonales), entre los que destaca la percepción que la persona tenga sobre si sus recursos (personalidad, experiencia, capacidad, etc.) son suficientes o no para hacer frente a los requerimientos que se plantean.”

Estos estudios han demostrado que la edad de jubilación de un policía no debe exceder los cincuenta y cinco años de edad.

El INFORME TÉCNICO DE-ST-ITE-3-2017, del Consejo de Salud Ocupacional (CSO), del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), determinó que la función policial es insalubre y peligrosa. Aunado a ello, entre los argumentos que se presentan en los estudios mencionados se rescatan los siguientes:

– La complicada trayectoria de la vida policial genera enfermedades que, por su naturaleza, repercuten fuertemente a determinada edad, lo cual atenta contra la eficiencia del servicio de seguridad ciudadana.

– El policía es especialmente propenso a desarrollar padecimientos tales como:  hipertensión arterial derivada del frecuente estrés, estados de vigilia constantes, comidas rápidas ingeridas en su propio lugar de trabajo, falta de actividad física, etc.

– Insuficiencias y enfermedades cardíacas, trastornos vasculares periféricos causados por las extensas jornadas en las que debe permanecer de pie.

– Perturbaciones digestivas y enfermedades respiratorias derivadas de sus largas horas a la intemperie.

– Accidentes laborales producto del quehacer preventivo o represivo.

– Deterioro de la columna vertebral, motivado por osteoporosis propia de la edad o por la portación cotidiana del equipo de protección (chalecos antibalas, armas de reglamento, vara policial, botas, radio de comunicación y otros).

– El nivel de tensión emocional que la persona policía maneja acelera el quebranto de su estado de salud en general, y es propenso a desarrollar patologías psiquiátricas por cuadros de ansiedad, depresión, agotamiento físico, y separación familiar en muchos casos.

– Desde la óptica psicológica, el policía sufre un desgaste gradual por la exposición a eventos extremos, fatiga mental acumulada por los pesados horarios de trabajo, sensación de inseguridad constante en el policía y sus familiares directos ante probables represalias y acciones de venganza por parte de la delincuencia, etc.

En Colombia, por ejemplo, las y los oficiales, así como los miembros del nivel ejecutivo se pueden retirar por solicitud propia, siempre y cuando tengan 20 años de servicio a la Policía Nacional, y hayan cumplido 55 años de edad los hombres y 50 años de edad, las mujeres.

La función policial se relaciona estrechamente con la vida. Las personas que trabajan como guardianes del orden, se saben expuestas a enfrentarse, en cualquier momento, con un criminal, teniendo que jugarse el físico, ya sea para repeler una agresión ilegitima o para evitar la comisión de un delito.

Para nadie es un secreto que la criminalidad cada día es más sofisticada, más preparada, más atrevida; por ello, resulta un riesgo para la seguridad común mantener a personas de más de sesenta años en labores de seguridad ciudadana. Eso, amén, de la injusticia que representa para quienes exponen su vida constantemente y ven pasar los años lejos de sus hijos e hijas, perdiéndose de graduaciones, cumpleaños, navidades, etcétera.

En momentos de mayor criminalidad, sabidos de la penetración del crimen organizado en nuestro país, resultaría peligroso, grosero y hasta inhumano, retardar la jubilación de nuestros y de nuestras policías. De ser así, la delincuencia posiblemente sacará provecho, al enfrentarse con personas adultas mayores, en algunos casos; a policías que, por su edad y el desgaste que provoca la función policial, se harán acompañar de un “bastón”.

Lic. Mainor Anchía Angulo

Abogado

Directivo Nacional de ANEP

“Narco empoderado, PCD debilitada”

Jonathan Flores Mata, Criminólogo y Directivo Nacional de ANEP

Respecto a la diferencia desproporcional, entre la evolución de las narco-estructuras organizadas y la Policía de Control de Drogas, las cosas siguen siendo tema de preocupación. Anteriormente ya me había referido a este tema, lo sé, en varias ocasiones, y en distintos espacios, también lo sé, pero no es majadería, es solo que este no es un asunto que se pueda solo dejar de lado y ya, se debe tener el dedo en el renglón. Porque mientras el aumento en la producción de sustancias ilícitas, así como la demanda de este sucio mercado, sigue en crecimiento, también incrementan sus secuelas de sangre y destrucción social. Y las barreras formales policiales, contrario a la impresión que quieren dar a la opinión pública, están estancadas.

Vamos a dejar momentáneamente de lado que Costa Rica mantiene un plan antidrogas reciclado, no cuenta con verdaderas políticas de seguridad ciudadanas, y por alguna razón inexplicable, ni siquiera se dignan las autoridades a declarar el problema de las drogas como un asunto de salud pública. Esos serán temas que veremos en otra ocasión.

Con el contexto por todos y todas conocido, sobre los homicidios, familias destruidas, asaltos, sobre población carcelaria, imposibilidad de reinsertar a quien nunca estuvo dentro de la sociedad, y demás, la lógica nos dicta que el Estado debe tener una atención prioritaria en los Cuerpos Policiales, especialmente en la Policía de Control de Drogas. No obstante, el diálogo con las y los valientes que ejecutan estas arriesgadísimas labores, así como las conversaciones con quienes ocupan cargos jerárquicos en el Ministerio de Seguridad Pública, más las respuestas a nuestras consultas desde ANEP, me permiten, lamentablemente, afirmar con completa seguridad, que esta policía (PCD) se rezaga cada vez más.

¿En qué ámbitos se requiere de un fortalecimiento de la PCD? En todos, la pregunta es necia. No alcanza con que las y los oficiales cuenten con una infraestructura adecuada, punto que si se le debe reconocer a la Administración. Las condiciones de salud, motivación, equipamiento, cantidad de personal y demás, son trascendentales para que ellos y ellas presten el más óptimo servicio en sus labores.

Empecemos por el equipamiento. Servidores y servidoras que se desenvuelven en las fronteras acuden al sindicato para externar su molestia por la falta de uniformes (recordemos que se tienen que “tirar” al piso a revisar camiones, en medio de un clima caliente). También demandan que sus labores las ejecutan con solamente, un punzón y un foco, que son comprados con su propio dinero.

Lo siguiente que les externa son los tiempos de descanso, y las odiosas diferencias en materia de jornadas de trabajo, en comparación con los demás cuerpos policiales. Este personal (y tenemos los registros de asistencia que lo comprueba), de manera muy frecuente, se ve obligado a trabajar jornadas de 18, 20 y hasta 32 horas seguidas (hay casos que alcanzan más horas). Se les convoca a presentarse en sus días libres para participar en allanamientos. Les obligan a presentarse desde el día antes de su entrada oficial. Por motivos de seguridad personal y de su familia (para no ser reconocidos por los narcos) todos y todas están destacados lejos de su residencia. Y a pesar de todas estas circunstancias, tienen 2 días menos de descanso que los demás Cuerpos Policiales, sin que exista ningún argumento técnico al respecto, solo la prepotencia de una Dirección General que parece empeñada en desmotivar al personal.

Vinculado con el punto anterior, debemos decir que las y los compañeros de PCD están sufriendo de desintegración familiar, sus núcleos sociales y afectivos se están desgastando considerablemente, (con ello su motivación y parte psicológica). Sus extenuantes y autoritarios roles de trabajo tampoco les permiten estudiar, ese derecho lo han perdido. Producto de esto, desde hace poco más de 3 años que por mes renuncian 1 o 2 personas, números que afectan claramente a una policía tan pequeña. Me disculpo con las y los funcionarios de PCD por todas las otras situaciones que no mencioné, pero de hacerlo terminaría escribiendo un libro y ese no es el fin de este espacio.

Finalmente, aunque los números son fríos, la verdad nos presentan una realidad objetiva. Por ello, me voy a apoyar en ellos, para reforzar mi punto. Según los datos que aportan los documentos oficiales proporcionados por el mismo Ministerio de Seguridad Pública, se visualiza que en los últimos 5 años hay un incremento del recurso humano en PCD de 0 (sí, cero). Mientras en 2015 se contaba con menos de 155 plazas policiales, para el 2021 hay la misma cantidad, pero con menos investigadores, o sea, según la perspectiva, podría incluso decir que son menos. El ministro está al tanto de la situación, se le ha informado, por escrito y personalmente, desde hace dos años que se le insiste en el tema. Lastimosamente, no se ha visto que mueva un solo dedo para cambiar la situación.

En síntesis, mientras la producción de cocaína en el cono sur del continente aumenta, se incrementan los homicidios (en su mayoría por rencillas referente a drogas), el equipo, cantidad de personas y estrategias que usa el crimen organizado, es mayor y más especializado; en Costa Rica tenemos una Policía de Control de Drogas que no crece en personal, en equipo y con funcionarios y funcionarias cada vez más desmotivados. Esto debe salir a la luz y lo debe conocer el pueblo.

Señores; Ministro de Seguridad Pública y Director General de PCD, si este panorama solo beneficia a las narco-estructuras y ustedes lo saben: ¿Qué esperan para actuar? ¿O es que en sus puestos están defendiendo los intereses del narco…?

In-seguridad ciudadana

Mainor Anchía Angulo, Directivo Nacional ANEP

En vísperas de un nuevo proceso de elecciones nacionales, volveremos a escuchar a los “expertos” hablar de las soluciones para mejorar en materia de seguridad ciudadana en nuestro país. No faltara el que diga que, “en los gobiernos de su partido político hicieron las cosas bien”. Sin embargo, considera el suscrito en función de la experiencia, así como del análisis que he venido haciendo del tema, que la (in)-seguridad ciudadana ha venido sufriendo en el tiempo de un desmejoramiento paulatino que se refleja en todo el país.

Se habla mucho en medios de comunicación sobre las diversas operaciones que ejecutan los distintos cuerpos policiales del país, entre ellos, Servicio Nacional de Guardacostas, Policía de Fronteras, Migración, Policía Fiscal, Policía de Tránsito, PCD, SVA y Fuerza Pública. Sin embargo, de todos ellos, el único que cuenta con una cantidad considerable de funcionarios es la Fuerza Pública. Por ejemplo, la Policía Profesional de Migración ronda los quinientos miembros, lo cual a todas luces resulta insuficiente para atender la demanda que se presenta en razón de sus competencias, ni que decir de la Policía de Control Fiscal con 150, la de Control de Drogas (PCD) y de la Policía de Fronteras. Encomiables esfuerzos hacen las personas que integran los cuerpos policiales con escaso recurso humano y logístico.

Históricamente el faltante de recursos se ha recargado sobre la “espalda” de los hombres y mujeres que se disponen a servir al país desde alguno de los cuerpos policiales citados, ello, violentando muchas veces sus Derechos Humanos y laborales; en el pasado no muy lejano, se nos hacía trabajar jornadas superiores a las doce horas diarias, sin que mediara para los efectos alguna emergencia nacional. En días recientes, presentamos una gestión de traslado para una funcionaria de la Policía de Tránsito, la cual se encuentra destaca en San José, al momento que su familia y su hijo de siete años se mantienen en Puerto Jiménez de Golfito; en menos de dos horas teníamos respuesta por parte del Sub Director de la Policía de Tránsito, indicando que no se podía conceder lo peticionado, hasta tanto se hiciera la contratación de 200 nuevos oficiales. No le dio importancia al interés superior del menor, que según la Convención Sobre Derechos del Niño y la jurisprudencia constitucional prevalece por sobre el interés público. Aunque es cierto, la Policía de Tránsito carece de personal en todo el país, así como de delegaciones dignas para el desempeño de sus labores. Situación similar se vive en la Policía de Fronteras, con poco personal y en delegaciones insalubres, podemos citar, por ejemplo: Punta Burica, Crucitas, Sixaola, que no reúnen condiciones idóneas para la permanencia de personas y, por ende, para el resguardo de la seguridad ciudadana.

Paradójicamente, al mismo tiempo que vemos el empoderamiento del narcotráfico, la incursión e infiltración del crimen organizado en nuestro país, y el crecimiento de la actividad delictiva producto de la exclusión social, de la falta de oportunidades, se afectó el salario de nuestros policías con la entrada en vigencia de la Ley 9635, pero, tras cuernos palos, se les incluye también en la Ley Marco de Empleo Público. Al efecto, de materializarse dicha ley, los policías, en unos casos verán congelados sus salarios, en otros seguirán “creciendo” a cuenta gotas hasta alcanzar a los que quedaron “congelados”. Además, la Ley Marco de Empleo Público contiene varios capítulos que se deberían aplicar a los cuerpos policiales, por ejemplo, un modelo de evaluación por objetivos ¿qué se pedirá a nuestros oficiales? ¿Acaso se les pedirá que detengan vehículos y personas sin que existan los presupuestos establecidos en el Código Procesal Penal? Peligroso, porque la evaluación podría constituirse en una herramienta para amedrentar, acosar y afectar los derechos laborales de nuestros uniformados.

Por cierto, se plantea dicha ley como la tabla de salvación contra el déficit fiscal, al mismo tiempo que pululan los contrabandos y los evasores siguen haciendo de las suyas, ante una Policía Fiscal raquítica, con apenas 150 personas. No tengo la menor duda, de que la decisión y las ideologías políticas de los últimos años, tienen una relación directa con la incursión del crimen organizado y el empoderamiento del narcotráfico en nuestro país. Lo que no me queda claro, aun, es si esas decisiones han sido circunstanciales o motivadas en favorecer dicha situación. Porque, si algo tengo bien claro, es que, para favorecer la seguridad común, es primordial establecer políticas públicas que vengan a generar oportunidades, paralelamente, dotar a nuestros policías de herramientas, capacitación, salario justo, certeza jurídica, y, en general mejores condiciones para el desempeño de sus funciones.

La presunción de inocencia no puede ser derribada sin un debido proceso

La noticia recurrente en varios medios de comunicación, ha sido la muerte de un joven que fue intervenido por cuatro oficiales de la Fuerza Pública, luego de haber sido denunciado por presunta violencia intrafamiliar. Algunos medios, posiblemente en su afán de vender pierden toda objetividad informativa, caen en el punitivismo mediático que les lleva a prácticamente dictar “sentencia”. Otros consultan a profesionales del derecho, los cuales, sin contar con los elementos fácticos que se encuentran en el expediente que para los efectos se lleva el Ministerio Público, emiten juicios de valor o criterios infundados, estableciendo una especie de “condena” en sus declaraciones.

Indudablemente, resulta lamentable la perdida de una vida humana, máxime en las circunstancias conocidas. Sin embargo, se deben tener en cuenta varios factores, uno de ellos, es que el sistema de emergencia 9-11 alertó de un caso de violencia doméstica, en apariencia, el joven habría realizado amenazas en contra de la integridad de algunos miembros de su familia, lo cual motivó que una de ellas acudiera a solicitar medidas de protección, por ello, los oficiales de la Fuerza Pública estaban atendiendo una situación en donde posiblemente se les comunicó de una persona alterada o agresiva.

No hace mucho, en la atención de una violencia domestica una oficial de la Fuerza Pública resultó herida de gravedad, al momento en que el presunto agresor desarmó a su compañero y le disparo a ella en la cabeza. Ello quiere decir, que los casos de violencia doméstica, no son para nada sencillos de atender, por el contrario, resultan complicados y de alto riesgo, se trata por lo general de personas agresivas (agresoras), la mayoría de las veces se atrincheran o están en un espacio cerrado, lo cual dificulta las maniobras de intervención, pero, además portan algún tipo de arma (tijeras, cuchillos, destornilladores). Aunque algunos medios tratan de resaltar que el fallecido era menor de edad, lo cierto es que eso no quiere decir que no pudiera ser peligroso, prueba de ello, es que su misma familia aparentemente había recibido amenazas de muerte.

¿Se pudo evitar el fatal desenlace? Sí, si el presunto agresor domestico hubiera respetado la figura de autoridad pública que tenia de frente, o si el Estado hubiese dotado a nuestros policías de armas menos letales (taser), algo que se ha venido solicitando desde hace un buen tiempo, con el taser hubiese sido posible neutralizarlo sin necesidad de forcejeo. Por ahora, un joven perdió la vida, una madre lamenta su partida, cuatro oficiales y sus familias sufren el linchamiento mediático motivado por algún funcionario inescrupuloso, que filtró el video que es parte de una investigación penal. La difusión del video, que fue grabado por los mismos oficiales, posiblemente con la finalidad de respaldar que su actuación seria ejecutada a derecho, tiene como objetivo provocar un linchamiento mediato, procurando generar presión sobre el Ministerio Público y al mismo tiempo sobre los juzgadores penales.

Al efecto, cita nuestra constitución política:

“A nadie se hará sufrir pena sino por delito, cuasidelito o falta, sancionados por ley anterior y en virtud de sentencia firme dictada por autoridad competente, previa oportunidad concedida al indiciado para ejercitar su defensa y mediante la necesaria demostración de culpabilidad”.

Por su parte establece el Código Procesal Penal:

 
“Estado de inocencia. El imputado deberá ser considerado inocente en todas las etapas del procedimiento, mientras no se declare su culpabilidad en sentencia firme, conforme a las reglas establecidas en este Código. En caso de duda sobre las cuestiones de hecho, se estará a lo más favorable para el imputado. Hasta la declaratoria de culpabilidad, ninguna autoridad pública podrá presentar a una persona como culpable ni brindar información sobre ella en ese sentido. En los casos del ausente y del rebelde, se admitirá la publicación de los datos indispensables para su aprehensión por orden judicial”.

Finalmente, si terminado el proceso penal se determina culpabilidad, nuestros uniformados deberán afrontar las consecuencias, por ahora, se les debe respetar la presunción de inocencia, el debido proceso y el derecho de defensa.

Necesitamos proyectos serios, no los “mantequilla”

Posiblemente, muchos (as) recordaran aquella época en la que uno era parte de un grupo, en el cual, la mayoría eran de una edad superior, a los más pequeños nos decían, “usted juega, pero usted es mantequilla”.  Lo anterior, es traído a colación en razón del proyecto impulsado por la diputada Zoila Rosa Volio, para el uso del polígrafo en los cuerpos policiales; dicho proyecto me regresó a esa época, para los efectos le llamaremos “el proyecto mantequilla”.

En la Asamblea legislativa fue aprobado el proyecto 21490, disque para determinar la idoneidad de las personas que quieran ingresar a las fueras de policía e inclusive, para detectar posibles “filtraciones” al narcotráfico. En sus discursos, la diputada insistió en que la utilización del polígrafo serviría para identificar si algunos oficiales le pasan información al crimen organizado (cajita blanca), olvida la diputada que tal conducta la pueden desplegar otros funcionarios del sistema de justicia, que no fueron incluidos en el proyecto mantequilla. Además, la diputada Volio reitero en el programa siete días radio, que dicha herramienta no podría ser usada para sancionar o para excluir a futuros aspirantes de policía.

Efectivamente, cita textualmente la nueva legislación “Los resultados de dicha prueba no podrán ser utilizados como medio de coacción o reproche, como causal para sanciones o despido, ni como condicionante para obtener un puesto en alguna fuerza de policía. Tampoco podrán ser utilizados los resultados del polígrafo en procesos judiciales”.

¿Entonces cuáles serían los efectos de su aplicación? Indudablemente, la estigmatización, la exclusión y el reproche, pero, de la misma forma en que se dan en la actualidad, solapadamente al amparo del “régimen de excepción”, sobre el cual se basan para perjudicar a los funcionarios con un traslado que los aleja a cientos de kilómetros de sus hogares, cuando plantean alguna inconformidad o la defensa legitima de un derecho. Aunque la misma legislación “mantequilla” establece que la prueba de polígrafo es voluntaria, en el momento de que algún funcionario se rehúse en aplicarla, no solamente será estigmatizado, será señalado, acosado, perseguido, porque en el Ministerio de Seguridad Pública la presunción de inocencia se invierte, opera la presunción de culpabilidad, el acusado de haber cometido alguna falta, debe demostrar su inocencia. 

La promovente de dicho proyecto se dice afín a los policías, posiblemente lo sea, pero a los de la alta jerarquía, porque su iniciativa no viene a favorecer en nada el bienestar de la población policial, por el contrario, le aporta un insumo más al alto mando, para perseguir, acosar, estigmatizar y violentar los Derechos Humanos y laborales de las personas que integran los cuerpos policiales.

Lo que favorece al gremio policial no recibe el mismo apoyo. En la Asamblea Legislativa fue presentado el proyecto 20920, que vendría a dotar a nuestros policías de cobertura 24/7 mediante una póliza de vida y de riesgos profesionales, cuando en el ejercicio del cargo o como resultado del mismo, aun fuera de su jornada laboral sufren algún tipo de agresión ilegitima. Dicho proyecto no ha sido apoyado por las y los diputados, tampoco por el poder ejecutivo. Sobre el particular, podríamos citar un par de proyectos más, que además de justos, resultan necesarios, entre ellos, el uso de armas menos letales (taser) que permita neutralizar a una persona agresiva o violenta, de manera tal que se evite el forcejeo e inclusive, la pérdida de vidas humanas.

En uno de sus discursos en un medio de comunicación, la diputada Volio decía que, el polígrafo es usado en muchas policías e hizo mención de Colombia, pues bien, la policía de dicho país, cuenta con un régimen especial de pensión para los cuerpos policiales, que no solamente reconoce el desgaste que lleva implícito la función policial, sino que permite el relevo generacional oportuno, de forma tal que, los policías que se van a enfrentar a la criminalidad común u organizada, tengan las condiciones óptimas para tales efectos. No se ha entendido, que lo primordial debería ser dotar a nuestros cuerpos policiales de condiciones dignas, de delegaciones funcionales, de equipo, avituallamiento, vehículos, y de un mejor salario. Por ello, necesitamos de proyectos serios, que favorezcan el derecho de las personas que integran los cuerpos policiales y, por ende, la seguridad ciudadana, no más proyectos mantequilla.

Lic. Mainor Anchía Angulo

Abogado

Directivo Nacional de ANEP

El desmejoramiento constante de la seguridad ciudadana

Recientemente, se conoció el Informe N.° DFOE-PG-IF-00013-2020. de la Contraloría General de la República (CGR), con fecha 27 de noviembre del año 2020; el cual puntualiza una serie de debilidades en la atención de emergencias. Sobre el particular, es importante analizar las diferentes aristas que se presentan alrededor del tema.

 
“Así, entre el 1° de enero de 2018 y el 31 de mayo de 2020, en la atención de incidentes de emergencia en los cuales está en peligro la integridad física de las personas o sus bienes, el tiempo promedio requerido para la llegada de los recursos al sitio del incidente desde su comunicación el SE-911 al MSP, fue de 38,25 minutos. Al respecto, en México se ha definido un tiempo de 9 minutos para ello; mientras que el Departamento de Policía de Nueva York (DPNY) registra un promedio de 7 minutos para incidentes similares. Además, se determinó que, entre 5 grupos de delegaciones, definidos con base en las similitudes por variables de densidad poblacional, cantidad de incidentes de emergencia recibidos, índice de desarrollo del delito 2017 y el índice de desarrollo social distrital 2017; existe una diferencia de 8,45 minutos de tiempo promedio, para hacer el envío de recursos policiales al lugar del incidente, desde su comunicación por el SE-911. Mientras que, para el grupo de delegaciones con menor tiempo el registro promedio fue de 8,49 minutos, en el grupo de delegaciones con mayor tiempo fue de 16,94 minutos. Dichas situaciones son incongruentes con las responsabilidades del MSP, para dar una atención inmediata y eficiente de los incidentes de emergencia que le traslade el SE-911. Tampoco se ajustan a los principios de eficiencia, eficacia y trato igualitario, para los destinatarios del servicio público.”

Aquí podemos ver que se hace un comparativo con las ciudades de México y de Nueva York, pero el informe no nos dice nada sobre los recursos de que disponen los cuerpos policiales de dichas urbes. De entrada, es importante señalar que ambos países tienen una legislación que respalda muchísimo más la actuación de sus policías. En los Estados Unidos, los uniformados (policías) son considerados profesionales, cuentan con mejores herramientas, disponen del uso de armas menos letales; y, en función del respaldo que el Gobierno les brinda a sus fuerzas de policía, sus órdenes, salvo contadas excepciones, son acatadas por la ciudadanía. En nuestro país, se quiere una policía como la de Nueva York, con patrullas en mal estado, policías sin botas, con chalecos balísticos vencidos, que debe soportar el irrespeto de un sector de la sociedad (“está grabado papi”), y con un Gobierno que muestra su “respaldo” provocándoles una regresividad salarial al incluirles en la Ley 9635. Ni qué decir de nuestros legisladores, que aprobaron la reducción de 5.300 millones en el presupuesto para el año 2021.

El desmejoramiento paulatino de la seguridad se viene dando en todo el país. No obstante, haré mención de lo que conozco de primera mano, en razón de mi experiencia: Palmar Norte de Osa, lugar en el cual me desempeñe por tres años como jefe de la delegación, para el año 2009 contaba con 36 oficiales de policía, tres patrullas y dos motos. Al año 2020 (11 años después), dicha delegación policial cuenta con 22 oficiales (14 menos), dos patrullas (una menos) y cero motos, además mantiene orden de clausura por parte del Ministerio de Salud. Las distancias en zonas rurales son largas y con caminos en mal estado. Por ejemplo, si en Palmar Norte se estuviera atendiendo una incidencia en el sector comercial o comunal, y se presenta una emergencia en finca 7 de Palmar Sur (camino de lastre), es muy probable que el tiempo de respuesta sea el indicado en el informe de la Contraloría General de la República.

Continúa citando el informe de la CGR. “Por otra parte, se identificaron debilidades reportadas por 16 Fiscalías del Ministerio Público, en la cadena de custodia de evidencia, la manipulación, empaque y entrega de objetos recabados por los oficiales de la Fuerza Pública del MSP, lo cual, puede colocar en riesgo la integridad de elementos que podrían ser utilizados como prueba en procesos judiciales. Estas debilidades corresponden a: defectos en el embalaje de objetos a entregar; entrega de objetos sin rotular o sin lacrar; descripción insuficiente o no congruente con el objeto a entregar; daño a objetos durante el traslado; y cadenas de custodia con inconsistencias en el llenado, incompletas, y/o con errores procedimentales.”

Es cierto lo dicho por las fiscalías del Ministerio Público; pero, acá vamos a decir que, por un lado, el Poder Ejecutivo sigue dejando de lado ampliar y mejorar la malla curricular y con ello la capacitación que se imparte en la Academia Nacional de Policía. Por otro lado, me consta, fui parte de la administración de pobreza, que muchas veces se embala en bolsas de pan de la Musmani, porque no se cuenta con los insumos suficientes para cumplir a cabalidad con el embalaje de evidencia, tampoco se dispone de lugares idóneos para la custodia de evidencia, por ello, aplica la famosa frase: “sin cacao no hay chocolate”. La situación tiene un agravante que debe ser advertido: muchos procesos judiciales pueden resultar infructuosos producto de un mal manejo de la evidencia y de la cadena de custodia de la misma.

Es evidente el desmejoramiento en la Seguridad Ciudadana. Indudablemente, el tiempo y/o la capacidad de respuesta en una emergencia puede resultar determinante en el resultado de la misma.  Por ello, aunque puede haber factores operativos que se deban revisar, lo primordial tiene que ser dotar a nuestros policías de herramientas, capacitación y mejores condiciones para el desempeño de sus funciones. Ojalá lo entiendan así el Gobierno y nuestros legisladores.

Lic. Mainor Anchía Angulo, ANEP

Sistema penitenciario: La cenicienta de la clase política

Lic. Benjamín Sevilla García, Secretario Nacional de Juventud, ANEP

El Sistema Penitenciario Nacional, en términos generales, muestra un importante deterioro. Esto es reflejo inobjetable del tipo de sociedad que se viene construyendo desde hace muchos años; razón tenía Mandela cuando dijo que: “nadie conoce realmente como es una nación hasta haber estado en una de sus cárceles”. La clase política, desde hace mucho tiempo, encontró en la excusa un aliado perfecto. Se le adjudica al mal comportamiento todas las desgracias de la sociedad y se muestra cierta indiferencia ante los problemas estructurales que requieren atención inmediata.

El Sistema Penitenciario, su rol en materia de seguridad, su aporte en trabajo técnico y su comprensión del fenómeno criminal, está pasando a un segundo plano. Un escenario donde no hay espacio para procurar la reinserción, la re-educación, la resocialización. Hoy, el Sistema Penitenciario se observa simplemente como un conjunto de bodegas para apilar “inadaptados” sociales, delincuentes pobres, sujetos violentos que viven al margen de la ley; y, como, un espacio fértil para la escuela del crimen.

Más allá de si la Política Criminal costarricense analiza que la cárcel está dada para retener a los delincuentes pobres, a los del “narcomenudeo”, a quienes no tienen los recursos económicos para evadir la justicia y costearse una buena defensa, lo cierto es que, la clase política tampoco hace mucho por crear las herramientas que permitan eficazmente perseguir a los grandes estafadores, los delitos de cuello blanco o a sus colegas que defraudan al fisco por miles de millones.

La Cenicienta –termino que se toma prestado de una exministra de Justicia- es recreada en el trabajo de las servidoras y de los servidores del Sistema Penitenciario Nacional, hombres y mujeres que en condiciones precarias y con altísima exposición de su integridad física, dan la cara por la seguridad penitenciaria. Los eufóricos discursos parlamentarios señalan a los funcionarios públicos como privilegiados, como vividores, como una horda de “vivillos” con salarios de lujo. Pero muy pocos de estos políticos se atreven a señalar cuáles son los sectores privilegiados y quiénes los afortunados. Cuando, modestamente, señalan que no todos los funcionarios públicos son unos vividores, tampoco le hacen justicia a la inmensa mayoría de ellos que apenas les alcanza para llevar una vida digna.

Recientemente, fue dado a conocer que la Asamblea Legislativa pretende hacer un recorte millonario del presupuesto asignado al Ministerio de Justicia. Una decisión como ésta, de concretarse, implicaría una solemne violación de los derechos humanos de las personas en los centros penitenciarios del país. No se habla sólo de los derechos que debe observar el Estado por mandato directo de organismos internacionales, Tratados y Convenios, en favor de la población privada de libertad, sino de todas las personas que laboran en los centros penitenciarios del país.

Es importante señalar que el Ministerio de Justicia, es un ministerio vivo, en constante movimiento y con tendencia al crecimiento poblacional. No se concibe como la inteligencia parlamentaria podría justificar recortes a una población que se encuentra en una condición de especial vulnerabilidad. Por el contrario, el abandono histórico del Sistema Penitenciario y los efectos propios de la pandemia demandan mayor inversión.

El crecimiento de la población privada de libertad demanda la creación de más espacios carcelarios; de contratación de más policías, de más personal técnico, profesional y administrativo; de modernizar la infraestructura de seguridad; de equipo tecnológico; de capacitación; de atención de emergencias como las actuales; de alimentación y uniformes; entre otros. Ninguno de estos aspectos sería posible ante un irreflexivo recorte, tomando en consideración que el Sistema Penitenciario Nacional arrastra una crisis histórica; y, como si eso fuera poco, la pandemia vino a encrudecer los afectos adversos, ocasionando una mayor vulnerabilidad del Sistema y de la propia seguridad.

Finalmente, el Sistema Penitenciario no puede seguir siendo la “Cenicienta” de la clase política. No es justo que por la falta de recursos el personal que labora en las cárceles del país deban seguir arriesgando sus vidas, sacrificando su tiempo de descanso y con recargo de funciones. No es correcto que las condiciones de salud ocupacional y de infraestructura continúen como están. La falta de uniformes, de zapatos, los chalecos de seguridad, las condiciones de los fortines y de los dormitorios y, hasta la situación salarial del personal policial, es un claro ejemplo de este abandono.

Pueblo vs Pueblo-la estrategia de un cobarde

Jonathan Flores Mata, ExpolicíaDirectivo Nacional de ANEP

Sobra, y por mucho, decir que nuestro país se encuentra experimentando una coyuntura social increíblemente compleja. El descontento acumulado de muchos sectores, tanto de los formalmente organizados, como los creados de hecho, explotó. También está de más señalar que el catalizador y detonante, al mismo tiempo, de esta situación, fue el anuncio del gobierno de cargar la economía de los costarricenses con más impuestos. Esto ante el marco de la negociación con el Fondo Monetario Internacional, acción que por sí sola ya genera el repudio de varias y diversas representaciones.

Estalló la olla de presión en que se había convertido Costa Rica, por su economía, y las expresiones de protesta social alcanzaron niveles de hostilidad pocas veces vistas en nuestra historia. Lamentablemente, los yerros tácticos y operativos de mandos medios en la Fuerza Pública, sumado a la intromisión de personas agresivas, con problemas personales con las autoridades, conllevó a un enfrentamiento policía-civiles, con saldo diario de persona heridas en ambos bandos.

Al inicio de los bloqueos, muchos y muchas, servidores y servidoras policiales, expresaron su apoyo a la lucha social, y su más absoluta oposición a pagar más impuestos. Estas expresiones de apoyo, y la conciencia de las y los uniformados, como la golpeada clase trabajadora que es, despertaron alucinaciones que hicieron temblar de miedo al Poder Ejecutivo, que alarmistas hasta llegaron a imaginarse al recurso humano de Fuerza Pública negándose a reprimir. (Sin afán alguno de incurrir en alguna instigación impropia, debo decir que creo de corazón, que dentro de unos años podríamos llegar a presenciar ese escenario).

En ese momento, y, reitero, gracias a la infiltración de personas agresivas en las protestas, (no es narcotráfico, no se puede ser tan ingenuo para creer eso), se elevó la temperatura en las confrontaciones y comenzaron a darse actos de violencia, en uno y otro lado. Y por todos es bien sabido, que tal situación es cíclica, y que la violencia genera más violencia, nadie va a poner la otra mejilla, por el contrario, devolverá el golpe.

Debemos recordar que las y los policías son servidores y servidoras públicas, a los que se les han cercenado una considerable parte de sus salarios; que trabajan en condiciones insalubres, riesgosas, y también han sufrido por la crisis económica. Es decir, son parte del pueblo, ciudadanos y ciudadanas costarricenses, igual que los demás. Con la enorme diferencia de que, el sustento de sus familias se gana cumpliendo con las labores de seguridad, lo que les obliga a obedecer las órdenes de Michael Soto y Carlos Alvarado, de no hacerlo, pasarían a ser parte de la infinita lista de desempleados y desempleadas.

La respuesta de parte de Presidencia fue echar mano a la tan arraiga estrategia que ha utilizado una y otra vez en esta Administración, cuyo paso a paso se saben de memoria, y lo admito, desdichadamente, la han aplicado muy bien. Me refiero al método de dividir, ese con el que consiguen debilitar la cohesión de fuerzas que les hacen frente, polarizar la opinión pública y hasta desviar la atención del verdadero problema de fondo.

Fue así como en contubernio con los medios de comunicación, de ideología marcada, y compartida con Alvarado (esos que se han beneficiado con indultos de grandes deudas y que ganan contratos millonarios en publicidad gubernamental), se comenzaron a poner en el foco a las y los policías heridos, patrullas quemadas, busetas destruidas a pedradas y hasta personal policial sometido a revisión de la gente en los bloqueos.

Hecho esto, se sentaron con palomitas de maíz, a esperar la reacción natural de la contraparte, meter un poco más de carbón, y disfrutar de la nueva división que consiguieron crear.

Lógicamente, la respuesta de parte de las y los manifestantes, y otras organizaciones participantes de los movimientos de oposición a más impuestos, no se hizo esperar. Fue así como se dieron a conocer abusos de autoridad, imágenes de civiles heridos, personas inocentes afectadas con el gas… y todo lo que hemos visto en estos días.

De esta manera, los ánimos se enardecieron, tanto en policías, como en manifestantes, y ciudadanía en general. Y fue de esta forma que se polarizó la opinión pública, y la policía empezó a reprimir sin ningún tipo de piedad, y quienes protestaban atacaron sin miramiento alguno del ser humano uniformado tras los escudos.

Y así fue como la asquerosa y cobarde estrategia del gobierno, de poner a pelear al pueblo contra el pueblo mismo, funcionó. Comenzó a correr sangre costarricense, y a señalarse los unos a los otros como responsables, cuando el único culpable permanece en las sombras sin dar la cara.

A estas alturas solo queda darse cuenta de lo sucedido, concientizarse, e intentar no caer en el vil y vetusto juego de quienes son usados como marionetas por los dueños del gran capital. Ciudadanos y policías somos hermanos del mismo pueblo, nos afecta por igual que el gobierno de turno sea proteccionista con los evasores y autoritario con la clase trabajadora. ¡No caigamos más en la trampa!

La policía en medio del conflicto

Lic. Mainor Anchía Angulo, ANEP

En función del anuncio hecho por el presidente de la República sobre el acuerdo con el FMI, que incluye cargar al pueblo costarricense con más impuestos, luego de que se nos dijera que, de aprobarse el COMBO fiscal, hoy Ley 9635, se resolvería el problema de las finanzas públicas, tiene que verse como justa, legitima y necesaria la reacción de una amplia mayoría en contra de dicho acuerdo.

El rechazo fue generalizado, diversos sectores hicieron ver su oposición al convenio con el FMI, organizaciones sociales, agricultores, líderes religiosos, connotados y reconocidos economistas, así como, uno de los sectores laborales más golpeados históricamente por sus bajos salarios, aunado a las malas condiciones en las que tienen que desempeñarse, si, nuestros policías.

Nunca antes había visto una reacción tan espontánea, generalizada y genuina de una importante cantidad de funcionarios de la Fuerza Pública y de otras policías, en apoyo a la manifestación que en principio parecía pacifica, muchos publicaron: “Hoy el señor presidente don Carlos Alvarado le quita credibilidad a mi trabajo”. “Arduamente, me gane el respeto de la población que defiendo día con día en mi trabajo y hoy usted, si usted me pone en contra de mi pueblo (…)”. La policía en medio del conflicto, con sentimientos encontrados, reporta hoy más de cien funcionarios de “tropa” lesionados, los cuales, ahora paradójicamente verán reducido su salario como consecuencia incapacidades.

Al efecto, es claro para el suscrito, al ser parte de la una organización que ha venido liderando la reivindicación del trabajo policial, que nuestros uniformados entendieron que de la misma manera en que se vieron afectados por la implementación de la Ley Fiscal Nº 9635, que les vino a provocar una regresividad en materia de incentivos salariales, igual se vieron afectados con el congelamiento del pago de anualidades, se verán afectados ante un eventual convenio con el FMI, que nos imponga una mayor carga tributaria. Ello, indudablemente provocó ese sentimiento de identidad, con quienes, de alguna manera al oponerse a más impuestos, defendía sus intereses.

Posiblemente, nunca antes se tuvo una oportunidad igual, pero, lamentablemente, algunos de los líderes de movimientos sociales siguen sin entender que nuestros policías son pueblo, que detrás del uniforme se encuentra un ser humano con sensibilidad, con conciencia, con una familia que alimentar, con necesidades iguales o similares a las suyas, pero, que deben hacer su trabajo, máxime cuando en un movimiento que, aunque parezca justo, se infiltran antisociales con la finalidad de provocar caos.

Que difícil se torna la función policial, cuando de un lado se tiene al patrono que reprime tus Derechos Humanos y del otro el pueblo que no comprende la naturaleza de tu trabajo, que parece desconocer que los cuerpos policiales siguen órdenes del presidente de la República y que tienen las siguientes competencias legales:

“El Estado garantizará la seguridad pública, sin perjuicio de lo estipulado en el Título IV de la presente Ley. Al Presidente de la República y al ministro del ramo, les corresponde tomar las medidas necesarias para garantizar el orden, la defensa y la seguridad del país, así como las que aseguren la tranquilidad y el libre disfrute de las libertades públicas”. Ley 7410.

Al efecto, establece nuestra Carta Magna: Son deberes y atribuciones exclusivas de quien ejerce la Presidencia de la República:Ejercer el mando supremo de la fuerza pública;”.

Luego se pueden citar entre sus atribuciones, el resguardo del orden constitucional, la vigilancia y el mantenimiento del orden público. En los últimos días he leído varios comentarios que dicen: “porqué no entran así en Crucitas”, señoras y señores, sino lo hacen, es porque los que manejan políticamente nuestra policía no lo han ordenado, el que lee entienda. Por ello, lo que se dio en Cañas, con lanzamiento de gases sobre las casas de habitación, es en principio responsabilidad del Poder Ejecutivo, que envío al lugar un grupo elite, de choque, posiblemente con instrucciones claras y precias por parte del comandante en jefe, don Carlos Alvarado.

Créanme quienes leen estas líneas, que quisiera motivar que nuestra policía le de la espalda a un gobierno mediocre, a un presidente que les ha dado la espalda una vez y otra también, que en mi opinión es soberbio, autoritario, prepotente, inmaduro e incapaz para gobernar. Sin embargo, creo en nuestra institucionalidad, creo en el valor de conservar la paz que nos fue heredada, creo que, en efecto tenemos que cambiar nosotros al momento de elegir a nuestros gobernantes; lo dijo el mismo Luis Guillermo Solís “piensen mejor el voto la próxima vez”.